Ismael Pérez Vigil 26 de marzo de 2022
Regreso
al tema de la invasión de Putin a Ucrania −me resisto tercamente a decir que es
una invasión rusa− pues se cumplió ya más de un mes que se inició esta triple
guerra: militar, económica y de comunicaciones. A está última, la guerra
comunicacional, es a la que me voy a referir de alguna manera.
Sin
apartarme de la política.
Vuelvo
a señalar que el análisis militar del tema, el de las estrategias de cada
contrincante, el de las implicaciones de la guerra económica y las medidas
económicas sobre Rusia y la forma que tiene y adquirirá el tablero geopolítico
del mundo una vez que se produzca un desenlace, el de la profundidad e
implicación de las estrategias mediáticas, todo eso, se lo dejo a los
excelentes analistas que hemos visto desfilar este mes −y a unos cuantos no tan
excelentes, algo repetidores y un tanto superficiales, que también abundan y de
cuyo coro no quiero formar parte−. Pero, en esta ocasión, no puedo decir que me
aparto del tema político, porque de lo que quiero hablar es de las reacciones
de los diferentes grupos o sectores políticos en Venezuela frente a esta
situación.
Objetivos, no logrados, de Putin.
Lo
primero que diré, es que tras lamentar los miles de muertos que está dejando
esta guerra insensata y la destrucción económica en Ucrania −y en Rusia, pues
están sufriendo ya los coletazos− me reconforta pensar que Putin no ha logrado
ningún objetivo, al menos los que declaró al principio.
Putin
no ha logrado someter a Ucrania, no ha logrado que el gobierno ucraniano
renuncie o huya del país y por el contrario ha “logrado” algunas cosas que no
lo deben tener muy feliz: que la OTAN, en decadencia, se haya fortalecido; que
la UE este más unida que antes y apoyando a Ucrania de diversas maneras, con
sanciones económicas, recibiendo refugiados y suministrando armamento a
Ucrania; que países como Alemania y Japón −aunque algo más lejos, físicamente−
estén aumentando sus presupuestos militares, por recomendación de la OTAN; que
países que pertenecieron en algún momento al eje soviético, como los Bálticos,
hayan estrechado más sus lazos con Europa; que algunos países tradicionalmente
neutrales o poco beligerantes, como Suecia y Finlandia hayan manifestado su
deseo de pertenecer o acercarse más a la OTAN, y que hasta la tradicionalmente
neutral Suiza esté apoyando las medidas económicas en contra de Putin. Repito,
no entro a analizar estos aspectos y sus implicaciones, simplemente me limito a
resaltar la resistencia de Ucrania y algunos hechos concretos que todos hemos
leído, aun los más legos en la materia, de los análisis de los que si conocen
más a fondo el tema.
Los
argumentos…
El
segundo punto que quiero resaltar, es que entre todas las cosas que he leído,
en enjundiosos artículos de prensa y largas y candentes discusiones −cuando no−
en redes sociales, me llama la atención los argumentos que algunos esgrimen
para justificar la invasión; o al menos “atenuar” su horrendo significado e
impacto. Y llego así al corazón de este artículo: Muchos se refugian en sus
atavismos ideológicos.
…
desde la izquierda.
Desde
la izquierda, hay los empeñados en mantener vivos los “ideales” socialistas o
izquierdistas de su juventud y por eso tratan de justificar la invasión en
términos de comparar lo ocurrido en Ucrania con pasadas invasiones o
intervenciones, sobre todo de los EEUU, en otros territorios, en un pasado
cercano o lejano; les parece que eso justifica cualquier acción de un individuo
como Putin, que algunos aún consideran comunista, socialista o por lo menos de
izquierda, pues obviamente no está situado en el mundo occidental del
liberalismo y la democracia. Algunos apelan también a conceptos algo más
trillados como: el balance de poder mundial, la razón de estado, etc.
