Sonia Díaz Mantilla 08 de enero de 2018
Con 19
años en el poder en Venezuela, el chavismo ya logró no sólo quebrar al país
sino a toda su estructura social.
Conozco
a varias personas de los 3 millones que han abandonado a Venezuela en estos
años. Algunos pese a las evidencias, siguen admirando al difunto Chávez, con la
salvedad de que viven fuera y que tienen sus ahorros resguardados no
precisamente en la banca venezolana. Otros estiraron su permanencia hasta que
la quiebra de sus negocios los puso en la duda de si era más importante darle
de comer a sus familias o intentar recuperar lo poco que se salvó de este
infierno. Decidieron lo primero.
Siguen
saliendo, porque como dicen ellos mismos en Venezuela hoy en día hay solo dos
neveras llenas, la de Maduro y sus cercanos y la de la morgue.
Una
conocida con un hogar de tres hijos vive de la siguiente forma: su esposo
trabaja en el Perú, su casa está en Valencia (Venezuela), sus hijos viven uno
en esta última ciudad cuidando la casa y los carros que poseen, para que no se
los expropie el gobierno y las otras dos están en Colombia tratando de terminar
una sus estudios y la otra buscando trabajo. La señora trata de acompañar a su
familia en la medida de lo posible, desgasta el cuerpo y el alma, pero por lo
menos tiene la satisfacción de que pueden comer decentemente, aunque su corazón
esté dividido por las fronteras. Y de esas historias hay miles en todos los
sitios a donde han ido a parar los venezolanos en masa: Estados Unidos, España,
Colombia y todo el sur de América principalmente.
Como
ninguna cosa funciona debidamente allí, los precios de los alimentos cambian
con las horas y difícilmente se puede tener certeza de cuánto se puede adquirir
de acuerdo al cambio del dólar que es un enigma. Un salario básico (real) es de
248 mil bolívares, más una denominada cesta-ticket (ayuda para alimentación)
suman casi 800 mil nuevos bolívares. La mala noticia es que eso son sólo 8
dólares, y habría que ganar mensualmente 5 salarios mínimos, para poder comprar
una canasta básica, sin que quede para nada más.
¿Algún
colombiano quiere que esta historia la repitamos aquí?
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