Omar Lugo 08 de diciembre de 2024
La
inseguridad, los riesgos en las rutas, las barreras a la integración y los
tratos xenófobos son algunos de los retos
Venezuela
es desde hace algunos años un caso de crisis humanitaria compleja y por
los vientos que soplan va a seguir siéndolo, con un impacto colateral en
muchos países americanos y por carambola en algunos europeos, como España.
Hoy hay esparcidos por el mundo al menos 7,9 millones de personas de Venezuela. La cifra con seguridad es más alta porque estamos hablando sólo de los registrados por los gobiernos anfitriones, que no toman en cuenta a quienes no tienen un estatus migratorio regular. Esto lo explica R4V, la Plataforma Regional de Coordinación para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V), que es coordinada por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados.
A
noviembre de 2024, alrededor de 7,9 millones de venezolanos habían abandonado
su patria, con más de 6,7 millones residiendo en los 17 países que forman parte
de la respuesta R4V. El resto está esparcido por decenas de otros destinos,
principalmente por España y Estados Unidos.
La
Plataforma, que acaba de presentar su Plan de Respuesta 2025/2026 para Migrantes
y Refugiados Venezolanos. El documento pone en perspectiva el mayor éxodo
contemporáneo vivido por un país en ausencia de una guerra o un gran desastre
natural.
Ya
hoy, uno de cada cuatro venezolanos vive en el extranjero.
«La
complejidad de la situación ha aumentado, con diversas nacionalidades y
patrones de desplazamiento», dice el documento, al explicar que los
países de la región se enfrentan a las perturbaciones económicas mundiales, la
inflación y el elevado coste de la vida. «Estas presiones agravan las
vulnerabilidades socioeconómicas, sobre todo para quienes buscan sus
comunidades de acogida».
Reconoce
los esfuerzos de las comunidades y gobiernos que han recibido a estas personas
y que siguen proporcionando protección, ampliando las oportunidades de
integración y servicios esenciales a refugiados y migrantes. Pero persisten
«barreras significativas», como limitado acceso al asilo o a un estatus
regular, a protección social y a servicios esenciales.
Este
río de gente que se esparce por numerosos países no se detiene, sino que cobra
más cauce: la Plataforma prevé que en 2025 el número de migrantes y refugiados
solamente en América Latina y el Caribe llegará a 7,030 millones, para saltar a
7,320 millones en 2026.
España
como plan B
Esto
significa que en estos dos años saldrán unos 730.000 mil venezolanos
más respecto a los 6,59 millones que había a medidos de 2024 solamente
en esta región del mundo.
Y
falta contar los que se irán a Estados Unidos y a España, los
dos principales destinos entre los países desarrollados preferidos por esta ola
migratoria.
Ya en
2022 había en España 477.000 venezolanos registrados, según las
cifras oficiales del INE, recogidas por la Plataforma. Pero desde entonces ha
venido subiendo el número oficial, en la medida en que los huidos de la llamada
revolución bolivariana han regularizado su situación migratoria en el reino
español.
Solamente
en 2023 se otorgaron 140.214 autorizaciones de residencia, con un
aumento del 46% respecto a 2022 y ya el colectivo de venezolanos es el
segundo con más permisos de este tipo, después de los naturales de Marruecos.
Además, comprenden el 12% de todos los permisos otorgados a personas de 15
nacionalidades, según los datos del ministerio de Inclusión, Seguridad Social y
Migraciones.
Para
el 30 de junio pasado el número de permisos había subido a 172.000.
Sobre
Estados Unidos no hay número más actualizados, pero allá vivían en condición
migratoria regular 545.000 venezolanos en el año 2022 y ese era el cuarto
destino mundial más importante para esta diáspora. Esos números han seguido
aumentando con fuerza: solamente en los últimos tres años fiscales que terminan
cada octubre, la Patrulla Fronteriza suma 836.000 detenciones de personas
venezolanas que intentaban entrar de manera ilegal a Estados Unidos.
Este
es el colectivo más alto después de los mexicanos, lo que no es cualquier cosa
si se considera que la mayoría de esas personas llegaron allí por vía terrestre,
en vehículos, caminando, o en bote, tras recorrer unos 4.500 kilómetros que
separan la frontera de Venezuela de la de México con el sur de Estados Unidos.