…
desde la derecha
Desde
la derecha, la cosa es todavía más extraña, pues ven el problema, algunos, la
mayoría de los que opinan en redes sociales, en el contexto de la polarización
de la política norteamericana, obviamente pro Trump y anti Biden; llegan a la
ingeniosa perogrullada de decir que aunque la invasión sea injustificable,
tiene causas; y por allí se van, tras haber descubierto esa agua tibia,
haciéndose la vista gorda con la matanza del ejército de Putin en Ucrania; en
el mejor de los casos simplemente lo ven como un “error” o peor aún, como
“falta de decisión” del presidente de los EEUU.
… los
republicanos.
Todavía
podríamos entender la posición de algunos políticos en la Florida −sobre todo
republicanos, en perspectiva de la “elección de midterm”, en noviembre−, donde
el tema del comunismo, Cuba, Nicaragua o Venezuela es sensible electoralmente
hablando y ven oportunistamente una posibilidad de desacreditar las políticas
de Biden, sea por su falta de acción o por sus “intentos negociadores” con
regímenes como el de Venezuela, y así “desmejorar” las perspectivas electorales
de los demócratas.
…los
más extremos.
Pero,
algunos llegan incluso a suscribir los argumentos de Putin: que Ucrania no es
ni ha sido nunca un país, que es una creación rusa; que son los ucranianos los
que han agredido a los rusos en los territorios ucranianos que reclama Putin;
que el presidente ucraniano usa a su población como escudo; que hay un intento
de sojuzgamiento y expansión occidental sobre Rusia, apoyado por la OTAN; que
en Ucrania lo que hay son grupos nacionalistas, separatistas, neonazis y
neofascista, etc.
… y
los menos extremos.
El
drama lo tienen algunos derechistas menos extremos que los mencionados
previamente, pero igualmente anticomunistas febriles y también polarizados con
relación a la política norteamericana, quienes al ser más racionales, condenan
la invasión de Putin pero tratan de explicársela y en su argumentación deslizan
conceptos de la jerga “pusinesca” y fustigan al gobierno norteamericano por su
“debilidad”.
Comparando
con Venezuela.
Pero
lo que me parece más insólito −y hasta peligroso− son los que se lamentan y se
rasgan las vestiduras porque en Venezuela, la oposición venezolana, los lideres
venezolanos, no sigan el ejemplo de Ucrania y de su presidente, Volodimir
Zelenski, como si fueran comparables las situaciones, los países y los líderes.
Algunos llegan a hablar de la “invasión cubana”, −que ciertamente lo es de
alguna manera, al menos en su aspecto colonialista y devastador−, y compararla
con la del ejército de Putin a Ucrania y esperan por lo tanto que el gobierno
interino lance soflamadas proclamas y que Juan Guaidó se vista de militar y con
casco de acero ceñido, llame “a las armas” contra el régimen. Y que por no
hacer eso, nosotros estamos como estamos.
Reflexión
final.
Frente
a hechos como la invasión a Ucrania, no nos queda sino hacernos las angustiosas
preguntas que se hace Moisés Naim (El Dictador en su Ratonera, EL Nacional,
21/03/2022 − https://bit.ly/3tqfgez): “¿Es
aceptable hacer un trato con Vladimir Putin para que retire sus tropas a cambio
de acceder a algunas de sus condiciones? Para muchos esto sería inmoral y la
única salida aceptable es salir de Putin. Otros mantienen que la prioridad es
detener las muertes de inocentes.” En lo que a mí respecta, sin entrar
en profundos análisis ni justificaciones éticas, solo espero que Ucrania −a
pesar de las bajas lamentables que ya ha tenido− salga cuanto antes y
triunfante de este ignominioso episodio; que Putin pague caro por su insensata
aventura y que las democracias occidentales, contra quienes de verdad es la
invasión y la guerra de Putin, salgan fortalecidas.
En
este último sentido, consciente de que mi aporte en este tema no está en el
campo del análisis estratégico y geopolítico, mi ánimo es el de condenar sin
ambages, justificaciones o explicaciones la invasión de Ucrania, celebrar −como
ya dije− su resistencia al invasor y alentar una reflexión acerca de que la
lección que saquemos del desafortunado y sangriento episodio de Ucrania sea el
de la necesidad de luchar por restablecer la plena democracia en el país.
Ismael
Pérez Vigil
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