Tomás Páez 14 de abril de 2018
@TomasPaez
La
semana del 26 al 31 de marzo fue particularmente intensa para las
organizaciones de la diáspora venezolana en Estados Unidos. Se realizaron dos
exitosos y nutridos encuentros en los que participaron ciudadanos, asociaciones
y organizaciones de Venezuela y Estados Unidos. La primera de las reuniones se
llevó a cabo en la ciudad de Miami y fue convocada por Veneamérica y el
Observatorio Hannah Arendt bajo el lema “Democracia y aAutoritarismo en
Venezuela, una mirada abierta a Latinoamérica” y la segunda promovida por Plan
País, en su octava edición, cuyo tema central fue: El papel de la diáspora
venezolana.
Cada
encuentro estuvo animado con propósitos específicos y diferenciados en todos
los ámbitos, desde la modalidad de la convocatoria, pasando por la agenda de
trabajo, la duración del encuentro, el perfil de los participantes y hasta la
forma de hacer seguimiento a los resultados que se alcanzarían en cada uno de
ellos.
Para
empezar, la sola realización de los eventos constituye en sí un verdadero
logro. La creación de estos espacios que congregna a centenares de venezolanos
para reflexionar, intercambias ideas y puntos de vista, analizar y evaluar la
situación actual del país y de la diáspora, de lo que se ha hecho y será
necesario hacer para salir del modelo de la barbarie que destruye a los
venezolanos y a Venezuela, el “socialismo del siglo XXI”, es un esfuerzo que
encierra un inmenso valor.
Los
espacios creados han servido, además, para conectar personas y organizaciones,
para informar de lo que hacen, de los logros alcanzados y de las fallas, para
conocer la gran variedad de iniciativas de las organizaciones participantes y
también para identificar proyectos con el fin de recuperar la democracia y así
poder iniciar el proceso de reconstrucción de Venezuela. En esta oportunidad
resultó posible conectar a las organizaciones promotoras de ambos encuentros.
Las
diferencias de objetivos de cada evento no impiden identificar aquellas
características comunes, que no son pocas. Veamos cuáles son esos rasgos
compartidos. Ambas reuniones, que contaron con una nutrida participación de
venezolanos y demócratas del mundo, confirman el interés y compromiso de la
diáspora con sus compatriotas y con Venezuela. A todos preocupa el dramático
deterioro de las condiciones de vida de los venezolanos y la inocultable crisis
humanitaria que hoy padecen. En cada reunión nos encontramos con el admirable y
silencioso esfuerzo de muchos venezolanos y de las organizaciones que han
creado con el fin de mitigar la escasez de medicinas y alimentos que sufre la
población venezolana.
En los
espacios se abordó con mucha pesadumbre el desplazamiento masivo en un breve
lapso de una sociedad que se hace más pobre cada día, que ejerce una gran
presión sobre los países vecinos y que requiere de la comprensión y el apoyo de
la comunidad internacional. Un eje central de ambos encuentros es el referido
al papel de la diáspora en la recuperación de las libertades y la decencia en
el país. En el caso particular de Miami ya hay varios grupos trabajando en
proyectos específicos para iniciar el proceso de reconstrucción del país,
cuando las condiciones lo permitan, pues todos sabemos que nadie en su sano
juicio invertiría en Venezuela en la situación actual.
Los
encuentros, asimismo, muestran el interés por mejorar la capacidad organizativa
de la diáspora. Se evidencia la necesidad de asegurar mayores grados de
coordinación, articulación y conexión entre las distintas organizaciones para
poder potenciar el impacto de sus acciones. Los encuentros ponen de relieve la
indeclinable voluntad política de sumar el know-how y capital social y
relacional de la diáspora a aquel que existe en el país y que constituye su más
importante activo para el proceso de transición. Con ese objetivo en mente la
agenda de trabajo incluyó a organizaciones que operan en Venezuela para
conectarlas con las de la diáspora.
Otro rasgo
compartido es la enorme conciencia de la necesidad de defender la democracia en
todos los espacios. En torno a este punto no resulta admisible concesión
alguna: hay que evitar que coloquen minas a los espacios democráticos y de
convivencia ciudadana. En el proceso de reconstrucción será necesario superar
el excesivo estatismo que tantos perjuicios ha causado, fortalecer los derechos
del individuo, la defensa de la propiedad privada, el sistema de mercado y el
capital humano, el más importante activo con el que cuenta la sociedad.
