La mayoría de los países latinoamericanos tienen registros
impresionantes de sus combates contra la malaria. Los casos detectados en
la región disminuyeron en un tercio entre 2010 y 2015, según la Organización
Mundial de la Salud (OMS), gracias en parte al aumento del gasto en salud.
Por The Economist | Traducción libre del inglés por lapatilla.com,
12/10/2017
Al mismo tiempo, las tasas de mortalidad de quienes han
contraído malaria disminuyeron en un 37%. Sin embargo, hay un caso atípico:
Venezuela. En 2015, el país sumaba el 30% de todos los casos de malaria
informados en las Américas, más que Brasil, que tiene más de seis veces más
personas. Según el gobierno venezolano, se reportaron 240.000 casos de la
enfermedad en 2016, un aumento del 76% con respecto al año anterior. José Félix
Oletta, médico y ex ministro de Salud, estima que más de medio millón de
venezolanos contraerán malaria en 2017. ¿Qué explica el terrible historial del
país?
El reciente retroceso de Venezuela se debe mucho a su decadente
economía. Los controles de importación y la escasez de divisas han provocado
una escasez de los medicamentos necesarios para tratar la enfermedad. Unos
50,000 venezolanos han respondido a la crisis económica del
país incorporándose a la minería ilegal y mudándose a áreas rurales donde
prosperan los mosquitos. Los agujeros que cavan recogen agua, proporcionando a
los insectos un terreno de reproducción ideal. La malaria es abundante en estas
áreas: en 2013, el 60% de todos los casos de malaria en Venezuela ocurrieron en
Sifontes, un municipio minero fronterizo con Guyana. Los trabajadores, muchos
de los cuales viajan desde toda Venezuela, son las incubadoras perfectas para
la enfermedad. Se mueven con frecuencia de una región a otra y con frecuencia
no pueden pagar el tratamiento. Cuando regresan a las ciudades, el virus puede
propagarse rápidamente.
Nicolás Maduro, el chapucero presidente del país, ha exacerbado
la crisis. En mayo, despidió a la ministra de Salud, Antonieta Caporale, luego
de que ella publicara las estadísticas sobre casos reportados de malaria y
otras enfermedades por primera vez en dos años. Ninguno se ha publicado desde
entonces.
Maduro culpa a la escasez de medicamentos a una supuesta “guerra
económica” y ha pedido que la ONU brinde apoyo. En agosto, UNICEF anunció que
estaba donando 95,000 medicamentos antipalúdicos al gobierno para el
tratamiento de niños. Pero no hay ni una pequeña señal de que la enfermedad
está siendo contenida. Los vecinos de Venezuela están preocupados. En Brasil,
con quien Venezuela comparte una frontera porosa, están particularmente en
riesgo gracias a las minas ilegales que operan en su lado de la frontera. La
incompetencia del señor Maduro está costando vidas y deshaciendo décadas de
trabajo duro.
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