Pedro Benítez 17 de agosto de 2019
@PedroBenitezF
Poco a
poco Nicolás Maduro y Diosdado Cabello van acercándose al final del callejón
sin salida donde se han metido. Deben escoger cómo quieren perder más:
confrontando o negociando. Si no tienen suficiente fuerza para la
confrontación, tendrán que volver a Barbados donde los representantes de un
desafiante Juan Guaidó los esperan.
La
noche del 6 de diciembre de 2015, el general Vladimir Padrino López,
en su doble condición de ministro de la Defensa y comandante del Comando
Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional
Bolivariana (FANB) se presentó ante las cámaras de televisión
para, palabras más palabras menos, garantizar el resultado de las elecciones
parlamentarias que ese día la oposición venezolana ganó al obtener 2/3 partes
de las bancas de la Asamblea Nacional (AN).
De esa
noche a esta parte el general Padrino se ha actuado públicamente más como un
activista político que como alto jefe militar. Sin embargo, lo que ocurrió en
esa ocasión explica mucho de acontecido en Venezuela desde
entonces. Al frente de la FANB como institución actuó como el árbitro final de
la disputa política, lo que es coherente con lo que ha sido su actuación dentro
de la corporación militar.
Por
otro lado, el 23 de diciembre de ese 2015, la todavía mayoría chavista de la AN
aprobó atropelladamente (violando los lapsos establecidos en la Constitución)
la designación de nuevos magistrados al Tribunal Supremo de Justicia para
que no lo hiciera la nueva AN que se instalaría en enero siguiente y de esa
manera iniciar la maniobra para bloquearla.
El que
encabezó el ardid fue Diosdado Cabello, presidente de esa Asamblea
Nacional, que para justificar la operación afirmó en sus palabras de cierre de
esa sesión parlamentaria que con la oposición: “No hay nada que dialogar”. Y
agregó como sentencia: “La confrontación es inevitable”.
Esa
fue, ha sido, y es, su posición como segundo hombre del régimen heredado
por Nicolás Maduro de Hugo Chávez. Con mucho
orgullo ha jugado el papel del más radical de los radicales; desde la
presidencia de aquella Asamblea Nacional, como primer vicepresidente del Partido
Socialista Unido de Venezuela (PSUV), desde su programa de
televisión y ahora como presidente de la Asamblea Nacional
Constituyente (ANC).
Por su
parte Maduro se ha movido entre las dos posiciones. La del general Padrino
López aquella noche y la de Diosdado Cabello. Obviamente no ha querido
arriesgar perder el control de la FANB, que no obstante bastante se ha
deteriorado. Pero tampoco el control político del chavismo. Por eso su guerra
fría con Diosdado Cabello jugando a ver quién es más radical, el más macho, el
más irresponsable o al que se le ocurre la idea más disparatada.
Uno
representa el respaldo militar real. El otro el respaldo político del partido.
Uno
deja margen para el acomodo. El otro ha llevado junto con Maduro al chavismo y
a Venezuela toda a un callejón sin salida.
Diosdado
Cabello ha querido desde hace rato que se liquide a la AN y a toda la oposición
congregada en ella. Pero la víctima se le ha escapado una y otra vez,
presentándose ahora con un respaldo nacional e internacional que no se
esperaba.
Ocurre,
además, que la situación de Venezuela ha llegado a un punto tal que todas las
grandes potencias son partidarias de una salida negociada. Incluyendo China y Rusia.
Y es aquí donde el peso del general Padrino López se incrementa todavía más.
Porque al final del día en la política siempre habrá una negociación.
Vistas
así las cosas, su reciente y sibilina declaración llamando a la oposición a
regresar a la mesa de negociación de Barbados (cuando no ha sido ella la que se
ha levantado esta vez, sino Maduro) toma otro sentido.
Porque
una de las características de militares venezolanos, desde hace bastante
tiempo, es la de evitar la confrontación. Primero entre ellos, pero también con
una fuerza externa. Aplican aquello de contar los cañones.
Los
militares venezolanos, en particular la mayoría del actual alto mando de la
FANB, son partidarios de la negociación. No quieren verse envueltos en una
confrontación.
Tampoco
quieren que la crisis se prolongue. Desde el masivo apagón eléctrico del pasado
mes de marzo han condicionado su apoyo a Maduro por una salida de la crisis.
Esa es una de las razones que explican la participación de este en los diálogos
promovidos por el gobierno noruego.
No es
que pretendan desplazar a Maduro del poder (o al menos eso parece), pero
necesitan un acuerdo estabilizador.
Pero,
además, Padrino tiene una fuerte carta a su favor: su amistad con los rusos.
El
gobierno de la Federación Rusa también desea un acuerdo político “de las
partes”. El presidente Vladímir Putin es consciente de los
límites de su poder y de hasta dónde puede asistir militar y económicamente a
su aliado al otro lado del mundo. Quiere molestar a Estados Unidos,
quiere expandir su influencia mundial, pero como exagente de la KGB, la agencia
de inteligencia soviética, sabe que una de las razones de la caída de la Unión
Soviética consistió en el derroche de recursos destinados a respaldar
a gobiernos extranjeros por razones ideológicas. No se puede dar el lujo de
sostener otra Cuba indefinidamente. En el caso de Venezuela
ser parte de un acuerdo le caería bien.
Puesto
que Nicolás Maduro y Diosdado Cabello no han conseguido su propósito de
liquidar el liderazgo de Juan Guaidó, las circunstancias los
colocan en el dilema de o tener que negociar con él o arriesgarse a perder el
respaldo de
Guaidó
sigue en Caracas desafiando abiertamente a Maduro, como una terca realidad
política con 50% de respaldo de los venezolanos, según recientes estudios de
opinión pública, así como el apoyo de la mayoría de las democracias del mundo
que lo reconocen como Presidente Encargado de Venezuela. Detrás de él
están Estados Unidos, la Unión Europea y el Grupo
de Lima.
La
negociación es con él. No con quien Maduro y Cabello deseen. No puede escoger.
Lo que sí pueden escoger es como quieren perder más: confrontando o negociando.
Pedro Benítez
@PedroBenitezF
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