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Un obrero de construcción usa una cuerda a manerade cinturón en Caracas (Venezuela). EFE/Cristian Hernández |
"La
pérdida de peso no se ha detenido, y anticipamos que este año va a ser
mayor", dijo a Efe Pablo Hernández, nutricionista del OVS, quien advierte
que cada vez menos gente accede a la carne, el pescado, la leche y a productos
de harina de maíz como la arepa, un elemento capital en la dieta venezolana.
La prensa Gráfica / EFE, El Salvador. 2
de Septiembre de 2017
Además de llenar las calles de gente
buscando en la basura y de colas para comprar alimentos, la crisis económica en
Venezuela llevó a sus habitantes, según especialistas, a perder un promedio de
8 kilos en 2016, y ha acabado con la demanda de las tallas más grandes en las
empresas de uniformes.
Según un estudio del Observatorio
Venezolano de la Salud (OVS) y de tres universidades del país, los venezolanos
perdieron una media de ocho kilos durante 2016 debido a la escasez de alimentos
y a la inflación galopante, factores que provocaron un descenso en el consumo
de nutrientes básicos.
"La pérdida de peso no se ha
detenido, y anticipamos que este año va a ser mayor", dijo a Efe Pablo
Hernández, nutricionista del OVS, quien advierte que cada vez menos gente
accede a la carne, el pescado, la leche y a productos de harina de maíz como la
arepa, un elemento capital en la dieta venezolana.
Estas carencias en la nutrición se
traducen en el aspecto y la complexión física de los venezolanos, y la
preeminencia de personas delgadas en las calles -a menudo vestidas con ropas
evidentemente holgadas- la confirman desde empresas que fabrican uniformes para
trabajadores.
"Aquí se usaba a partir de la 28
hasta la 42, 44, pero la 40, 42, 44 ya no las piden mucho. Ahora se pide hasta
la 38", contó a Efe la encargada de una gran compañía de uniformes para
obreros en Caracas, que empezó a ver en 2016 un descenso en las tallas
demandadas.
A esta tendencia apuntan también en el
Centro de Atención Nutricional Infantil Antímano (Cania) que el grupo de
empresas de alimentación y cervezas Polar tiene en el oeste de la capital.
"En 2014 atendimos 73 niños con
desnutrición grave, y en el 2016 a 180", dijo a Efe la pediatra Mariana Mariño,
gerente de salud de Cania, que atiende cada año a 3,000 niños y a unas 250
madres embarazadas de zonas populares de Caracas.
La mayoría de los niños con
desnutrición grave tienen menos de dos años de edad, detalla Mariño, quien
enumera algunos de los efectos que sufrirán de por vida.
"Estos niñitos que nosotros
estamos viendo con desnutrición aguda o crónica van a generar una población de
niños con talla baja, con retardo en el crecimiento, y eso a su vez está
asociado a muchas otras cosas como capacidad de trabajo del adulto, la parte
psicológica", afirma.
La carestía y el desabastecimiento
golpea asimismo a las madres embarazadas, que dan a luz a bebés con propensión
a diabetes, hipertensión, osteoporosis y problemas cardíacos debido a la
deficiente nutrición durante la gestación.
La crisis está cambiando los patrones
de consumo de los venezolanos, que cada vez comen menos carne y leche y
recurren más a tubérculos como la patata, el apio o la yuca para sustituir a
estos alimentos proteicos y a fuentes de carbohidratos habituales de más
rendimiento como el arroz y la pasta.
A estas circunstancias trata de
responder Cania con recomendaciones para combinar productos para sacar más
rendimiento al dinero y alimentar con garantías y más variedad y sabor a más
miembros de la familia.
"Por ejemplo, sustituir la carne
de origen animal combinando tubérculos, cereales y granos. Mezclar maíz, que es
un alimento que se consigue fácilmente, con frijoles (judías), que son los más
baratos, y un tubérculo como yuca o patata, y una cucharadita de queso rayado.
Es un plato que está bien para el paladar", dice Mariño.
Leinamar Sarmiento es una de las
usuarias de Cania. Tiene un hijo de 7 años que fue enviado al centro tras
detectársele desnutrición en el colegio.
"Brian tiene problemas de
crecimiento, está creciendo pero muy lento, y ha mejorado bastante", dice
Sarmiento sobre el tratamiento que recibe su hijo, que desayuna y come cada día
en Cania y se beneficia además de los talleres sobre nutrición y recetas que allí
recibe su madre.
Sarmiento, cuyo marido no tiene
empleo, se gana la vida sustituyendo a maestras en dos escuelas, y cobra 3,000
bolívares (menos de 1 dólar a la tasa oficial de referencia) por día de
trabajo.
"Un kilo de pollo está a 15,000
bolívares, y la carne (ternera) está aún más cara)", explica esta madre,
que dice que estos dos productos son los que le resultan más difíciles de
adquirir.
Según el Centro de Documentación y
Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM), una
familia venezolana promedio necesitaba casi un millón de bolívares (unos 307
dólares según la tasa oficial de referencia) en julio pasado para satisfacer
sus necesidades mínimas de calorías.
El salario medio en el país está
cifrado por este organismo en unos 93,000 bolívares, menos de 30 dólares si se
aplica la tasa oficial de referencia.
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