Por René Núñez, 20/11/2017
Desde la antigüedad los seres humanos han
venido abandonando sus lugares de origen en búsqueda de mayores y mejores
condiciones y beneficios que garanticen su prosperidad, seguridad y
bienestar personal o familiar. Emigran por educación, por trabajo, por libertades,
por seguridad, por una calidad de vida integral. En fin, porque en sus
países los sistemas políticos instaurados no les garantizan el derecho humano a
ser felices y libres.
Eduard Punsent define la felicidad como
“la ausencia de miedo”. Sostiene que cuando no tenemos miedo y, miramos
al presente y al futuro con esperanza y optimismo, somos felices.
Justo ese es el temor que se ha venido
apoderando progresivamente de la población venezolana para emigrar.
Venezuela ha pasado en la última década
de ser un país de inmigración a uno de emigración. Se estima que más de dos
millones de venezolanos han salido atemorizados fundamentalmente por el
presente y el futuro de Venezuela, bajo el actual modelo político y
económico desde 1999. Por ese éxodo, ya se han constituido colonias importantes
de venezolanos en España, Estados Unidos, Chile, Ecuador, Colombia, Panamá,
México, Costa Rica y Brasil.
A Estados Unidos se habrían ido alrededor
de 450.000 nativos, a Colombia unos 470.000 y a España más de 300.000. La
tendencia a emigrar sigue en alza al calor de la gravedad de la crisis.
La mayoría de esas personas que se fueron
no quieren volver. Ya formaron raíces en otras tierras y quieren olvidarse de
lo que es vivir en Venezuela. Sin embargo, otros no pierden la esperanza de que
esa situación mejore para volver a su hogar, a sus tierras y para estar cerca
de sus seres queridos.
Lo más preocupante de esa emigración
forzosa, son los talentos, los profesionales con experiencia, una generación de
relevo necesaria que todo gobierno serio y responsable con el progreso y
desarrollo humano de sus ciudadanos debería preocupar y ocuparse de evitarla.
Para los venezolanos hace unos 18 años
atrás la emigración no estaba dentro de sus prioridades de vida; lo que sin
duda, ha de llamarnos a todos a una sensata y equilibrada reflexión para
estudiar el fenómeno con patriotismo, inteligencia y madurez en procura de no
solo analizar sus causas con detenimiento y responsabilidad sino también para
aunar esfuerzos en la construcción de una unidad nacional que inspire confianza
y credibilidad alrededor de un proyecto país garante de la institucionalidad,
la ética de gestión pública y un plan de desarrollo sustentable y
descentralizado, viable en lo económico, con equidad social y protector del
medio ambiente. Pero eso sí sobre la base de una Educación integral que nos
garantice elegir mejores gobiernos, dirigentes y empleos decentes.
Twitter:@renenunez51
Instagram: @nuñezrodriguezrenejesus
(edición 1423)
Tomado de:
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