Paola Ochoa 30 de abril de 2018
Hay que estar salado para salir de Venezuela y llegar a Colombia a que lo gobierne Gustavo Petro.
Dice
una ley de Murphy que toda situación mala es susceptible de empeorar. Y eso es
lo que debe estar pasando por la cabeza de ese millón de venezolanos que ya
llegaron al país en estos últimos años. Porque hay que estar muy salado para
salir huyendo de Venezuela y llegar a Colombia a que lo gobierne a uno Gustavo
Petro. Porque para ellos, para los vecinos, es como salir de Guatemala para
Guatapeor. Como pasar de una historia de suspenso a una de terror.
Primero,
porque ya vienen remamados de oír de subsidios, de ayudas, de mercados baratos,
de promesas de educación gratuita. Porque todas esas promesas terminaron en
hambre, en desabastecimiento de alimentos, en escasez de medicinas y en un
aumento desmedido del costo de vida. La inflación en Venezuela terminará este
año en el 14.000 por ciento, la mayor cifra en toda la historia de la humanidad
después de la de Zimbabue, una pobrísima nación africana cuyo presidente lleva
casi 40 años atornillado a la misma silla.
Precisamente
esos venezolanos llegaron a Colombia en busca de una chanfa para sostener a sus
familias. Y no tuvieron otra alternativa que venirse a trabajar aquí, a
sabiendas de que les pagaríamos menos por más tiempo. Porque por su condición
de ilegales los explotamos como si fueran esclavos africanos de hace 200 años.
Y aun así, prefieren eso antes que morir de hambre. ¡Cómo estarán de jodidos
esos pobres vecinos inmigrantes!
Hay
que estar muy salado para salir huyendo de Venezuela y llegar a Colombia a que
lo gobierne a uno Gustavo Petro. Porque ese millón de venezolanos salió de su
país hastiado de escuchar sobre compras y expropiaciones de empresas en los
últimos 20 años. Porque recuerdan que lo primero que compró Hugo Chávez fueron
las empresas azucareras, mucho antes que los pozos petroleros, las industrias
de cemento y las fábricas de alimentos. Y ahora les toca mamarse a Gustavo
Petro diciendo que quiere comprar las tierras de los ingenios azucareros para
que los pobres siembren en ellas alimentos.
Pero
ese millón de venezolanos ya no come cuento: aprendieron que los pobres no
saben qué hacer con esas haciendas, ni con las grandes extensiones de tierra. Y
la prueba es la ruina y el abandono en que están hoy las fincas azucareras que
compró Hugo Chávez con la chequera petrolera. Allí no hay producción, ni
trabajadores, ni máquinas, ni capital, ni tecnología, ni azúcar. Solo unas
pocas siembras de alimentos que alcanzan escasamente para los campesinos y
familias que trabajan en esas tierras. Pero ya no sirven para alimentar a una
nación entera, a diferencia de lo que sí ocurría en la Venezuela de otras
épocas.
Tremenda
genialidad de Chávez-Maduro y de todo su combo de seudoestrategas: entregarles
tierra a los más pobres para que todo el país se empobrezca. Qué tonta y
estúpida idea. Dos mil años de historia han comprobado que nadie saca un pollo
sin arriesgar un huevo, ni nadie logra mejoras económicas y de productividad
sin invertir enormes sumas de dinero a cuestas.
Hay
que estar muy salado para salir huyendo de Venezuela y llegar a Colombia a que
lo gobierne a uno Gustavo Petro con las ideas chavistas de hace dos décadas. Es
cierto que acá Petro no tiene el respaldo del Ejército, ni tampoco los chorros
de plata de PDVSA para costear todas sus piruetas financieras. Pero también es
cierto que está prometiendo las mismas estupideces que Chávez y Maduro para
llegar como sea a la presidencia.
Petro
iba bien hasta que empezó a pasarse de la raya. Y comenzó a amenazar con
comprar las tierras de los industriales del Valle del Cauca. Ahí perdió mi voto
por si pasaba a segunda vuelta contra Duque, por quien definitivamente no
votaría nunca. Pero esa explicación se las dejo para una próxima columna. Por
ahora, rezaré para que ocurra un milagro en la primera vuelta y que Fajardo o
De la Calle se logren meter en la contienda.
Tomado
de: http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/paola-ochoa/de-guatemala-a-guatepeor-columna-211504
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