Patricia González y María Angelina Castillo 06 de febrero
de 2018
Los
venezolanos no solo llegan a Ecuador en busca de empleo. Invertir también se ha
convertido en una alternativa.
Roberto
Vásquez, de 34 años, era dueño de una empresa de plomería y electricidad en
Caracas. Cerró el negocio, vendió su camioneta y su moto, y se vino a Ecuador.
Salió
de Venezuela en autobús y con USD 3 500 en su maleta. Llegó a Guayaquil el 22
de septiembre pasado y un mes después abrió el restaurante Los Chamos, en
Sauces, en el norte de la ciudad portuaria.
Este
interés en busca de nuevas oportunidades también se refleja en un aumento de la
inversión extranjera directa, que llega desde ese país a Ecuador. Entre enero y
octubre ingresaron al Ecuador USD 10 millones desde Venezuela, cinco veces más
de lo recibido en iguales meses del 2016 cuando se registraron USD 2,5
millones.
Hasta
el 2015, el 70% de la inversión venezolana en Ecuador se destinaba a la
actividad petrolera, especialmente para el campo Sacha, donde tenía una
participación la empresa estatal venezolana Pdvsa.
Tras
su salida de este bloque, la inversión en esta actividad se redujo a cero. Pero
los capitales que llegan a los sectores de comercio y manufactura crecieron. El
95% de los recursos que llega ahora es a estas actividades económicas.
La
diseñadora de modas venezolana, Laura Villagómez, arribó a Ecuador el 9 de
noviembre del 2016 y empezó a confeccionar ropa a la medida.
En
noviembre pasado abrió el emprendimiento Diyclub, junto a las ecuatorianas
Daniela Armendáriz y Lelis Triana, para capacitar a emprendedoras y dueños de
fábricas textiles en la elaboración de ropa interior y trajes de baño.
Para
ello, invirtieron en cinco máquinas de coser e insumos (la mayoría
ecuatorianos). La inversión inicial fue de USD 4 500. Diyclub tiene dos
locales, uno en Quito y otro en Guayaquil, y en marzo abrirá uno adicional en
Sangolquí (Pichincha). Villagómez tenía en Venezuela un taller de costura con
10 empleadas y dos tiendas. Pero aunque trabajaba entre 14 y 16 horas diarias
“nunca tenía dinero, ni para comprar un pollo asado”.
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