Nelson Peñaherrera Castillo 02 de noviembre de 2017
@NelsonSullana
Hace
tiempo que tengo entre mis pendientes escribir sobre algunas de las personas
que han tenido que escapar, ya no migrar, de Venezuela debido a la crisis
política causada por Nicolás Maduro y que están hallando un nuevo hogar en el
Perú, país hermano no solo por la vecindad sudamericana sino porque fue un
venezolano quien selló la emancipación del continente en nuestro país.
Al
menos uno de los consensos familiares es guardar mucha empatía y condolernos
por la situación que viven los venezolanos dentro y fuera de su territorio, en
parte por una reciprocidad directa: uno de mis tíos migró a Carabobo durante el
auge del petróleo y eventualmente triunfó y se integró a la vida de ese país.
Pero también conectamos con el espíritu de esa nación porque rechazamos todo
tipo de dictadura o atisbo dictatorial, porque lo combatimos en su momento y
porque creemos que la democracia es el mejor escenario para crecer y trascender
como individuos y como ciudadanos.
Dicho
sea de paso, como lo conté por acá, uno de mis primos tuvo que escaparse
-literal- del país (porque la frontera estaba cerrada) una vez que la crisis
solo preveía violencia, hambre y muerte por el fuego cruzado de chavistas y
demócratas.
Ésa es
una de las razones por la que la bilis se me subleva supremamente cuando hay
cada tarado en redes sociales que se expresa xenófobamente de estos hermanos y
estas hermanas, como si dentro del país muchos y muchas no fuésemos migrantes.
en algún momento escribí que la propia Sullana es una ciudad de migrantes,
duela a quien le duela, alégrese quien se alegre, y debemos celebrar la
diversidad que eso significa.
El
otro hecho que me molesta profundamente es cuando hay cada peruano tarado que
paga las arepas que con diligencia (y mucho aceite) hacen los venezolanos
refugiados con cinco soles falsos. Claro, el peruano es 'vivo' haciendo bobo al
resto. ¿Qué pasaría si la situación fuera la de un peruano refugiado en
Venezuela a quien le pagaran el palito de anticuchos con cinco bolívares
falsos? Mínimo que arma bronca, ¿no?
Ser
refugiado no es fácil porque significa dejarlo todo y comenzar desde cero en
muchos casos.
La
referencia análoga más cercana al episodio venezolano la tenemos en los cubanos
que dejaron la dictadura de los Castro para asentarse en la Florida, una zona
recreativa y agrícola, que eventualmente se ha convertido en una de las
cosmópolis más pujantes de los Estados Unidos: Miami-Dade. Aunque al presidente
Trump se le olvida, su resort personal en Fort Lauderdale es acogedor gracias
al trabajo de migrantes hispanos, quienes siguieron el ejemplo de esa primera
oleada cubana.
Preveo
que lo mismo pasará con Perú y todas las naciones que están acogiendo
refugiados venezolanos, salvando los contextos particulares de cada nación. De
hecho, creo que el auge sociocultural se hará más patente en Colombia y Chile,
lo que significa un mayor crecimiento económico, a juzgar por el comentario
positivo que existe sobre los venezolanos en estos países.
En
efecto acá, un amigo en Chiclayo se deshacía en elogios cuando describía la
actitud de estas personas: laboriosos, ágiles, hiperactivos y rumbosos, siempre
con la moral en alto; ¡ah!, y encima empáticos y de buen trato.
Sé que
en Piura también algunos se están estableciendo y poniendo negocios o
trabajando en ellos. Mi hermano menor que vive en la capital departamental
tiene el mismo concepto de los que ha podido conocer, aunque también tiene la
teoría de que en esta primera oleada estaremos recibiendo a esos refugiados que
saben lo que es ganarse la vida y no harán otra cosa que seguirlo haciendo
metiéndole músculo y creatividad. Mi hermano pronostica una segunda oleada que
también aportará crecimiento sobre los pasos de los primeros, y una tercera
oleada donde quizás no nos llegue la gente más entusiasta o laboriosa, y en
todo caso veremos qué pasa.
¿éso
justifica las posiciones patrioteras y chauvinistas? No, de ninguna manera.
Para controlar los excesos tenemos un sistema legal, y en todo caso se lo
dejamos a él; pero, si el pronóstico de mi hermano falla, y resulta que esta
oleada tricolor (por su bandera, por si acaso) resulta inyectando proactividad,
competitividad, justicia y buena vecindad, ¿por qué cerrarnos? ¿No querríamos
que nos traten solidariamente si acaso alguna vez tenemos que escapar de
nuestro país si se volviera hostil e inviable?
Buscando
inspiración para esta columna, hallé que ya tienen una comunidad virtual bien
consolidada y hasta un sitio web en el que se están informando de datos útiles:
http://venezolanosenperu.com/
Aún
insistiré con llegar a conectar con esos venezolanos y esas venezolanas que
lograron afincarse en Piura, a conocer sus historias, a medir el aporte que su
presencia significará en nuestras vidas, a combinar culturas... y a pedir
disculpas por los cinco soles falsos que a veces algún compatriota tarado les
da como si la viveza fuera la mejor forma de conducirse en sociedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario