Andrés del Real 01 de mayo de 2018
En
sólo unos meses, la cartelera santiaguina se repletó de bandas, comediantes y
productores de ese país. Un fenómeno impulsado por una creciente colonia de
migrantes decidida a salvar su patrimonio.
Mientras
afinaban los últimos detalles del regreso a Chile de Ricardo Montaner, los
encargados de su próximo concierto en el Movistar Arena informaron de la visita
del baladista en una página de Facebook de venezolanos residentes en Chile. La
idea, cuentan, era sondear el interés entre la colonia por ver a su compatriota
en vivo en estas tierras. La respuesta fue contundente: 6 mil comentarios en 8
horas, que los convencieron de lanzar una preventa especial de entradas para el
público venezolano. “Se vendieron cerca de tres mil tickets en tres días”, cuenta
Claudio Castro, de la productora Free Time.
La
experiencia piloto es una de las primeras que una compañía de este tipo impulsa
en el país, y da cuenta de un fenómeno del que la industria local de los
espectáculos en vivo ya toma nota. Con los cambios en las olas migratorias que
se han producido en Chile en los últimos años, y una cifra total que según las
últimas estimaciones supera el millón de personas nacidas en el extranjero
viviendo actualmente en el país, la cartelera ha ido de a poco adecuando su
oferta para un público que hoy es multicultural. Y en ese panorama, los
venezolanos llevan la batuta.
Quienes
conocen de cerca la situación ya hablan de una escena, un circuito paralelo que
mueve a miles de personas y que en sólo meses convirtió a Santiago en una plaza
ineludible para los más populares artistas del país llanero. Fue el caso de
Guaco, orquesta tropical de Maracaibo que el mes pasado juntó a más de 5 mil
asistentes en el Teatro Caupolicán, y de Desorden Público, institución del ska
caraqueño que en junio regresa a un año de su exitoso paso por la capital. “Los
trajimos en 2014 pero lo de junio pasado fue una locura, con mucha gente en el
público llorando emocionada, porque son bandas que les recuerdan a su tierra, a
sus familias”, cuenta Francisco Padilla, el mismo productor tras el debut de
los venezolanos Rayawana, que a fines de 2017 agotaron dos Club Chocolate.
La
próxima visita de Desorden Público grafica el estado de las cosas, con un show
en conjunto con Los Amigos Invisibles, otro nombre fundamental del rock de la
nación caribeña, en un evento en el Teatro La Cúpula que tendrá barra con
cervezas y comida típica venezolana además de un DJ popular entre la comunidad
residente. Las entradas para el concierto, que se promociona como “la fiesta
para los venezolanos en Chile”, son comercializadas en tiendas y restoranes que
son punto de encuentro para la colonia, como Guaio-io Marketplace y Papelón
Sabroso.
“Comenzamos
a trabajar con más cuidado los contenidos, porque a medida que llegan más
venezolanos, más gente se interesa en hacer conciertos y la idea es generar un
negocio suficientemente competitivo y ético para que todos puedan participar.
De hecho, sumamos decenas de venezolanos a nuestro trabajo, desde el volanteo
hasta el catering, así nos integramos y generamos alianzas”, explica Padilla
sobre el show del 2 de junio.
No
sólo músicos de ese país han convertido a Santiago en destino recurrente.
También exponentes de otras disciplinas, como la comedia y el teatro. Así, el
pasado 28 de marzo, debutó en la capital actor Carlos Fraga, con un “monólogo
teatral de humor reflexivo” en el Teatro Nescafé de las Artes llamado Hombres,
mujeres… sexo sin guerra. En tanto, este sábado 5 en el Teatro Teletón,
regresará con su monólogo Orgasmos la comediante y ex Miss Venezuela Norkys
Batista, declarada enemiga del gobierno por el presidente Nicolás Maduro.
“Los
artistas también ponen de su parte para venir a Chile, a veces sin priorizar lo
económico porque podrían ir a Miami y hacer cinco shows allá. Sin la
colaboración de ellos no lo podríamos lograr”, comenta Belkys Massó, promotora
detrás de las presentaciones de Batista. Nacida en Venezuela, llegó a Chile en
2002 y tras varios años dedicada a la producción de espectáculos ha puesto su
foco en eventos dirigidos a la cada vez más numerosa colonia llanera en el
país, que se estima supera las 300 mil personas.
La casa
Massó
no es la única productora venezolana que realiza espectáculos para sus
compatriotas en Chile. A ella se sumó La Sordera, compañía dedicada al
entretenimiento que en 2016 se mudó a Santiago, y luego de regularizar sus
trámites migratorios ha logrado levantar una interesante cartelera de
conciertos en la capital con grupos como Mesoneros, el rapero Apache, La Vida
Boheme -que se presentó ante un repleto Club Subterráneo- y próximamente el
comediante George Harris, popular exponente del stand up comedy venezolano que
agotó todos los tickets en un solo día para su actuación en el Teatro La Cúpula
del próximo 31 de agosto.
“La
audiencia se ha ido mezclando y va creciendo porque ahora muchos chilenos
tienen un amigo venezolano, así que se termina dando un fenómeno súper
interesante”, asegura Francisco Méndez, fundador de La Sordera, quien también
ha incursionado en la gestión de shows de bandas chilenas. El promotor suma
otra tesis para explicar el éxito de estos espectáculos: “En Venezuela, la
misma crisis terminó centralizando los shows en las grandes ciudades, como
Maracaibo y Caracas, pero como aquí los migrantes son de diversas regiones para
muchos termina siendo la primera vez que ven a los artistas”.
El
próximo evento de La Sordera es el retorno de Caramelos de Cianuro (16 de mayo,
La Cúpula), otro emblema del rock venezolano, quienes también han vivido de
cerca la crisis social que atraviesa su país. De hecho, en 2012, el mánager
histórico de la banda, Libero Iaizzo, fue secuestrado y asesinado en las calles
de Caracas. Su éxito La casa, de 2010, se ha convertido en himno en cada
recital ante sus paisanos fuera de su patria.
“Creo
que tiene que ver con la añoranza, con lo difícil que es emigrar y dejar tantas
cosas atrás. Es algo que nosotros vivimos día a día. Me gusta que la gente
mantenga sus raíces y para nosotros, los artistas, eso muy bueno también”,
comenta Asier Cazalis, vocalista del cuarteto, consultado por la cada vez más
nutrida cartelera venezolana en Santiago.
Si
bien para muchos el fenómeno responde en gran medida al mayor poder adquisitivo
que tendrían los inmigrantes de esa nacionalidad -en comparación con el de
extranjeros de otros países vecinos-, Méndez cree que la explicación radica en
factores más emocionales. “Los otros países no están en crisis humanitaria,
nosotros migramos de uno que está quedando en el olvido. Por lo mismo, tenemos
la responsabilidad de mostrar y rescatar nuestra cultura, tenemos que mantener
vivas nuestras comida, nuestras fiestas y nuestras bandas”, explica.
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