Jesús Gambús Abad 18 de diciembre de 2017
Marlene
Quijada no está de ánimo para arbolitos. El pino de plástico
que guarda en una bolsa plástica se quedó en el escaparate esperando una mejor
ocasión.
Quizás
el año próximo - dice- pensando en que 2018 permitirá que la familia vuelva a
estar junta compartiendo lo que se pueda, pero junta.
Marlene,
de unos sesenta años, trabajadora informal es una de las madres que tiene la
mente un vecindario de Lima, hoy convertido en la segunda patria de José y
Sofía, sus dos hijos que se fueron a buscar una vida mejor el pasado mes de
febrero.
Corazón de Skype. No hay algo que emocione más a Fernanda Matute, liceista, de 19 años recién cumplidos que escuchar el repiqueteo de la llamada de Skype que entra en su tableta. Se pregunta y nos pregunta, qué sería de la gente si no existiese un servicio así que acorta las distancias.
Corazón de Skype. No hay algo que emocione más a Fernanda Matute, liceista, de 19 años recién cumplidos que escuchar el repiqueteo de la llamada de Skype que entra en su tableta. Se pregunta y nos pregunta, qué sería de la gente si no existiese un servicio así que acorta las distancias.
Fernanda
tiene motivos de sobra para que el corazón le salte con el sonido
característico. Desde Miami, su novio Willy debe darle noticias de un empleo
que le ofrecieron.
“No es
gran cosa, pero lo va a ayudar a pagar la habitación que comparte con un pana,
otro venezolano que se fue y decidió quedarse porque los malandros lo tenían de
sopa”.
El motor de la inmigración. Las historias de inmigrantes saltan por todos lados en la Venezuela de hoy, mucho más en estos días navideños en lo que las circunstancias han roto las más sólidas tradiciones.
El motor de la inmigración. Las historias de inmigrantes saltan por todos lados en la Venezuela de hoy, mucho más en estos días navideños en lo que las circunstancias han roto las más sólidas tradiciones.
Los
relatos nos llegan con lujo de detalles desde los confines del mundo: Estados
Unidos, Colombia, España, Perú, Brasil, Chile, Argentina, Trinidad y hasta
destinos tan lejanos como Irlanda y Australia.
Como
nunca antes en la historia del país, millones de compatriotas buscan escape en
otras latitudes, unos en carácter de inmigrantes, otros, bajo la figura del
refugio político, aprovechándose o no de algún status de sus antepasados
familiares..
No les
importa tanto si son mal o bien recibidos. La crisis de alimentos, medicinas,
caos asistencial, inseguridad, devaluación indetenible, hiperinflación y la
crispación política son más que suficientes para aventurarse a otra realidad y
vivir sorpresas en puestos migratorios y servicios de aduana.
Salidas múltiples. La diáspora ya no opera con exclusividad desde el aeropuerto internacional Simón Bolívar, los venezolanos de profesiones y oficios diferentes, sin distingo de sexo, jovenes y viejos, se mueven a la frontera para asentarse o bien buscar tránsito a otros destinos, dada la cada vez más reducida oferta de vuelos hacia el extranjero.
Salidas múltiples. La diáspora ya no opera con exclusividad desde el aeropuerto internacional Simón Bolívar, los venezolanos de profesiones y oficios diferentes, sin distingo de sexo, jovenes y viejos, se mueven a la frontera para asentarse o bien buscar tránsito a otros destinos, dada la cada vez más reducida oferta de vuelos hacia el extranjero.
Bienvenidos
y mal vistos. La recepción a la inmigración venezolana
ha pasado por varias etapas desde que comenzó de manera masiva.
Los
cuadros altos y medios destituídos de la industria petrolera recibieron la
bienvenida en Colombia, Estados Unidos y Canadá, mientras que otros
profesionales lograron engranar en la economía y formalizaron su estatus
migratorio.
Otra
oleada decepcionada con el rumbo del país, igualmente profesional también
recibió el apoyo decidido de los gobiernos de la región.
La más
reciente diáspora, con menos posibilidad económica y menos formación educativa
se ha encontrado con restricciones de visado, deportaciones y hasta rechazo de
varios países que sienten el desequilibrio que produce en sus ciudades, la
llegada de los venezolanos.
“Invasión”
a la madre patria
Las
cifras reveladas este jueves por el Instituto Nacional de Estadística
de España dejan al descubierto parte del drama de la diáspora
venezolana.
De
acuerdo a ese seguimiento, la inmigración que “cruzó el charco” registró el
mayor aumento de residentes extranjeros a lo largo del primer semestre del año.
La
data de los primeros seis meses, indica que el número de inmigrantes ha
aumentado a 10.478, sumando un total de 73.747 residentes.
Los
datos recopilados hasta el 1° de julio de 2017, por las autoridades españolas
fueron difundidos este jueves por el Instituto Nacional de Estadística, existe
un incremento en ese periodo de 16,6%.
Según ABC,
estas cifras confirman que el flujo de venezolanos hacia España de los últimos
años se ha intensificado. De hecho, ese aumento de casi 10.500 residentes
venezolanos casi triplica los 3.675 registrados en el primer semestre del año
2016.
Para
el Instituto Nacional de Estadística los conceptos de
inmigrantes y residentes son diferentes.
Pese a la cifra, Marruecos lleva la delantera en inmigrantes con 17.634 personas, seguido por Colombia( 15.395) , Rumanía (15.300) e Italia (12.928) .
Pese a la cifra, Marruecos lleva la delantera en inmigrantes con 17.634 personas, seguido por Colombia( 15.395) , Rumanía (15.300) e Italia (12.928) .
Estampida.
Señala el diario que alrededor de 2,5 millones de ciudadanos han abandonado
Venezuela, con destino principalmente a Estados Unidos, Colombia e
Italia.
La
publicación recuerda que: “Los primeros seis meses de este 2017 coinciden con
el estallido de la ola de protestas contra el régimen de Nicolás Maduro que se
produjo en primavera y la intensificación de la represión contra los opositores
políticos”.
Antecedentes. En
1998 -un año antes de la llegada de Hugo Chávez a Miraflores- en España residían
46.388 venezolanos, la mayoría hijos de españoles con nacionalidad que
decidieron volver a la "madre patria".
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