SABRINA MARTÍN 02 de diciembre de 2017
@SABRINAMARTINR
Cuando
a un venezolano se le ordena su persecución los aeropuertos no son la mejor opción
para salir, sin embargo, en el país ha crecido un “equipo de extracción” que
está formado por civiles y militares que ayuda a los perseguidos políticos a
recuperar su libertad.
Pensar
contrarreloj, empacar un bolso con pertenencias, encomendarse a Dios y vivir
una “aventura” peliculesca es parte de lo que enfrentan los perseguidos
políticos para salir de Venezuela.
Hay
casos de huidas de funcionarios que “traicionaron” al régimen de Nicolás
Maduro, y hay otros casos que simplemente se enmarcan en buscar una libertad
que la dictadura les arrebató solo por ser disidentes o por exigir respeto a la
Constitución.
En el
país suramericano hay más de 7.000 personas con medidas restrictivas de
libertad, personas que no están del todo libres, ya que no pueden viajar,
manifestarse, escribir en las redes sociales o, simplemente, entablar
denuncias. Ante esta situación, son cientos los perseguidos políticos que han
decidio dejar su país a costa de lo que sea.
Disfrazados
de religiosos, en bote o a pie, algunos venezolanos han logrado huir de la
persecución; y ahora desde otras fronteras decidieron emprender una “lucha”
contra la dictadura de Nicolás Maduro. A continuación, algunos de los casos.
Ayuda militar
El más
reciente caso es el del alcalde Antonio Ledezma, quien por más de 1.000 días
fue preso político en Venezuela. Una vez salió del país confesó que para
escapar de las ataduras de la dictadura contó con la ayuda de “militares
inconformes”. Dijo que huyó por tierra y logró pasar al menos 30 puntos de
control de la guardia y la Policía Nacional en su recorrido por las carreteras
del país.
El
opositor cuenta que a “diez pasos” de conseguir la libertad una mujer lo
identificó, pero un guardia le dijo: “Pase y siga su lucha”. No fue hasta que
consiguió entrar en territorio colombiano que se sintió a salvo.
Acualmente,
Ledezma cuenta con la protección del Gobierno de España, pero se conoció que
para su fuga contó con la ayuda de Andrés Pastrana, expresidente de Colombia.
En lancha
Otro
caso es el de la fiscal general de Venezuela, Luisa Ortega Díaz, quien huyó del
régimen de Nicolás Maduro luego de manifestar su rechazo al golpe de Estado
emprendido por el Tribunal Supremo de Justicia y tras una orden de captura en
su contra.
Ortega,
junto a su esposo Germán Ferrer, salieron en lancha rápida desde la Península
de Paraguaná en Venezuela, hacia Aruba y posteriormente abordó un avión con
destino a Bogotá en Colombia. La fiscal actualmente cuenta con la protección
del Gobierno de Juan Manuel Santos.
El
alcalde venezolano, David Smolansky, quien también tiene una orden de captura
en su contra, logró salir de su país vestido como religioso.
Contó
que su huida no fue improvisada y que ya había estudiado al menos siete rutas
de salida durante los días que estuvo en la clandestinidad.
Para
salir del territorio venezolano se afeitó la barba, se puso anteojos y decidió
actuar como religioso con acento colombiano. Tuvo que dar explicaciones en la
frontera con Brasil: “Soy seminarista y quiero ayudar a gente que no tiene
comida”. Un guardia le contestó: “Eso es muy importante, aquí está faltando
mucho la comida”.
Smolansky
informó que contó con la ayuda del canciller brasileño Aloysio Nunes.
Equipos
de extracción
Para
conocer más detalles de las curiosas salidas de perseguidos políticos desde
Venezuela, PanAm Post contactó al expreso político Salvatore Lucchese y a los
magistrados en el exilio Gabriel Calleja y Rafael Antonio Ortega. Todos ellos,
contaron con la ayuda de un “equipo de extracción” especializado y con el
respaldo incondicional de “personas de buena voluntad”.
En
entrevista para PanAm Post, Salvatore Lucchese —quien estuvo preso junto a
Leopoldo López en la cárcel de Ramo Verde durante un año se encuentra en el
exilio tras existir otra orden de captura en su contra— explicó cómo escapó de
la dictadura venezolana:
“No
fue muy complejo, pero sí muy traumático, a mí me llamó una persona que me dio
48 horas para que estuviera en San Antonio del Táchira, porque me ayudarían a
salir.
Tuve
que organizar un operativo de varios carros, unos iban adelante para detectar
cada alcabala que íbamos pasando y me iban avisando. Cada punto de control que
yo no podía esquivar, tenía que bajarme del vehículo y meterme a través de la
maleza y caminar hasta poder pasar la alcabala y volverme a montar en el
vehículo.
En esa
oportunidad pasamos 43 puntos de control, llegué a San Cristóbal (estado
fronterizo con Colombia) después de casi 19 horas, ya que tuve que bajarme del
carro en al menos 12 alcabalas.
Me
quedé una noche en San Cristóbal y al día siguiente salí para la frontera; allí
me guiaron y a través de una trocha (camino de tierra) caminamos y logré llegar
a Colombia.
Una
vez pisé ese país, pude agradecerle personalmente a la canciller María Ángela
Holguín, allí me recibieron y en menos de 12 horas viajé a Estados Unidos.
Nosotros
tenemos un buen equipo de extracción que lo pongo a la orden de todos los
venezolanos que están perseguidos. Primero se tienen que comunicar con nosotros
y nosotros verificamos si son realmente perseguidos políticos.
Tenemos
medios relativamente seguros para poder ayudar a nuestros hermanos venezolanos
a que salgan de esa pesadilla”.
Con
“asma”: Rafael Antonio Ortega, magistrado en el exilio, le contó al PanAm Post
cómo fue la travesía que tuvo que enfrentar para salir de Venezuela. Confesó
que debió alegar que sufría de asma para poder esquivar algunos puntos de
control militar y al igual que Lucchese, contó con un “equipo de extracción”.
“Luego
de la juramentación nos reunimos unos magistrados en Caracas, cuando entró
asustado el magistrado Ángel Zerpa y dijo que lo venían siguiendo;
posteriormente él fue el único que estuvo detenido por el régimen luego de la
juramentación. A él lo tenían en el ojo porque era el abogado de la fiscal
Luisa Ortega Díaz.
Cuando
salí de esa reunión, ya no me pude dirigir a mi casa porque tenía sospechas de
que también me pudieran seguir hasta mi hogar. Allí pasé tres noches en una
zona de Caracas, y luego me dirigí a La Castellana a casa de unos familiares
porque esa es la zona donde está la mayoría de las embajadas de Venezuela. Yo
me dirigí a la embajada de Perú, no a pedir asilo, sino para ver si me podían
ayudar a trasladarme a la frontera con Colombia.
Allí
me atendieron muy bien, pero decidí ponerme en contacto con el magistrado Pedro
Troconis quien es mi amigo, y me dijo que saliera y que él me ayudaría, ya que
aún en las alcabalas militares no tenían nuestras fotos.
Llamé
a un familiar y me ayudó a alquilar un autobús de turismo pequeño, y a las 3 de
la mañana del 1 de agosto salí con mi familia rumbo a la frontera con Colombia.
Estaba
con mis dos hijos y mi esposa; sin dinero porque a nosotros los magistrados nos
congelaron los bienes y las cuentas. Atravesamos Caracas, Barquisimeto y
llegamos a San Antonio en la frontera con Colombia.
Como
una semana antes un río se había llevado la carretera que nos llevaba a la
frontera, el autobús no pudo continuar.
