Oriana Fernández 03 de julio de 2018
Extrañan los tequeños y el clima caluroso,
pero eligieron Chile para escapar de la crisis en su país. Son 96 migrantes que
trabajan en la estatal. Representan el 78% de los extranjeros en la compañía.
María
Alejandra Alcalá es venezolana. Llegó a Chile en octubre de 2017 y ese mismo
año fue contratada en el Metro de Santiago. Su trabajo hoy en el tren
subterráneo capitalino es muy distinto a sus tiempos en el metro de Maracaibo,
donde todos iban a trabajar, pero, según cuenta, la situación de crisis que
vivía el país lo hacía imposible: varios días a la semana se cortaba la luz o
incluso no había agua.
María
Alejandra recuerda que de los cinco trenes que rodaron alguna vez en la ciudad,
hoy solo quedan dos. Pero el problema es que había oportunidades en que
simplemente no funcionaban. “Era difícil mantenerse así. ¡Tenía que hacer algo!
Todo funcionaba mal”, relata esta joven de 27 años, quien actualmente se
desempeña en el área de inspección de la gerencia de mantenimiento en el Metro
de Santiago.
La
situación de la estatal chilena parece opuesta a la de su tierra caribeña. O
así al menos lo ve ella. Se encuentra en una fuerte etapa de expansión: tiene
proyectadas cuatro nuevas líneas que serían inauguradas en 2026.
Con
María Alejandra suman 96 los venezolanos en diversas ocupaciones dentro de la
empresa. Representan el 78% del total de extranjeros que hay en la compañía,
los que llegan a 123, de distintas nacionalidades. El grupo es pequeño -la
estatal tiene 4.411 funcionarios-, pero “su personalidad y alegría”, dicen, es
su sello.
Hoy no
es extraño el caso de un nativo de ese país en cualquier rubro. Según el
Departamento de Extranjería del gobierno, la población venezolana alcanza las
134.390 personas, muchas de las cuales salieron buscando opciones laborales
ante el crítico escenario en la nación bolivariana.
Andreína
Rengel (34) llegó hace cinco años a Chile y fue la primera caraqueña que
aterrizó en la empresa. Trabaja en la gerencia de personas. Al igual que su
compañera, la situación de su país la llevó a emigrar. Dice que allá tenía
temor: “El panorama no pintaba como positivo. Sufrí cinco asaltos”, comenta.
Tras esas malas experiencias, se vino a Chile y postuló a distintos puestos de
trabajo hasta que fue seleccionada en el Metro. Con los años, se casó con un
chileno.
Andreína
no ha regresado a su país y cree que no lo hará. La situación política y
económica la hace dudar. Pero también tiene otras razones, sus amigas cercanas
también se fueron: algunas están en Rusia, otras en Noruega o Estados Unidos.
“Una de las cosas que más extraño es verlas, conversar sobre el pasado. Pero
para todas es complicado volver”, relata.
La
adaptación de cualquier migrante de tierras más cálidas resulta complicada en
Chile. Son más desconfiados y, a primera vista, más fríos, dicen los venezolanos.
Sin embargo, admiten que en el ámbito laboral resulta simple integrarse. En el
caso del Metro, el personal que ha llegado de ese país es calificado. Hay 33
profesionales, 27 técnicos y administrativos, 13 funcionarios técnicos y de
mantenimiento, 10 conductores, seis personas como personal operativo, cuatro
supervisores y tres agentes de líneas.
El carné de la patria
Leonel
Cárdenas es ingeniero y jefe de proyectos del Metro (30). Trabajó en el metro
de Caracas, en la ciudad dormitorio de Los Teques. Tenía varios amigos en Chile
y comenzó a distribuir su hoja de vida o currículum vitae buscando un mejor
pasar.
Tras
su llegada, señala que quienes han facilitado su instalación fueron los propios
chilenos. “Algunos me ayudaron a buscar departamento. Y cuando llegué a la
empresa, me recibieron de manera excelente”, añade. Se hizo de amigos muy
pronto, con quienes ha compartido su cultura: les ha enseñado a comer tequeños
(un tipo de queso salado frito). “Acá se consiguen todos los productos que hay
en Venezuela, e incluso más”, dice. Cuenta que una parte de la población de su
país se debe abastecer de alimentos cuando poseen el denominado “carné de la
patria”, documento que entrega el gobierno.
Más
allá de lo cotidiano, Leonel es fanático del transporte. Para él, es relevante
laborar en un ferrocarril que traslada a 2,5 millones de personas por día.
“Ojalá que nos recuerden como los venezolanos que ayudamos a hacer mejor este
sistema”, dice.
Tomado
de: http://www.latercera.com/nacional/noticia/la-colonia-venezolana-aterrizo-metro-santiago/228591/
Bien por los venezolanos dispersos por el mundo, ojala' muchos de ellos puedan regresar a reconstruir la Venezuela destrozada legado del chavomadurismo.
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