lunes, 8 de enero de 2018

Día 18: Tramonto sull’Arno, por ‎@yedzenia



Yedzenia Gainza 07 de enero de 2018

Venezuela es un maravilloso y desconocido paraíso para el mundo. La cantidad de petróleo que se encuentra en las profundidades de nuestro territorio y que podría haber sido una fuente inagotable de riqueza palpable para todos nosotros no ha sido más que la causa de una corrupción que se ha multiplicado durante los años de expolio chavista. El potencial turístico que tiene Venezuela ha sido aplastado por la avaricia de un régimen que prefiere sacar dinero rápido con olor a oro negro y a la industria que más ha crecido en los últimos años: el narcotráfico.

Una persona muy querida y yo tenemos la costumbre de hablar cada fin de año para contarnos todo aquello que se nos hubiera escapado durante los meses anteriores, los proyectos que tenemos para el año que llega y, obviamente, para felicitarnos con calma antes que las campanadas, las uvas y la avalancha de mensajes enloquezcan nuestros teléfonos.

Esta vez tuvimos que programar una hora para poder tener nuestra tradicional conversación. No obstante, considerando lo que he estado viviendo últimamente y que aquí cuento sólo por pedacitos, tuvimos que buscar la manera de no convertir un momento bonito en un drama, al menos durante la hora que suele durar la llamada. Para evitar las lágrimas acordamos que cada vez que alguno de los dos estuviera desviándose hacia la terrible situación que vive Venezuela, el otro interrumpiría inmediatamente usando una imagen extraordinaria, de esas que se quedan para siempre en la memoria de quien las ve y que permiten volar por un momento a uno de los lugares más bonitos del mundo en una ocasión especial: el atardecer en el Arno.

Quien haya tenido la suerte de caminar por Florencia sabe que uno de los mejores recuerdos que puede traerse de allí es el sol desapareciendo despacio sobre el río Arno, las primeras estrellas abriéndose paso entre una estela de inigualable amaranto en el cielo toscano.  No hay palabras, simplemente hay que vivirlo.

En condiciones normales Los Roques, Morrocoy, Canaima, el Salto Ángel, el relámpago del Catatumbo y los innumerables tesoros grandes o pequeños que sólo se pueden ver en Venezuela serían suficiente motivo para iluminar mi rostro con una sonrisa imborrable durante mucho tiempo, pero esta vez no puedo, ya que cada uno de estos lugares sólo me recuerda el daño que cada día sufre mi tierra, mi gente, mi vida. Así que mi conversación de fin de año se convirtió en un compasivo “tramonto sull’Arno” aproximadamente cada minuto y medio.

Allá donde estés, gracias por hacer lo posible para frenar el llanto que tantas otras veces has escuchado con paciencia y calmado con dulzura dándome un fuerte abrazo, a pesar de la distancia.

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