Yedzenia Gainza 05 de febrero de 2018
Junto
a la lucha diaria por la supervivencia, está el agotador trajín de quienes
arreglan los documentos necesarios para irse del país cuanto antes. No son
pocos los periodistas, médicos, abogados, diseñadores gráficos, ingenieros y
demás profesionales venezolanos que cruzan las fronteras con la intención de
poder trabajar en eso para lo que se prepararon durante años sin saber que
tendrían que empezar de cero en otro lugar donde deben ocultar títulos
universitarios, especializaciones o idiomas que de otra manera sólo servirían
para ser descartados en procesos de selección debido a la sobrecualificación
que ignora las ganas de trabajar.
Las
citas se piden por internet y las abren al mejor estilo chavista, es decir,
cuando les da la gana, el horario es irrelevante. Es posible que un fin de
semana la suerte se fije en el interesado durante las cuarenta y ocho horas en
las que se dedique a intentarlo y sea posible atrapar una. Aparentemente hay un
límite de cien citas diarias en cada registro, aunque la página dice mil
diarias en todo el territorio de un país que está exportando más ciudadanos que
petróleo. Una vez solicitada y confirmada, hay que llevar la documentación a
las siete de la mañana al registro seleccionado donde, por supuesto, hay que
llegar unas cuatro horas antes. Después de un impreciso número de días que
depende de cada registro es posible ir a recoger los papeles apostillados.
Obviamente cada documento lleva un procedimiento
propio previo y debe haber sido refrendado por la autoridad correspondiente. Es
decir, hay que legalizarlo. Esto significa hacer cola en la calle (¿pensaban
que no la habría?) también desde las tres de la mañana y, evidentemente,
ponerse en bandeja de plata para ser asaltado, violado o asesinado. De hecho,
una nueva modalidad muy común en los delincuentes que rondan estas oficinas es
el “secuestro” de los documentos por los que el interesado deberá pagar un
rescate si pretende recuperarlos.
A
quien en cualquier lugar del mundo le parezca que eso de hacer cola fuera de
una oficina de la administración pública no es tan grave y también ocurre en
otros países, seguro le alegrará saber que aquí
la entrega de los documentos no se realiza en un local lleno de gente
sino en medio de la calle. Sí, en medio de la calle. A la hora de recoger un
documento apostillado o no, la cola frente a un centro comercial puede
confundirse con la de la panadería o la del supermercado. Baja un funcionario
del registro y a todo gañote (si le apetece) llama uno a uno a los titulares
para entregar el sobre con los documentos que han triunfado y no dar más
explicación que un “no procesó” a aquellos que sencillamente perdieron la cita,
el tiempo y el dinero a pesar de cumplir con los requisitos imprescindibles.
Como
podrán imaginar, yo andaba con una de esas personas que debe volver a repetir
el proceso de petición de una cita que no procesó. Estuvimos sentadas en la
acera mientras esperábamos al funcionario, no sin antes haber hecho otras
diligencias. Salimos de allí con el sobre en la mano y luego continuamos el
calvario, ahora en la cola para comprar comida.
Que en
Venezuela la demanda de la Apostilla de la Haya se multiplique cada día y ahora
sea mayor que la miserable oferta por parte de la lenta, mediocre y corrupta
administración pública chavista, no es más que un reflejo del porqué ya se
cuentan por millones los venezolanos en el mundo obligados a dejar la propia
tierra para comenzar de cero allende nuestras fronteras y del cártel que lleva
veinte años haciendo todo lo posible por destruir nuestras vidas.
Es
doloroso ver colas de jóvenes desesperados por salir cuanto antes del país del
que nadie quería irse nunca, mientras los creadores de este desastre intentan
atornillarse para seguir aquí disfrutando de la cúpula que se han construido a
punta de plomo, dólares preferenciales y cocaína. Hace mucho que llegó la hora
de sacarlos del poder, son ellos quienes perdieron el derecho a vivir en
nuestro país, ese que tanto nos duele sin importar el tiempo ni la distancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario