ALEJANDRA MUÑOZ 04 de agosto de 2018
@indpcom
Miles de nicaragüenses y venezolanos
cruzan a diario las fronteras huyendo de los conflictos internos. Costa Rica y
Colombia son los principales receptores
El
desplazamiento en general y el desplazamiento transfronterizo en particular
aparecen como la decisión más inmediata, una carrera de fondo, para huir, en el
“mejor” de los casos, de la falta de expectativas de un proyecto de vida, de
bienestar y de progreso; y en el “peor” de los casos, de la pobreza, la guerra,
la persecución y la muerte. Pero no por ello es la salida más fácil.
Cruzar
una frontera a la desesperada para entrar a un país que no es el tuyo conlleva
que muchas veces se haga por los causes no legales lo que aumenta el riesgo y
la vulnerabilidad de las personas migrantes. Las dinámicas migratorias nos
dejan estampas como las de este lado del charco: miles de personas se echan al
mar en un intento de llegar a las costas europeas en pateras o saltando vallas,
y del otro lado del Atlántico: atraviesan puentes y trochas.
Nicaragua
y Venezuela se han convertido en los dos países del panorama latinoamericano
que más conducen a sus locales a cruzar las fronteras huyendo del conflicto
social que se vive en ambos territorios. Los países vecinos de éstos
reciben en los últimos tiempos un aumento de flujo migratorio que supera las
cifras de los flujos hacia Europa.
Los nicas huyen de la represión de Ortega
Desde
el inicio de la crisis en Nicaragua, el pasado 18 de abril, más de 350 personas
han muerto, 2.000 han resultado heridas y al menos 23.000 huyeron a Costa Rica
intentando obtener asilo, de las cuales 8.000 peticiones han sido registradas y
otras 15.000 están pendientes. Según denuncian los medios locales, decenas de
nicas pasan indocumentados a Costa Rica por las localidades fronterizas
de La Guacimada y la Trocha de Chiles huyendo de las
represalias del gobierno contra los protestantes.
“En
los últimos meses, el número de solicitudes de asilo aumentó de forma
exponencial”, según informó ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados.
Los datos brindados por el mismo organismo indican que en Costa Rica se
registran cada día 200 solicitudes de asilo y que aunque “éste fue el país que
recibió la mayoría de solicitudes de asilo, Panamá, México y Estados Unidos
registraron también una tendencia al alza durante la primera mitad de 2018
con un pico significativo en junio”.
Costa
Rica, un país de 4.7 millones de habitantes, fue uno de los 13 países que
firmaron una Declaración Especial sobre la situación de Nicaragua, el pasado
16 de julio en Bruselas, expresando su preocupación y exigiendo el cese
inmediato de los actos de violencia. En vista de la situación de emergencia
la Dirección General de Migración y Extranjería costarricense
habilitó una línea de urgencia y próximamente pondrá en funcionamiento
una aplicación para atender las solicitudes de refugio y dar salida de una
forma más ordenada y ágil a los trámites de las solicitudes.
La lucha alimenticia y de seguridad de los
venezolanos
En
Venezuela la carrera es contra la superinflación que les impide acceder
siquiera a los alimentos, medicinas y artículos de primera necesidad y contra
la inseguridad, violencia callejera y delincuencia común. La línea divisoria
entre Venezuela y Colombia mide 2.219 kilómetros y hace dos años viene siendo
testigo de esa migración pendular que ingresa al país vecino para adquirir
alimentos y algunos productos básicos y vuelve y sale.
Sin
embargo, cada vez es más frecuente que las personas emprendan ese viaje sin
retorno. Más de 870.000 venezolanos entre regulares (382 mil),
en proceso de regularización (442mil) e irregulares (46 mil), se encuentran
radicados dentro del territorio nacional, según informó el Director General de
Migración Colombia, Christian Krüger Sarmiento. Diariamente poco más de 3 mil
personas pasan “por el puente y por las trochas, por las vías legales y por las
no legales”, en palabras del Defensor del Pueblo, Carlos Negret, y muchos
utilizan a Colombia como país de tránsito.
