Yedzenia Gainza 25 de diciembre de 2017
Cuando
uno entra a lugares como centros comerciales, hospitales, restaurantes,
encuentra un cartel que dice: “Prohibido portar armas de fuego en este
espacio”. Como si ese cartel fuera suficiente para evitar las tres muertes
violentas que cada hora se producen en el territorio nacional.
Ese
cartel refleja una falsa preocupación del régimen por demostrar que hace algo
por la seguridad de los venezolanos, como si el uso de armas de fuego estuviera
supeditado a la existencia o no de una pistola en un pálido círculo, igual que
una prohibición de fumar. El chavismo pretende que asesinos que no respetan la
vida, le ley, la luz del sol, la cantidad de gente en la calle, la edad, ni
mucho menos las súplicas de sus víctimas cuando son encañonadas, obedezcan un
cartel que prohíbe el porte armas. El mismo gobierno que llena las calles de
matones uniformados y ordena que disparen a quemarropa a jóvenes estudiantes
que protestan para tener una vida digna, en libertad, aspira a que los
malandros no uniformados utilizados para amedrentar a opositores no anden por
ahí con armas de fuego cuando no se les pide.
Y ahí
estaba yo, como pajarito en grama cuando a las diez de la mañana saqué mi
cámara los segundos suficientes para hacer una foto en un lugar donde a cada
rato atracan a punta de pistola. Luego desaparecí en el edificio intentando
camuflarme entre la gente por si algún malandro me venía siguiendo dispuesto a
demostrar que ese cartel no sirve para un carajo.
Caracas,
Maturín, Ciudad Guayana y Valencia ocupan el primer, sexto, octavo y noveno
puesto de las ciudades más violentas del mundo. Si los cartelitos fueran tan
efectivos, las morgues no estarían llenas de cadáveres agujereados a punta de
plomo. Pero claro, se pone un dibujito con unas letras confiando en la
obediencia de quienes reinan en las calles de este país repartiendo balas como
si se tratara de caramelos en una piñata.
Salí del
edificio en compañía de otras personas que en perfecta sincronía con el
conductor llegamos al punto de recogida justo cuando estaba deteniéndose el
carro que nos iba a transportar. Porque
la verdadera obediencia está en moverse con rapidez cuando alguien dice:
“salgan que estoy llegando”, no en los carteles ridículos que hasta darían
risa si no fuera por la cantidad de
personas que han sido víctimas del hampa frente a ellos.
Tomado de: http://yedzeniagainza.com/dia-6-obediencia/
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