Yedzenia Gaínza 18 de diciembre de 2017
Llevo
mucho tiempo sin hablarte, no porque esté brava contigo, sino por el dolor que
me produce ver cómo estás.
Para
los que siempre estamos hablando el silencio revela el tamaño del roto que se
lleva en el alma. Y para los que lo notan, es la alarma que manifiesta la
gravedad de lo que está sucediendo.
Desde
hace meses tus calles están en un inquietante silencio, pero observándolo todo,
como esperando que la rebeldía se sacuda el polvo y decida de nuevo alzar su
voz. El silencio ha sido directamente proporcional a la decepción, la
impotencia, incluso al miedo a no ser capaz de salir de una situación horrible
que poco a poco va dejando más muertos en el intento y más vivos que siguen
aturdidos un camino infame que jamás imaginaron ser obligados a recorrer.
No hay
desengaño más grande que descubrir que
el enemigo no sólo estaba al frente, sino que siempre estuvo en nuestra propia
casa. Al saberlo por fin se entiende
porqué costaba tanto seguir adelante, quién era el que le metía palos a la
bicicleta, lo grande y pesado que era el lastre… Las traiciones son tales
porque no se esperan, por eso la rabia se apoderó de mí cuando vi a un zorro
viejo burlarse de muertos, dolientes, de todos, y ofrecer nuestro futuro,
sangre, sudor y lágrimas ante una ilegal Asamblea Nacional Constituyente.
Cuando
se identifica una rémora, hay que soltarla y seguir sin ella. Tú rémora es
parte de tu enemigo, y a los enemigos se les mira de frente, se les tiene
cerca, pero no se les mete en casa.
Me
acerco, no tengo ventana pero no la necesito. Cierro los ojos y veo tu verde,
siento tu olor, oigo tu llanto conviviendo con tu inexplicable sonrisa en medio
del caos. Sé que estás harta de gritar sin que nadie te escuche y pienso en
esos tontos que pelean mientras algunos miran y, otros, acostumbrados a pescar
en río revuelto, roban tanto a bravucones como a los entretenidos testigos.
No sé
si al llegar te reconoceré, tampoco si tú lo harás. Supongo que sí, a un amor
se le reconoce en la mirada. No sé lo que me espera los próximos días, sé lo
que te pasa, pero también que voy rumbo a una brutalidad para la cual no hay
palabras. Sé que voy a llorar mucho, pero ya siento moverse en mi pecho eso que
se pondrá como caballo desbocado en la sabana cuando toque tu suelo y me arrope
tu cielo.
Querida
Venezuela, vamos a volver a vernos, por eso ahora rompo mi silencio y comienzo
un diario en el que le cuento al mundo cómo estás. Será muy duro, pero así es
tu realidad.
Tomado
de: http://yedzeniagainza.com/en-camino/
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