DW 14 de octubre de 2019
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Ante
la escasez de tratamientos antirretrovirales, miles de venezolanos con VIH han
huido del país para escapar de la muerte. Cada vez son más los que escapan a
países europeos como España.
A
Manuel todavía le tiembla la voz cuando habla de aquello. Este caraqueño de 25
años tenía solo 21 cuando se fue de Venezuela para salvar la vida. La lógica de
su partida fue tan simple como aterradora: sencillamente un día acudió al
hospital y le dijeron que no podían darle el tratamiento que necesita para
seguir viviendo. No quedaban.
La
historia de este joven, que prefiere ocultar su verdadero nombre bajo el de
Manuel, dista de ser una excepción. Venezuela fue el segundo país de América
Latina, después de Brasil, en garantizar el acceso universal a la terapia
antirretroviral (TARV), a finales de 1998. "Desde entonces y hasta 2012,
tuvimos todos los tratamientos, hasta los más novedosos”, dice a DW Martín
Carballo, médico especialista de la Sociedad Venezolana de Infectología. Luego
vino la escasez y, seguidamente, el infierno. "En 2018 pasamos casi todo
el año con ausencia absoluta de medicamentos”, continúa el médico.
Hace
décadas, una infección con el virus de inmundeficiencia humana (VIH) que tarde
o temprano la persona casi con toda probabilidad desarrollaría el síndrome de
inmunodeficiencia adquirida (sida), como consecuencia de la destrucción de su
sistema inmunitario. Llegados a ese punto, hasta un resfriado podría matarla.
En la actualidad, sin embargo, los avances científicos en terapia
antirretroviral han logrado lo que en los ochenta parecía una utopía: el VIH ya
no necesariamente mata y los pacientes pueden llevar una vida perfectamente
normal.
En
Venezuela, no obstante, la pandemia -de alcance mundial- de VIH/sida ha vuelto
a cobrarse vidas, cada vez más. "El deterioro viene ocurriendo desde hace
unos ocho o diez años y agravándose desde hace unos seis”, subraya en una
entrevista con DW César Pacheco, de la ONG local Acción Solidaria. El activista
apunta que a la falta de medicamentos antirretrovirales se suma el éxodo del
personal sanitario especializado por culpa de la grave crisis económica y
política que atraviesa el país. Carballo añade que en realidad el deterioro en
el sistema de salud es generalizado. No es solo que falte esta terapia. Es que
faltan sábanas, comida, hematología, antibióticos y hasta lavandería.
Recientemente,
la situación ha experimentado una ligera mejora temporal gracias a una donación
internacional en la que participaron, entre otros, la Organización Panamericana
de la Salud y Naciones Unidas. Sin embargo, advierte Carballo, "esto solo cubre
el tratamiento antirretroviral, no el tratamiento para infecciones
oportunistas”. Según las estimaciones de la ONU, alrededor de 120.000 personas
viven con el VIH en Venezuela.
En
este contexto, la salida -si no es eufemístico usar ese término- es la única
alternativa que muchos venezolanos con VIH tienen para intentar garantizar su
propia supervivencia. Según la Red Venezolana de Gente Positiva (RVG+), se
estima que unas 10.000 personas seropositivas han abandonado el país en
búsqueda de mejores condiciones para tratar esta condición. En la región, los
principales destinos son Colombia, Perú, Chile, Argentina.
Manuel,
no obstante, decidió irse más lejos. Con 21 años, después de haber sido
despedido de la tienda de Caracas en la que trabajaba tras descubrir sus jefes
que tenía VIH, probó suerte en Colombia con los pocos ahorros que tenía.
"Pero allí no tomaba los antirretrovirales, porque necesitaba un seguro
médico para poder acceder a los medicamentos, y a veces yo no tenía cómo
pagarlo”, explica a DW el joven, ahora en Madrid después de tres años en
Colombia. "Había leído que aquí en España no me iban a dejar morir. Así
que me vine”.
Cada
vez son más las personas seropositivas que cruzan el océano tras dejar atrás
Venezuela. "Desde hace un tiempo hemos notado un notable aumento de
usuarios y usuarias de nacionalidad venezolana que acuden a nuestros recursos
solicitando ayuda", dice a DW una responsable de la ONG española Apoyo
Positivo. Desde Kifkif, una asociación dedicada a ayudar a las personas migrantes
del colectivo LGBTI (lesbianas, gais, trans, bisexuales e intersexuales) en
España, son incluso más concretos: "El 32,25% de los casos de personas que
acuden solicitando tratamiento antirretroviral viene de Venezuela”, cuenta a DW
Jorge Beltrán, responsable de salud de Kifkif. En su mayoría, un 89%, son
hombres que tienen sexo con otros hombres. En general, Beltrán estima que el
número de personas venezolanas es entre tres y cuatro veces superior al de
2018.
"Aquí
sé que no voy a morir por tener VIH"
Organizaciones
como ésta son de gran ayuda para los recién llegados, cree Reynaldo, otro
venezolano de 45 años emigrado a Madrid que también pide proteger su nombre
real. La serofobia que experimentó en su país -siempre acompañada de los
prejuicios homófobos que vinculan a la homosexualidad con el VIH/sida- la ha
visto también en la comunidad venezolana en el exilio. "No he recibido
ningún tipo de apoyo, me he sentido absolutamente solo”, confiesa a DW. Manuel
ha tenido una experiencia similar: "De hecho, por temor, ni siquiera le he
dicho a muchos venezolanos de mi entorno aquí en Madrid que tengo el virus”.
En
España, ambos creen que acceder al tratamiento antirretroviral es mucho más
fácil, incluso para las personas migrantes, aunque la falta de información puede
ser un importante obstáculo para los recién llegados. "Aquí sé que no voy
a morir por tener VIH”, afirma Reynaldo. "Quedarme en Venezuela era morir
de sida como en los ochenta”, agrega, haciendo referencia a los años más crudos
de la epidemia.
Ambos
entrevistados culpan al régimen de Nicolás Maduro de la situación crítica de la
salud pública en Venezuela. Pero también responsabilizan a la clase política en
general de que aún imperen tantos prejuicios respecto del VIH: "Ellos son
los que tienen que propagar la información al pueblo. Realmente es como si no
les importara”, critica Manuel.
Para
el joven, que apenas lleva un año en suelo español, el régimen en que está
atrapado su país es una condena a muerte para las personas seropositivas.
"Hace poco se murió una persona que conocí”. La voz se le quiebra y se
hace el silencio, pero tras unos segundos encuentra fuerzas para continuar.
"No encontró tratamiento casi en seis meses. Su VIH pasó a etapa de sida y
una meningitis lo mató”.
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