Esta
misma semana 400 ciudadanos venezolanos que pernoctaban en un lote aledaño a la
terminal de transportes de Cali (Colombia) después de varias semanas fueron
identificados por las autoridades entre los que desean seguir hacia otros
países como Ecuador o Perú, para lo cual la Organización internacional para
las migraciones (OIM) pone a disposición unos autobuses que los
trasladan hasta estos países, y los que se quedan en la ciudad de Cali para que
reciban un permiso que les permitirá trabajar legalmente en el país después de
ser censados.
Testimonios humanos
El
independiente habló con una familia de
colombo-venezolanos que desde 1989 vive en Venezuela donde tienen una mediana
empresa desde hace 23 años y que a día de hoy les sigue aportando beneficios
pese a la crisis que atraviesa el país. Nos cuentan cómo su empresa ha perdido
la mitad de su plantilla debido a que “se está yendo la mano de obra
cualificada y es algo con lo que tenemos que batallar diariamente para formar a
los nuevos –aunque algunos según los entrenamos por ahí derecho se van– y
retener a los que son profesionales. A nuestros empleados les pagamos hasta
cinco y seis salarios mínimos para que puedan medio vivir y les ponemos
transporte porque no hay un servicio de transporte público que funcione”.
El
salario mínimo en Venezuela es de 5’500.000 bolívares. Liliana,
la cabeza de familia junto con su esposo venezolano, reconoce que en su casa
comen doce personas diariamente, entre hijos, nueras, y yernos, por lo que
gastan hasta 100 millones en comida a la semana. “Hasta el momento nos podemos
permitir comer un buen trozo de carne, arroz, verdura y jugo”, todo un lujo
para el plato de comida medio de un venezolano que gana un salario mínimo. Esto
solo nos puede llevar a pensar en que existen dos clases de venezolanos: los
que tienen dinero y pueden vivir y los que no lo tienen y malviven.
Las
hijos de la pareja, esa primera generación de venezolanos hijos de colombianos,
son todos profesionales y no ven en su país un futuro próspero por lo que han
emprendido ya el viaje al país de su madre quien admite con un nudo en la
garganta: “Nuestros hijos buscan algo mejor para la vida de ellos y de sus
propios hijos, en ese caso nosotros como padres les apoyamos para que ellos
continúen este legado que les estamos dejando. Mi esposo y yo no nos
queremos regresar porque ya tenemos una edad y queremos descansar, pero
entendemos que nuestros hijos busquen un mejor futuro”, la separación es
inminente.
Para
poder vivir, al menos dignamente, hace falta ganar aproximadamente 20 salarios
mínimos, pues tan solo un antibiótico te puede costar 15 millones de
bolívares. “No es que aquí no se consiga papel tualet, arroz, comida, lo que
pasa es que es hipercaro, inalcanzable”. Jessica, de 35 y su
hermana de 26 años, son el vivo ejemplo de dos jóvenes profesionales que sin
posibilidades de un proyecto de vida en su país tuvieron que ir a Colombia “a
buscarse la vida”. La mayor nos habla de los coyotes, personas que
trabajan manipulando los alimentos o los artículos de primera necesidad como
por ejemplo, los cajeros de los supermercados. Estas personas compran los
productos al por mayor para después revenderlos a precios mucho más caros.
Nos
hablan también de una parte de la población “conformista”, personas que no
trabajan sino que esperan a que el gobierno les proporcione bonos de ayudas
como “el bono de la independencia, del día de la madre, del día del niño, para
las embarazadas”, etc. “Son bonos de 10 ó 15 millones de bolívares pero no se
dan cuenta de que un kilo de carne cuesta 8 millones y un cartón de huevos, 5
millones 600 mil”, asegura Liliana. A Jessica esto le impactó tanto que durante
su estancia en Colombia ha esquivado acercarse a las instituciones para obtener
cualquier tipo de beneficio por parte del Estado: “mi papá nos enseñó a
ganarnos las cosas por nuestros propios méritos”, asegura quien además tuvo que
vender su casa, su coche y su negocio de pasteles para poder salir del país con
dos maletas en mano y el dinero exacto para pagar el primer mes de alquiler en
una vivienda en Colombia junto con su esposo, ya que no fue hasta tres meses
después cuando pudieron mandar por sus dos hijos.
