Lucho Suárez 28 de septiembre de 2019
La
vida amorosa suele ser una cosa bastante seria: Cuando dos se quieren, toman
decisiones a menudo para encontrar estabilidad, y el verdadero ejemplo de la
intensa búsqueda de calidad de vida se observa en el día a día de muchas
parejas venezolanas, las cuales han visto “las de Caín” debido a una crisis de
película, de esas que se cuentan y no se creen.
Innumerables uniones han hecho maletas para buscar un
mañana en otros horizontes. Algunas hallaron las puertas para ingresar a las
recámaras del progreso, otros se desviaron en el camino, apostando cada uno por
sus propios objetivos, y de eso va esta historia, sobre desenlaces diferentes e
insólitos… no todos los cuentos tienden a culminar de la mejor manera.
Nuestra historia comienza en Venezuela, dónde más:
Ella es Sandra, abogada, madura, de buena familia, una
mujer que tiende a adaptarse a cualquier entorno con grandes capacidades y
aptitudes de emprendimiento y supervivencia (más adelante sabrán de qué les
hablo).
Él es Víctor, el antagonista del relato (el
malo de la película pues): Un médico cirujano plástico quien,
de acuerdo con la descripción de Sandra, no era un tipo con un historial
alentador.
Demandas y acusaciones en su contra fueron el menú en
el hogar de ambos. Ella se encargaba de salvarle los muebles al
problemático sujeto que, según lo contado, estuvo cerca de entrar a una prisión
venezolana si no fuera por la defensa de ella en tribunales.
“Se salvó de chiripa la rata“, me dijo con una
visible impotencia en sus palabras… Sigan leyendo.
“Creí que lo conocía“… pero no era así.
Las cosas se pusieron color de hormiga durante
mucho tiempo, así que decidieron empacar y partir hacia Madrid, España,
un destino conocido por Sandra y en donde el papeleo sería “pan comido”
puesto que ella lleva en su hoja de vida la nacionalidad ibérica.
“Una vez instalados en nuestro apartamento, ya
transcurrido un mes aproximadamente, a él le salieron sus papeles y decidió
alquilar un consultorio por la zona de Vallehermoso en Madrid. Yo trabajaba
como recepcionista en la misma clínica para ayudar con el pago del consultorio“,
me comenta.
“No veía lo que ganaba, pues tan pronto me
pagaban, lo entregaba para pagar el consultorio de la rata”, confesó.
Sandra con
el tiempo fue deprimiéndose, no tenía dinero en su cuenta, aparte que contaba
con la impotencia de no poder ejercer su profesión, tampoco trabajar en algo
parecido… aparte, le afectaba mucho haber dejado a su madre de 88 años
en Caracas.
Aprovechándose de la situación, “La rata”
(Víctor) comenzó a medicarla sin hacer ningún seguimiento médico, ni control
sobre la evolución de su situación. Le daba récipes para que ella comprara
la “medicina”, como quien da a un alcohólico una botella de
licor.
Cambios
Durante el mes de junio de 2017, Víctor deja
el consultorio para irse a una renombrada Clínica de estética
ubicada en el Paseo de la Habana 1 en Madrid,
donde fue aceptado pese a haber sido objeto de denuncias por parte de pacientes
en Venezuela.
Pese a ello, Sandra continuó con su chamba de
recepcionista, intentando ahorrar y lograr una estabilidad que, por causas
conocidas, eran (y son) imposibles en Venezuela.
Como una anécdota, pocos días de su llegada a España, la
ex esposa de Víctor llamó a Sandra para pedirle ayuda con la
residencia de los tres hijos que éste tiene con ella. Nuestra protagonista hizo
las diligencias correspondientes y lo logró, pero dicho apoyo resultó siendo
una trampa.
“Sí, yo soy (o era) así de
tonta. Ayudando siempre“, aseveró.