Tuvimos
que montar lo poco que teníamos en una carretilla y caminar; luego nos montamos
en una camioneta pick up y a menos de 100 metros había una manifestación de
venezolanos exigiendo gas doméstico; allí no nos querían dejar pasar y tuve que
alegar que tenía asma y que necesitaba cruzar a Cúcuta para que me atendiera un
médico.
El
guardia me dijo: “si puede pasar pase”, tuve que discutir con la gente para que
me dejara pasar y allí agarramos un taxi y tuvimos que subir por una colina.
Más
adelante había una teniente que nos hizo bajar del carro y en el momento en que
me iba a revisar la maleta, tuve que volver a alegar que estaba enfermo de
asma; gracias a eso, la teniente nos dejó pasar.
Cuando
llegamos a San Antonio nos estaban esperando los que nosotros llamamos “los
extractores” que son personas que nos estaban colaborando a salir de Venezuela.
Ahí,
ellos nos quitaron la maleta y yo lo que tenía en la mano eran los 4
pasaportes, un funcionario de migración me quitó los pasaportes, pero en ese
momento uno de migración Colombia le dijo: “Son invitados míos”, y le quitó los
pasaportes. Logré pasar y ya en Colombia en Migración estaba el magistrado
Pedro Troconis que nos recibió.
Allí
entramos a la oficina del jefe de Migración y nos dijeron que éramos libres,
que nos sintiéramos en casa.
Pero
en Cúcuta pasó algo grave; habían personas de la policía política venezoalana
SEBIN; una persona de confianza nos dijo que saliéramos de Cúcuta y de ahí
buscamos como movernos. Una fundación venezolana en Colombia nos pagó los
pasajes de avión y en Bogotá la Cancillería ayudó y nos otorgó la
documentación”.
Bajo
perfil: PanAm Post también contactó al magistrado del legítimo Tribunal Supremo
de Justicia en el exilio, Gabriel Calleja, quien logró salir de Venezuela por
tierra y una vez llegó a Colombia también viajó a Estados Unidos.
Hay
que recordar que el pasado 21 de julio, tal y como lo establece la Constitución
de Venezuela, la Asamblea Nacional designó y juramentó a los integrantes del
poder judicial, que previamente se sometieron ante un Comité de Postulaciones.
Sin embargo, apenas horas después del acto, la dictadura de Maduro los
desconoció y acusó de usurpar funciones del poder judicial chavista. A partir
de allí empezó la persecución:
“Mi
salida se dio con muchos inconvenientes porque la única manera de salir es por
vía clandestina. Tuve que superar puestos de control, ausencias de alimentos y
de gasolina en el camino.
Cuando
yo salí fue en el momento donde había una crisis de gasolina severa, no había
combustible en las estaciones de llenado y tuvimos que acudir a otros modos
para poder abastecer el vehículo.
Siempre
existe el temor a ser aprehendido y son horas de mucha angustia porque uno
siente que está en riesgo.
Yo no
me tuve que disfrazar porque no tengo la visibilidad que tienen otros
perseguidos políticos, no tuve que ocultar mi identidad, pero desde luego tuve
mucho temor. Pude salir normal por la frontera sin sellar el pasaporte, para
evitar que me retuvieran.
En
Colombia recibí ayuda por parte de las autoridades colombianas, y de ahí viajé
a Estados Unidos, yo solo quería estar en un sitio en el cual no fuera objeto
de detención por parte de la policía política”.
Para
estos venezolanos no fue fácil contar estas experiencias que quedarán para siempre
en sus memorias, tras una persecución por parte de una dictadura que utiliza a
los presos políticos como “fichas de ajedrez”.
Cada
uno de ellos confesó que tiene la esperanza de regresar a Venezuela, pero que,
por ahora, desde el exilio lucharán por recuperar la democracia en el país
suramericano.
Como
lo comentó el magistrado Ortega: “Nosotros no huímos, quienes huyen son los
cobardes, los que cometieron delitos; nosotros solo buscamos la libertad y el
bienestar de nuestras familias, dormimos con nuestras consciencias tranquilas”.
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