Eduardo Davis 16 de noviembre de 2018
La
XXVI Cumbre Iberoamericana celebrada en Guatemala ha sido inesperadamente
conciliadora, pasó casi de puntillas sobre las graves crisis en Venezuela y
Nicaragua y hasta esquivó otros asuntos espinosos, tales como la corrupción.
Ni en
la reunión de cancilleres ni en la sesión plenaria de los mandatarios, que hoy
clausuró la cita, la situación de Venezuela y de Nicaragua se llegó a discutir
abiertamente, aunque el presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado, intentó
encender el debate.
Alvarado
pidió que la comunidad internacional utilice “la diplomacia y el
multilateralismo como herramientas válidas frente a los graves acontecimientos”
en Nicaragua y criticó las “reiteradas violaciones a los derechos humanos” en
Venezuela.
Pero
el costarricense fue el único jefe de Estado que citó esas crisis directamente
en la sesión plenaria y sus declaraciones fueron contestadas en tonos tan
moderados como firmes por los cancilleres de Venezuela, Jorge Arreaza, y de
Nicaragua, Denis Moncada.
“Venezuela
o Nicaragua son utilizadas con frecuencia como cortinas de humo” para “ocultar
problemas internos”, declaró el canciller venezolano, que representó al
presidente Nicolás Maduro, quien no viajó a Guatemala.
Moncada,
que acudió en representación del también ausente Daniel Ortega, fue hasta más
duro en su respuesta, pero antes se valió de la tribuna iberoamericana para
presentar numerosos datos positivos sobre Nicaragua, avalados por organismos
internacionales.
Sobre
la intervención de Alvarado, aseguró que había “irrespetado la soberanía, la
independencia y la autodeterminación del pueblo nicaragüense” y que actuaba
como “ficha de los Estados Unidos”.
También
afirmó que Costa Rica está “ardiendo” con huelgas y con “represión policial” y
hasta exigió que Alvarado fuera “corregido” para “no interrumpir el trabajo
pacífico” del foro iberoamericano, pero nadie se hizo eco de ese reclamo y la
cuestión se aparcó.
Según
la secretaria general iberoamericana, la costarricense Rebeca Grynspan, esa
discusión muestra que “se dio el debate” y que “cada país dijo lo que tenía que
decir”, pues en el foro iberoamericano cada Gobierno plantea libremente los
temas que considera “importantes”.
Así
como fueron virtualmente ignoradas las crisis de Nicaragua y Venezuela, dos
asuntos candentes en la Organización de Estados Americanos (OEA), que también
faltó a la cita, muy poco se habló en esta cumbre sobre corrupción, un tema
central del debate político en toda América Latina y en especial en la propia
Guatemala.
Tan es
así que el presidente anfitrión, Jimmy Morales, aseguró en la cumbre que su
país es “ejemplo de lucha contra la corrupción” y criticó la “justicia
selectiva”.
Fue
una aparente alusión a la Comisión Internacional Contra la Impunidad en
Guatemala (CICIG), auspiciada por la ONU para ayudar a la Fiscalía guatemalteca
en la investigación de tramas corruptas y a la que Morales ha decidido no
renovarle el mandato que vence en septiembre de 2019, lo que fue considerado una
virtual expulsión.
Sobre
ese caso, la canciller guatemalteca, Sandra Jovel, declaró que no se trató en
la cumbre pues en ella se abordan “asuntos de interés iberoamericano”, en tanto
que Grynspan garantizó que el debate sobre la corrupción estuvo “muy presente”.
Aunque
ninguno de los mandatarios se refirió a ello en la sesión plenaria, la
secretaria general iberoamericana subrayó que ese tema se abordó a fondo en un
foro empresarial celebrado al margen de la cumbre.
Tampoco
se habló sobre el viraje a la derecha que ha dado en los últimos meses la
política latinoamericana, reforzado desde Brasil con la victoria en las urnas
del ultraconservador Jair Bolsonaro, un polémico capitán de la reserva del
Ejército.
Pese a
que la opción elegida por los brasileños ha creado cierta inquietud en la
región, el presidente Michel Temer, que entregará el poder a Bolsonaro el 1 de
enero, garantizó que la transición es “tranquila” y permitirá que el próximo
Gobierno “siga trabajando de manera responsable”.
Aún
ausente, Bolsonaro se coló en la cumbre a través del canciller cubano, Bruno
Rodríguez, quien lamentó que declaraciones del presidente electo de Brasil
hayan llevado a La Habana a retirar a los 8.300 médicos que mantenía en el país
suramericano.
Rodríguez
dijo que los médicos regresan a su país “víctimas de la manipulación política”,
en alusión a unas críticas de Bolsonaro, que puso en duda su preparación y
afirmó que el 70 % de los salarios que se les pagaban servía para “financiar
una dictadura”.
EFE
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