Otro
de los males que sufren a diario los venezolanos es el aislamiento, “en
Venezuela no hay comunicación, el Estado nos ha quitado Caracol, NTN, Canal
24h… los únicos canales que hay son los del gobierno, las noticias no nos
llegan”, relata Liliana. “La gente está viviendo el día, uno se da cuenta por
lo que la gente comenta en Facebook o Instagram”. Tampoco la educación queda
exenta de la crisis nacional, hay escasez de profesores y el nivel educativo se
ha deteriorado. A pesar de todo, no se pierde la esperanza: “23 años hace que
mi esposo y yo empezamos con la empresa y tiene 20 años el gobierno, de manera
que hemos crecido en crisis y podemos decir que somos triunfadores. Las cosas
van a cambiar, tienen que cambiar”.
Una mirada desde España
El
pasado 20 de mayo se celebraron elecciones presidenciales en Venezuela cuyos
resultados dejaron a Nicolás Maduro como presidente del gobierno durante seis
años más a pesar de que la oposición no reconociera los comicios por
“las reiteradas violaciones a los acuerdos preelectorares por parte de
Maduro” y ha exigido que el proceso se repita este mismo año.
Incluso los empleados públicos denunciaron la presión ejercida por parte
de la institución para que votaran y de no hacerlo les amenazaban con perder
sus puestos. Unos resultados, al igual que la Asamblea Constituyente que
se celebró después de los comicios, que tampoco reconoce el partido político de
los trabajadores, La
Causa R, cuyo secretario general en España es Manuel Rodríguez con quien
habló El Independiente.
Rodríguez,
que lleva 15 años viviendo en España, habla de una cifra de 4 millones de
venezolanos fuera del país tomando como referencia las estimaciones del
sociólogo Tomás Páez, autor del libro “La voz de la diáspora venezolana”,
aunque reconoce que son cifras difíciles de cuantificar puesto que existe esa
migración pendular que se produce a través de los diferentes pasos que conectan
Venezuela con Colombia, como es el caso del Puente Internacional Simón Bolívar.
Del
total de personas que emigraron a España el año pasado Venezuela se encuentra
en el primer lugar con 51.050, una cifra que durante el año en curso ha tenido
una tendencia al alza. En la actualidad hay más de 25 mil solicitudes de asilo
por parte de los venezolanos en España de las cuales solo se han otorgado
aproximadamente a 20 personas en 2 años y medio. Según datos de Eurostat
recabados por la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) “del
total de personas pendientes de recibir una respuesta por parte de España a su
solicitud de asilo, una de cada tres (13.425) proceden de Venezuela, cerca de
5.000 de Ucrania, 2.895 de Colombia y 2.460 de Siria”, lo que supone que todas
estas personas viven en una situación de incertidumbre al no saber si se podrán
quedar en España o tendrán que volver a sus países con el riesgo que ello
implica.
En
España hay muchas asociaciones de venezolanos entorno a diversos colectivos,
como los estudiantes o los pensionistas, y causas, como las que recogen
medicinas para mandar a Venezuela, o la Plataforma Ayuda Venezuela que se
encarga de llevar mociones que piden la apertura del canal humanitario. “El
pueblo está pendiente de buscarse la comida, la gente está pasando hambre y con
10 euros pueden comer 80 niños durante una semana”, asegura el coordinador de
la plataforma.
Tomado
de: https://www.elindependiente.com/politica/2018/08/04/rutas-del-exodo-de-nicaragua-venezuela/
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