Ahora, con
la llegada de Donald
Trump al poder, ya hay avisos de que Estados Unidos apretará mucho más
sus medidas para frenar o al menos disminuir esa presión migratoria,
devolver a muchos que están en situación irregular y hasta poner fin a permisos
temporales de residencia y trabajo. Esto disuadirá a muchos de los que
van en camino o ya están allá. Y, como se ha verificado de manera empírica en
algunos casos puntuales, muchos querrán voltear su mirada a España para
intentar el sueño de encontrar un mejor destino a donde ir con sus huesos y su
familia.
En
este nuevo Plan de Respuesta calcula de esos más de 7,7 millones de
migrantes y refugiados esparcidos por América Latina y el Caribe, 4,37
millones necesitarán ayuda humanitaria en 2025. En 2026 la necesitarán 4,53
millones de personas.
Para
atender esa demanda de ayuda en comida, salud, transporte humanitario,
alojamiento, inserción social en las comunidades de tránsito y acogida final,
lucha contra el tráfico de personas y la violencia, hace falta
conseguir 1.400 millones de dólares para 2025 y otros 1.290 millones para 2026.
Es una
tarea difícil, si se considera que para 2024 apenas levantaron el 34% de los
cerca de $1.590 millones requeridos para atender esta crisis continental con
este plan de respuesta que reúne el esfuerzo sumado de 230 organizaciones,
incluyendo 14 agencias de la ONU y 125 oenegés.
Bitácora
de viaje
Y
mientras ya crece el número de personas huyendo de Venezuela y crecen las
necesidades, el panorama político y económico del país, es decir los dos
propulsores de ese viaje colectivo, siguen recalentándose con fuerza.
A
partir del 10 enero Nicolás Maduro asumirá
su tercer período de gobierno y, según los indicios, no será reconocido por
varias influyentes democracias de América y Europa. Eso hace prever un mayor
aislamiento internacional del país y mayores restricciones para la llegada de
fondos a esta arruinada economía que necesita varios miles de millones para
enfrentar una crisis energética, de servicios y de infraestructura que lleva
años.
Gracias
a una leve recuperación de la industria petrolera, de la mano de empresas como Chevron,
Repsol, ENI y la china CNPC, la economía había mostrado cierta recuperación
desde 2022, con modestas tasas de crecimiento, menos inflación y cierta
estabilidad del tipo de cambio.
Pero
todo eso parece estar desmoronándose. Solo en los últimos seis meses, el
bolívar, la moneda local se ha devaluado cerca de 40% en la tasa oficial y 42%
en la paralela, que es la referencia de precios en toda la economía.
La
inflación estaba controlada para los estándares venezolanos y según la tasa
oficial había sido de 16,6% entre enero y octubre, en
contraste con el 189% de todo 2023.
Pero
los precios ya están dando importantes saltos: la inflación oficial
pasó de 0,8% en septiembre a 4% en octubre.
Según
cálculos del privado Observatorio Venezolano de Finanzas, en noviembre fue de
12% con un 67% anualizado.
El
asunto con la migración venezolana tiende entonces a agravarse por todos los
frentes, lo que mantiene encendidas las alarmas en los países involucrados de
algún modo con este malogrado país.
En el
plan Respuesta a esta crisis, Eduardo Stein, representante especial
conjunto de Acnur y la OIM para migrantes y refugiados de Venezuela, señala que los
retos «son profundos y siguen evolucionando».
Los
acontecimientos en Venezuela, incluidas las elecciones nacionales, la
suspensión de los servicios consulares en algunos países de la región, la
modificación de los marcos reguladores y los desastres medioambientales ponen
de manifiesto esa complejidad, dice.
Este
panorama se ve agravado por la inseguridad persistente, el aumento de
los riesgos a lo largo de las rutas migratorias, y las barreras estructurales a
la integración de esas personas, mientras aumentan los tratos
discriminatorios y xenófobos en algunas comunidades de acogida. Por lo
menos, que se sepa, en España todavía no.
Tomado
de: https://theobjective.com/internacional/2024-12-08/crisis-refugiados-venezuela-agrava/
No hay comentarios:
Publicar un comentario