Un
rasgo común de las citadas organizaciones, que comparten con el resto de las
que existen en el mundo, es el contraste entre la inmensa voluntad y compromiso
de quienes en ellas participan y los escasos recursos de los que disponen.
Deben hallarlo entre sus afiliados y en organizaciones y empresas, cuyos
aportes hacen posible su mantenimiento.
En las
reuniones de trabajo de Miami se abordaron temas que en la de Boston se
estructuraron en mesas de trabajo que posibilitaron un debate sistemático en
una agenda de temas muy amplia, que incluía: la responsabilidad social del
venezolano, la crisis humanitaria y de alimentos, la educación y el liderazgo
en el desarrollo de una nación, el papel de las ciudades, los emprendedores sin
fronteras, la reconstrucción de la economía venezolana, la estrategia en la
Venezuela pospetrolera, el papel de la diáspora y su papel como catalizador
social un sueño para Venezuela y la reconstrucción y la esperanza, los derechos
humanos y la migración forzada y forzosa y Venezuela en la comunidad
internacional.
El
intercambio de ideas en cada mesa hizo posible fraguar una agenda de trabajo
que contiene propuestas, iniciativas, acuerdos institucionales y proyectos. Se
identificaron opciones y mecanismos para dejar atrás el gran atolladero en el
que el régimen deja al país. Y se acordó la necesidad de hacerle seguimiento
estableciendo nuevas formas de relación sistemática entre todos los
participantes. Esta actitud constructiva que piensa en la forma de mejorar la
calidad de vida de los venezolanos contrasta con la que han expresado voceros
del régimen que están dispuestos a dejar el país en cenizas, o “si no soy yo no
será nadie más”. No necesitaban reafirmarlo, en sus acciones se evidencia el
pérfido carácter destructor de la dictadura.
Fueron
días intensos en los que se exploraron formal e informalmente proyectos y
salidas a la honda crisis que abruma al país. Con lo hecho se avanzó un
importante trecho en todos los planos: organizativo, propositivo, en la
conformación de alianzas y en el plano humano. También se perfeccionó la
caracterización de la diáspora, los temas de cooperación global y la
articulación de los esfuerzos institucionales a escala planetaria. Se adelantó
un trayecto en la creación de mecanismos de cooperación y alianzas para el
desarrollo de proyectos conjuntos.
Tras
estas iniciativas hubo personas, seres humanos que las hicieron realidad. Tuve
el privilegio de participar en ambas reuniones, verdaderos encuentros con la
certeza de la esperanza. Pudimos palpar muy de cerca la inmensa capacidad y
calidad humana, que es además impermeable al desaliento, y que articulado al
capital humano que ha decidido permanecer en el país augura un futuro brillante
para Venezuela. Hasta el mayor de los descreídos, pesimistas o escépticos,
habría salido de estos encuentros con la esperanza en algo y con la convicción
de que saldremos de este periodo de barbarie, de destrucción con la certeza de
que es posible construir un futuro mejor en el que todos tienen cabida con
independencia de dónde se encuentren o de dónde decidan vivir.
El
capital humano, el know-how y las relaciones personales, empresariales e
institucionales constituyen el mayor activo de un país y Venezuela lo tiene
dentro y fuera del mismo. Mientras la dictadura se quedó en los argumentos del
siglo pasado, como los de que “tenemos las reservas petroleras más grandes del
mundo” y el “imperialismo yanqui quiere apropiarse de ellas”, los venezolanos
sobre cuyos hombros recae la recuperación del país saben que hay nuevas
energías que es necesario desarrollar; mientras el régimen habla de
adoctrinamiento, el futuro habla de educación para formar en las competencias
del siglo XXI; mientras el régimen habla de hegemonía comunicacional o
pensamiento único, la Venezuela del futuro habla de libertad y pluralidad.
El
elevado compromiso de todos quienes participaron en las reuniones y el altísimo
nivel personal y académico que exhibieron quienes usaron sus días de vacaciones
para reflexionar sobre el futuro de Venezuela, son la mejor garantía de que
Venezuela saldrá del oscurantismo y atraso de uno de los periodos más lúgubres
de su historia. A los organizadores de los encuentros y a los jóvenes del Plan
País mi reconocimiento y agradecimiento.
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