martes, 19 de diciembre de 2017

En camino, por ‎@yedzenia



Yedzenia Gaínza 18 de diciembre de 2017

Llevo mucho tiempo sin hablarte, no porque esté brava contigo, sino por el dolor que me produce ver cómo estás.

Para los que siempre estamos hablando el silencio revela el tamaño del roto que se lleva en el alma. Y para los que lo notan, es la alarma que manifiesta la gravedad de lo que está sucediendo.

Desde hace meses tus calles están en un inquietante silencio, pero observándolo todo, como esperando que la rebeldía se sacuda el polvo y decida de nuevo alzar su voz. El silencio ha sido directamente proporcional a la decepción, la impotencia, incluso al miedo a no ser capaz de salir de una situación horrible que poco a poco va dejando más muertos en el intento y más vivos que siguen aturdidos un camino infame que jamás imaginaron ser obligados a recorrer.

No hay desengaño más grande  que descubrir que el enemigo no sólo estaba al frente, sino que siempre estuvo en nuestra propia casa.  Al saberlo por fin se entiende porqué costaba tanto seguir adelante, quién era el que le metía palos a la bicicleta, lo grande y pesado que era el lastre… Las traiciones son tales porque no se esperan, por eso la rabia se apoderó de mí cuando vi a un zorro viejo burlarse de muertos, dolientes, de todos, y ofrecer nuestro futuro, sangre, sudor y lágrimas ante una ilegal Asamblea Nacional Constituyente.

Cuando se identifica una rémora, hay que soltarla y seguir sin ella. Tú rémora es parte de tu enemigo, y a los enemigos se les mira de frente, se les tiene cerca, pero no se les mete en casa.

Me acerco, no tengo ventana pero no la necesito. Cierro los ojos y veo tu verde, siento tu olor, oigo tu llanto conviviendo con tu inexplicable sonrisa en medio del caos. Sé que estás harta de gritar sin que nadie te escuche y pienso en esos tontos que pelean mientras algunos miran y, otros, acostumbrados a pescar en río revuelto, roban tanto a bravucones como a los entretenidos testigos.

No sé si al llegar te reconoceré, tampoco si tú lo harás. Supongo que sí, a un amor se le reconoce en la mirada. No sé lo que me espera los próximos días, sé lo que te pasa, pero también que voy rumbo a una brutalidad para la cual no hay palabras. Sé que voy a llorar mucho, pero ya siento moverse en mi pecho eso que se pondrá como caballo desbocado en la sabana cuando toque tu suelo y me arrope tu cielo.

Querida Venezuela, vamos a volver a vernos, por eso ahora rompo mi silencio y comienzo un diario en el que le cuento al mundo cómo estás. Será muy duro, pero así es tu realidad.

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