EL UNIVERSAL 11 de junio de 2018
Los
migrantes venezolanos en Cartagena, según el censo que concluyó ayer, son
15.411, muchísimos más de los que inicialmente habían calculado las
autoridades. Es muy probable que muchos venezolanos, por distintos motivos, no
hayan sido contados: porque no pudieron llegar a los sitios del censo por estar
laborando para comer al día siguiente, por no tener dinero para el pasaje, o
simplemente por desconfianza o indiferencia.
Suponemos
que el censo nos dirá cuántos de los migrantes son binacionales, es decir, de
padres colombianos, o que son colombianos nacionalizados allá y regresados
después de muchos años; y cuántos son venezolanos de origen. El censo también
informará la edad y el género de los inmigrantes, todos datos indispensables
para saber qué demandas harán a los servicios del país, tales como al sistema
de salud, al educativo, al sector de vivienda y al laboral, por solo nombrar
los principales. Lo más probable es que este censo tenga que repetirse
periódicamente, porque la crisis de Venezuela es tan profunda que la situación
de ese país solo puede empeorar.
Como
toda migración tan numerosa como esta, habrá en ella una gran mayoría de
personas de bien, tratando de sobrevivir honradamente, y una minoría de
personas que muy pronto tendrán problemas con la ley, como ya lo demuestran las
estadísticas incipientes que dio a conocer la Policía, tal como se puede leer
en la página 2 de esta edición, que tiene esta y muchas otras estadísticas.
La
inmigración de venezolanos a Colombia no se puede prever que se detenga pronto,
sino que pensando con sentido común, puede ser apenas el comienzo de una
avalancha de personas que nadie puede predecir cuándo parará.
Colombia
no le proporciona empleos dignos a muchísimos de sus propios habitantes,
situación que solo puede empeorar con la migración de Venezuela al país.
También se recargarán todos los demás servicios, especialmente de salud y de
educación. Si Colombia no tiene con qué solucionar los problemas de su propia
población, ¿cómo hará para poder atender bien a colombianos y venezolanos?
Las
demandas de esta inmigración sobrepasan con creces la capacidad de una ciudad
como Cartagena y de un departamento pobre y de geografía difícil como Bolívar,
pero también ahogan las posibilidades del propio país. Atender esta crisis
humanitaria de Venezuela extendida hasta Colombia requiere entonces ayuda
internacional masiva y constante, sin la cual la situación solo puede empeorar.
La
presencia de estos nuevos migrantes se nota masivamente en Cartagena hasta en
los semáforos, donde la mayoría de los saltimbanquis de otros países quedaron
relegados por los venezolanos que limpian vidrios de automóviles, o venden
confites y demás chucherías. La situación de esta gente es desgarradora, y
Colombia no puede dejar de acogerla, pero el Gobierno debe enfrentar esta
crisis pronto y de manera integral.
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