RICARDO LAGO 26 de noviembre de 2017
En mi
columna anterior afirmaba que el caos económico que hemos visto hasta ahora no
es nada comparado con lo que viene. Decía, también, que los datos
macroeconómicos venezolanos son un misterio. El Banco Central actualiza la
información tarde y mal. Por ejemplo, el último dato de inflación corresponde a
2015, reporta una tasa anual de 180%, algo que el sufrido ciudadano sabe que no
es cierto. Pero hay datos que no se pueden esconder como el tipo de cambio
libre, conocido como el dólar Cúcuta por la cotización del bolívar en dicha
ciudad colombiana fronteriza con Venezuela.
En la
gráfica presento la cotización mensual del dólar Cúcuta desde 2012 hasta hoy y
la comparo con la correspondiente al tipo de cambio inti/dólar-Ocoña desde 1985
a 1990. Utilizo dichos periodos de referencia porque en 2012 el tipo de cambio
del bolívar sobrepasó el listón de 10 por dólar, lo que ocurrió en Perú en
1985.
El
viernes último, el dólar se cotizaba a 82,000 bolívares, casi el doble de su
precio hace 30 días y cerca del cuádruple en relación al tipo de cambio de hace
60 días, que fue 22,000 bolívares. El milagro del interés compuesto –maldición
en este caso es la palabra adecuada– nos dice que si la tasa de devaluación de
los últimos dos meses se mantuviera durante los próximos doce, el tipo de
cambio se treparía a 200 millones de bolívares por dólar a finales de 2018. Peor
que en el Perú de 1990, pues recordemos que, durante el programa de ajuste en
1990–91, el tipo de cambio empezó a estabilizarse en torno al millón de intis
por dólar; millón que, poco después con el cambio de unidad monetaria, pasó a
ser un nuevo sol.
Como
no haya pronto un cambio de régimen político y económico, la hiperinflación y
el colapso venezolano van camino de seguir los derroteros de Zimbabue hace una
década, donde cada día la moneda perdía la mitad de su valor y el gobierno tuvo
que emitir un billete de 100 billones; Maduro todavía anda por el de 100 mil.
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