Para el mes de agosto de 2017, ella se
quedó sin trabajo por cuestiones de operatividad de la clínica y decidió hacer
cursos para centrarse en abrirse paso en el tema de extranjería, debido la
experiencia que ella tiene en la materia. “Los cursos, por supuesto los
inicio en septiembre y los culmino en enero de 2018, momento en el cual decido
viajar a Caracas para ver a mi mamá que ya había cumplido los 89“, dijo.
Sandra viajó
a Venezuela para estar cerca de su mamá, y me asegura que la pasó bastante
bien, una bocanada de aire fresco, pero que al regresar se llevó una sorpresa
sumamente desagradable.
“A mi regreso, descubro que la rata tenía
una amante desde cuatro meses atrás, con quien incluso él y sus engendros
habían pasado juntos la Semana Santa en Valencia, España. Comieron y durmieron
juntos. ¡Qué bolas!“, me cuenta con impotencia.
Su vuelta a suelo ibérico fue estrepitosa, al pisar
tierra firme fue a atacar el problema desde la raíz, buscó a Víctor
para reclamarle la infidelidad, y éste en vez de ofrecer disculpas, optó
por denunciarla ante la ley por “acoso”; tanto él como sus hijos declararon en
contra de Sandra luego que ella los había ayudado con su residencia.
En simultáneo a los cargos de acoso, “la rata”
decide demandarla de divorcio. “¡Claro! Ya la rata, sus engendros y la mamá
de éstos habían conseguido lo que tenían tiempo tramando y calculando“,
exclamó.
Otra mudanza, otra tragedia
En abril de 2018, Sandra hizo maletas para
regresar a Venezuela otra vez. “No tenía trabajo, ni cómo pagar las cuentas“.
“Cuando me disponía a buscar un documento que
necesitaba para la mudanza a mi país, un dolor horrible, de la nada,
atacó mi espalda“, confesó.
Casi sin poder caminar, ella tomó un taxi para
dirigirse a una clínica de inmediato. El diagnóstico fue fractura de
vértebra.
En el recinto médico pasó sola una semana, y los
probables diagnósticos eran aterradores. Según los doctores, era un tumor,
un linfoma, o tuberculosis.
“Allí duré una semana sola, luego me
informaron que no me podían operar allí, así que tomé nuevamente un taxi hacia
un hospital público que era el que me correspondía de acuerdo a la zona donde
vivía“, relató.
“Allí me hicieron mil exámenes y pruebas para
descartar cualquier “bicho” como llamaban al cáncer. Gracias a Dios nuevamente, todo
salió bien y los marcadores tumorales no arrojaron nada“, sumó.
La tuvieron que operar dos veces y estuvo hospitalizada
por mes y medio. Su hermana tuvo que viajar de emergencia desde Venezuela para
cuidarla, ya que no podía moverse.
Lo peor estaba a punto de pasar
Antes que su hermana llegara, Víctor fue al
hospital donde ella se encontraba internada y le robó todo el dinero que tenía mientras
ella estaba sedada a punta de derivados de la morfina para controlar el dolor.
“Mientras tanto, ya había instalado a su
amante en el apartamento donde yo vivía. Sí, es tan rata que primero dejó
de pagar los servicios, alquiler, y demás para que yo me tuviera que ir, y luego
volvió a alquilar el mismo apartamento“, reveló con una notable
indignación, pero no todo estaba perdido.
“Unos ángeles españoles/argentinos a los que estaré
eternamente agradecida, nos acogieron en su casa, tanto a mi hermana
como a mí luego que me dieron el alta en el hospital, y para fortuna de
nosotras, no aceptaron que pagáramos nada“, añadió.
En la actualidad, Sandra regresó a Venezuela,
vive con su madre y consiguió divorciarse de Víctor. Ella aún busca dejar atrás
su anterior vida para comenzar de nuevo.
“Esta historia es para que vean que no solo los
extranjeros joden. Existen venezolanos tan malos como el
personaje que te menciono en mi relato“, concluyó.
Tomado
de: https://www.lapatilla.com/2019/09/28/historias-de-la-diaspora-crei-que-de-verdad-te-conocia/
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