La solución para obtener el pasaporte en Venezuela: ir a llorar al Saime y entregar por “debajo de la mesa” unos USD $1100. (Flickr) |
Por Sabrina Martín, 23/10/2017
Nunca nadie se imaginó que una
historia de amor podía ser empañada por la dictadura en Venezuela, a tal punto
de arruinar una petición de matrimonio que traspasa las fronteras del país
gobernado por Nicolás Maduro.
Todo comenzó cuando a través de las
redes sociales me contactó el estadounidense Derek, muy confundido y
desesperado tras planificar un viaje de ensueño junto a su novia venezolana;
viaje en el que le pediría matrimonio para seguir con una historia de amor de
película con un “felices para siempre”.
Imaginen comprar dos pasajes, un
anillo de compromiso y quedarte esperando por depender de un régimen al que le
sobra la burocracia, la corrupción y la ineficiencia como para dejar atrapada a
una venezolana en Brasil por no tener su pasaporte.
Esta es la historia de Andrea (no es
su nombre real pero decidí evitar que el régimen tome represalias contra
ella), quien empezó su proceso de renovación de pasaporte en el mes de abril de
2017, cumplió con todos los requisitos, pagó lo necesario para obtener su
documento, acudió a su cita en el consulado venezolano, y aún así seis meses
después, se encontraba a la deriva y a la espera de la más importante
identificación que puede tener un ser humano en cualquier parte del mundo.
Andrea ciertamente puede entrar a
algunos países solo con su cédula de identidad, pero no puede ingresar a México
ni a Estados Unidos sin su pasaporte, como tampoco puede salir del continente
o movilizarse libremente por el mundo.
La Declaración Universal de los
Derechos Humanos establece que “toda persona tiene derecho a salir de cualquier
país, incluso del propio, y a regresar “; esta, justamente es otra de las
violaciones al derecho internacional por parte de la dictadura que tiene a
miles de venezolanos esperando renovar su pasaporte, y que mantiene a otros
miles varados en cualquier parte del mundo.
Dereck quería que yo le explicara
cómo es eso de que ahora los pasaportes venezolanos vencidos podrán ser
prorrogados por dos años más, y si esa situación beneficiaría a su novia Andrea
quien tenía que viajar a México a fines del mes de octubre.
Tuve que explicarle que no, pues la
decisión de prorrogar la validez de dichos documentos entraría en vigencia a
partir del 1 de noviembre y que para ello hay que cumplir con un procedimiento
a través de la página web del Servicio Administrativo de Identificación,
Migración y Extranjería (Saime), la cual pasa más tiempo inactiva por
supuesto en “mantenimiento” que ofreciendo sus servicios a los venezolanos.
Andrea acudió durante meses al
Consulado y allí solo le decían que “no podían hacer nada”, que tenía que
esperar a que le llegara su documento, pero que aún no había sido impreso.
La historia es que Andrea emigró de
Venezuela a Brasil en el año 2013 pues contaba con una propuesta laboral, fue
allí en el país amazónico donde conoció a quien ahora es su novio desde la
distancia.
“Conocí a Derek aquí en Brasil y nos
enamoramos; el es norteamericano, lamentablemente él estaba aquí en Brasil por
cuestiones de trabajo y tuvo que devolverse a Estados Unidos; nos propusimos un
viaje para volvernos a encontrar en México, pero mi pasaporte se venció en
agosto de 2017; pedí la renovación en Abril, y tuve muchos problemas”;
señaló Andrea.
Ella pidió la renovación del
pasaporte explicándole a los funcionarios venezolanos del consulado en Sao
Paulo que tenía ya un viaje pautado; le dijeron que no la podían ayudar porque
todos los pasaportes son impresos en Venezuela y que no saben cuándo pudiera
llegarle. Alegan que no hay material.
“Primero me estaban cobrando
USD $1000 dólares para resolver, cuando finalmente logré juntar el dinero, me
dijeron que ya no podían ayudar”; señaló.
Mientras yo entrevistaba a Andrea
para conocer a profundidad su caso, Dereck su novio me escribía desesperado:
“Por favor si puedes ayudarme te lo voy a agradecer mucho, si logras ayudarnos
hasta te invitamos a la boda”.
Hice seguimiento al caso, pero un
periodista solo puede suministrar la información que conoce: obtener el
pasaporte a tiempo es casi imposible; la página web del Saime se la pasa en
mantenimiento; y para lograr la impresión de un pasaporte “exprés” hay que
tener contactos dentro de la institución para imprimirlo fuera de los
burocráticos protocolos, o sea a través de una mafia interna.
Esta última fue la opción que tomó
Andrea y su familia; su madre viajó desde el estado Carabobo en la región
Central del país hasta Caracas, la capital venezolana para apostarse fuera de
la sede principal del Saime; allí lloró y lloró hasta que la dejaron entrar.
“La dejaron entrar y le dijeron que
para ayudarnos teníamos que pagar USD $1100… es una mafia que tiene el
gobierno”, explicó Andrea. El sueldo mínimo en Venezuela solo se percibe
en bolívares, siendo esta moneda la única de curso legal. USD $1100 equivalen a
84 salarios.
Le pidieron los dólares en efectivo
a pesar de que en Venezuela hay un control de cambio y la única moneda de curso
legal es el devaluado bolívar, los mafiosos no se identificaron y prometieron
el pasaporte impreso solo si se conseguía ese monto.
“Mi mamá dijo: esto es dando y
dando; ellos le dan el pasaporte y nosotros les dábamos el dinero… pagó
1.000 dólares para los que imprimían el pasaporte y el que facilitó el contacto
cobró”, contó Andrea.
Al final, la mamá de Andrea consiguió
los dólares en efectivo con amigos y familiares, y no tuvo otra opción que
entregar semejante cantidad de dinero a la mafia del Saime que negoció
imprimirle el pasaporte.
La escasez de material, el pago a
mafias o, en su defecto, la espera de una página web que está en constante
“mantenimiento” son parte de las trabas que cada ciudadano debe pasar para
poder contar con un pasaporte y movilizarse así por cualquier país de forma
legal.
Andrea es solo una de las miles de
venezolanas que tienen su propia historia en diferentes países del mundo.
Mientras, son millones los que se encuentran atrapados en el país suramericano
sin encontrar respuesta alguna. ¿La solución? ir a llorar al Saime y entregar por “debajo de la
mesa” unos USD $1100.
Andrea por ahora podrá tener su
“felices para siempre” junto a Dereck, pero ¿cuántos venezolanos más estarán
pasando por la misma situación?.
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