Ian Vásquez 28 de febrero de 2018
Cuatro
millones de venezolanos han huido del desastre de la revolución bolivariana en
este siglo; más de un millón en los últimos dos años. La oleada está creciendo,
pero no hay por qué temerle si la región enfrenta bien el reto.
Tampoco
será la primera vez que el fracasado socialismo haya impulsado una emigración
masiva que termina beneficiando a los países de destino. Fue el caso de los
balseros cubanos hacia Estados Unidos en los ochenta, o los rusos judíos hacia
Israel en los noventa, por ejemplo.
Siria
ha producido la más reciente oleada de refugiados a escala masiva debido a su
guerra civil. Unos 5,6 millones de sirios, más de 30% de su población, han sido
recibidos en diversos destinos de maneras distintas. Según el experto Alex
Nowrasteh, las Américas pueden aprender mucho de esa experiencia. A buena hora,
pues según la Institución Brookings, dada la tendencia, la escala del éxodo
venezolano sobrepasará al sirio.
Jordania
y Turquía ofrecen lecciones positivas respecto a los refugiados sirios. A
diferencia de otros países, estos redujeron tanto la carga caritativa que
potencialmente representan los sirios como así también su participación en el
sector informal al permitirles trabajar legalmente. Ambos países liberalizaron
su mercado laboral, lo cual produjo mejores resultados que en otros lados. En
Turquía, donde se encuentran más de 3 millones de refugiados sirios, el salario
promedio de los turcos ha incrementado y los precios al consumidor han caído.
No ha sido así en Europa o algunos países del Medio Oriente, donde las
políticas impiden el trabajo legal de los sirios o que se incorporen al mercado
formal.
El
Perú, Colombia y Brasil han creado permisos temporales de permanencia para los
venezolanos. Dejar vivir y trabajar legalmente a miles de venezolanos es un
paso adelante, pero es una medida de la que deben participar todos los países
de la región, y todos pueden ir más allá de lo que ya se ha hecho. Por ejemplo,
hay más de 100.000 venezolanos en el Perú y hasta fines del 2017 se otorgaron
unos 21.000 permisos. Muchos más venezolanos llegarán y muchos más permisos se
deberían otorgar.
De no
hacerlo, los venezolanos solo se incorporarían al mercado informal, con el
agravante de que estarían ilegalmente en el país, cosa que reduciría más sus
salarios. Legalizar a los venezolanos que quisieran vivir en el Perú, por otro
lado, puede beneficiar al país. La preocupación es que competirían con la mano
de obra peruana y así bajarían los salarios peruanos.
No
tiene que ser así. Un estudio del Banco Mundial analiza la inmigración a
Malasia de 1990 al 2010 y encuentra que los inmigrantes reducen costos de
producción y aumentan lo que se produce. Por lo tanto, con mayor inmigración,
el empleo de los malasios también incrementó sin afectar sus salarios. Según
otro estudio, algo semejante ocurrió en Sudáfrica después del apartheid, cuando
millones de negros sudafricanos que antes sufrieron restricciones severas de
trabajo se incorporaron legalmente al mercado nacional: los salarios de todas
las clases de sudafricanos incrementaron.
Todo
el hemisferio debe enfrentar la crisis migratoria venezolana. Estados Unidos,
donde 59.000 venezolanos han buscado asilo desde el 2014, debería abrir sus
puertas mucho más, como lo hizo con los cubanos en los ochenta. Debería ser
parte de un acuerdo regional en que todos los países del hemisferio se
comprometan a aceptar a, por lo menos, cierta cantidad de refugiados
venezolanos. Además de ser un gesto humanitario necesario, implementar
correctamente estas políticas serviría a los intereses económicos de los
diversos países que participan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario