Ismael Pérez Vigil 10 de septiembre de 2022
@Ismael_Perez
Para
cerrar el ciclo del voto en el exterior como tema y contribuir a la definición
de algunos elementos de orden estratégico, hay que explorar lo de las
posibilidades técnicas del voto en el exterior, que no tienen buenos augurios.
La semana pasada concluí mi artículo con una pregunta: ¿Es factible superar
todas las dificultades para que quienes están en el exterior puedan votar?;
afirmé que, aunque es difícil, es posible; y agregué que próximamente hablaría
de algunas experiencias concretas, desarrolladas incluso en Venezuela, que
demuestran esa posibilidad, sujeto a una condición que no es nada trivial: Que
se logre un acuerdo político.
Naturaleza
del problema.
Estamos hablando de casi cuatro millones de venezolanos, que por el momento se puede decir que no tienen derecho a votar, por regulaciones jurídicas inconstitucionales, como el artículo 124 de la LOPRE, que supedita el derecho al voto de un venezolano, al requisito migratorio que le imponga el país donde reside −nuestros derechos sujetos a las leyes de otro país−; pero sobre todo, por decisión política del régimen venezolano que no hace nada por superar las dificultades técnicas, físicas, para garantizar a ese venezolano, su derecho constitucional a votar; se excusa en que no puede hacerlo por razones jurídicas, le niega ese derecho y hace muy pocos esfuerzos por buscar alguna alternativa, que permita votar, sino a los cuatro millones de venezolanos, al menos a una buena porción de ellos.
Pero
es esa la realidad: Millones de venezolanos en el exterior no podrán votar y el
Estado venezolano no hará nada por remediarlo, pues el régimen que detenta el
poder en Venezuela, no tiene interés en que los millones de venezolanos −que
han abandonado el país por el desastre humanitario causado por ese régimen−,
puedan ejercer el derecho al voto, que seguramente sería en su contra.
Cómo
se enfrenta el problema.
Esta
realidad se enfrenta de diferentes maneras. Algunos lo encaran demagógicamente;
sin explicar de manera clara donde están las dificultades reales para ejercer
ese derecho; da la impresión de que no se han paseado por la perspectiva que
supone organizar, de manera presencial o remota, la votación de casi cuatro
millones de venezolanos y alientan falsas esperanzas, lo convierten en una vana
bandera de lucha, en un reto imposible con el cual toman posición, para
desalentar la vía electoral, sembrar desesperanza o negar su participación
electoral, haciéndole el juego al régimen que pretende, con una efímera
minoría, que no llega al 15% del electorado, volver a imponer en 2024 su
voluntad política para mantenerse en el poder, por vía electoral, hasta el
2030.
Otros
alimentan la fantasía de que sí es posible, que hay tiempo para organizar un
registro, abrir consulados o mesas en muchos países y ciudades en el mundo, en
donde haya una población masiva de migrantes venezolanos; o bien, organizando
una votación masiva por correo, como tienen algunos países, especialmente
europeos; y los más imaginativos ven posible una votación electrónica, por
internet, que salve todas las dificultades. La maravilla de la tecnología lo
hará posible y algunas experiencias permiten alentar ese sueño, del que yo
mismo, en algún momento, fui víctima. Pero examinemos algunas de esas opciones,
desde la vía actual y algunas posibilidades de votar a distancia.
La vía
presencial.
Es la
vía actual. Nuestra legislación constriñe a los venezolanos inscritos en el exterior
−unos 107 mil solamente− a votar en consulados y sedes diplomáticas. Pero hoy
la mayoría de los consulados, en países con alta migración, −Colombia, Perú,
Estados Unidos, España, y otros− están cerrados o resultan manifiestamente
insuficientes dado el incremento de migrantes venezolanos en esos países. Aun
estando todos los venezolanos que allí viven, en condiciones de votar, porque
se hayan resuelto las dificultades jurídicas, inconstitucionales, impuestas por
el régimen y el CNE, resultan insuficientes las instalaciones físicas actuales
para hacerlo. Tomemos solo el caso de Colombia, donde se espera que para el
2024 estén reabiertos los consulados, realmente es difícil sino imposible que
más de un millón de venezolanos, que hoy residen en Colombia, puedan votar en
los ocho consulados disponibles.
Las
vías remotas.
Por
correo es la vía más utilizada por muchos países, para que voten sus nacionales
en el exterior, e incluso para aquellos que por razones de trabajo o personales
no lo pueden hacer en el propio país en la fecha electoral prevista y tienen la
alternativa de adelantar su voto por correo.
En
Venezuela somos testigos de varias experiencias de residentes extranjeros con
derecho a voto en sus países de origen. Algunos votando en sus consulados, pero
otros lo hacen por correo. En particular el que conozco más a fondo es el de
España. Los españoles con derecho a voto, o que tenemos doble nacionalidad,
podemos votar, previo registro en la Provincia en la que nos corresponde. Para
ello debemos estar registrados también en el consulado como residentes en
Venezuela y enviar a través del mismo o por vía electrónica o por correo,
algunos documentos a la respectiva Provincia. Llegado un proceso electoral, por
correo o email, se manifiesta la voluntad de votar en el mismo (antes no era
preciso, se recibía por correo, automáticamente, el material de votación) y se
recibe por correo el material electoral de la respectiva Provincia.
El
material electoral que se recibe consiste en las boletas de votación, una copia
del registro electoral y tres sobres; uno de los sobres es para introducir el
registro, otro es para las papeletas de votación y un tercero, con franquicia
postal pre pagada para introducir los dos anteriores, que se puede enviar por
correo, antes de una determinada fecha; o bien dirigirse al consulado a ejercer
el derecho al voto con el sobre en el cual se introdujeron las boletas de
votación. No sé si el escrutinio se realiza en el propio consulado o si las
boletas son enviadas a España por valija diplomática o por correo postal. Pero
de esta manera los españoles en el exterior ejercen su derecho al voto.
Según
podemos ver, la experiencia del voto en el exterior está permitida en 121
países, bajo la modalidad que denominan “presencial”, votando en consulados o
sedes diplomáticas, obviamente en las capitales o ciudades más importantes;
pero la modalidad “remota”, se limita en la mayoría de los países al voto
por correo postal y la modalidad electrónica, por Internet, se reduce a unos
pocos: Estonia (2007), México (2021), Panamá (2019) y algo en Países Bajos y
otros países europeos, en donde la información disponible es confusa. Estonia
es el pionero, desde 2007, y muestra un incremento en la votación de más del
40% desde que implantó la modalidad.
Por vía
electrónica.
De
acuerdo a información actualizada, lo que es una novedad en muchos países es el
voto electrónico, en el propio país; el voto electrónico desde el exterior es
bastante escaso, se reduce a unos pocos países y en algunos a escala limitada.
Ya en una oportunidad al referirme al tema recomendé un artículo de Leandro
Querido (Voto en el exterior: el ámbito para la innovación electoral, El
Nacional, mayo 5, 2022, https://bit.ly/3RJEeiV);
no hay mucho desarrollo posterior a ese artículo.
De
acuerdo con la información disponible, en todos estos países la modalidad es
similar: Se requiere de un registro previo, además del electoral, en el cual se
provee un correo electrónico, por el que se recibirá un código, con el cual se
accederá a una página Web para votar. La mayor complejidad, entonces, descansa
en el registro previo; que supone, de parte del votante,
además de la documentación normal, tener un correo electrónico y acceso a
computador para ejercer el voto, lo cual no es algo a lo que todos los
migrantes, pensando en los venezolanos, tienen acceso.
Por
otra parte, cuando alguien en Venezuela se inscribe por primera vez en el
registro electoral o cambia su domicilio, lo hace frente a algún funcionario
que verifica sus datos, los documentos que entrega, la cedula de identidad,
etc. En el exterior es similar cuando se hace en algún consulado; pero si se va
a hacer masivo, es obvio que habría que desarrollar todo un operativo, con
suficiente personal en el exterior, para que se pueda atender el volumen de
electores y su dispersión por todo el mundo. Dudo que esa sea una tarea para la
cual el régimen actual vaya a disponer recursos para emprenderla, si además no
obtendrá un beneficio electoral importante de ello.
El
tema del registro de los venezolanos en el exterior, no es una tarea simple,
sobre todo, repito, si no hay un acuerdo político para ello. Pero ese es solo
el primer problema. El acto de la votación en sí, luce simple, siempre y cuando
haya un acuerdo en que el proceso es confiable; otra cosa es la “verificación y
la auditoria”. En Venezuela, cuando alguien vota electrónicamente, la máquina
emite un comprobante, que puede ser verificado al instante por el votante; este
comprobante se deposita en una caja y al final de la jornada, después del
cierre de las mesas y del escrutinio, más de la mitad de las urnas y de los
comprobantes −lo que constituye un porcentaje estadísticamente suficiente− son
verificados. Días más tarde, las máquinas de votación y los dispositivos de
memoria, que son del CNE, son igualmente auditados. Hasta ahora ha habido un
porcentaje muy bajo de discrepancias en los resultados. ¿Cómo sería este
proceso con votación electrónica desde el exterior? ¿Las máquinas tendrían que
ser provistas por el CNE?, lo que lo volvería un problema muy complejo y muy
costoso. No parece sencillo.
Algunos
ejemplos
Pero
volviendo a la votación electrónica, para cerrar, algunos alientan la
posibilidad a partir de las experiencias de algunas universidades −UCV y USB−
que organizaron las votaciones de las asociaciones de sus egresados de manera
presencial y de manera remota,−la UCV, completamente electrónica, la USB, fue
una mezcla−; ambas dicen haber incrementado, gracias a la vía electrónica, el
porcentaje de participación, con plena seguridad de la data y a un costo muy
aceptable; pero, a nadie se le escapa que no es lo mismo hablar de un registro
electoral de unos pocos miles de egresados a uno de varios millones. Y lo más
importante, el factor confianza o desconfianza.
La
Confianza, factor clave.
La
mayor desconfianza, en la mayoría de los países, es hacia el sistema
electrónico como tal, por la posibilidad de alteración del voto mediante
intervención externa, y todas las razones que bien conocemos en Venezuela, pues
son “nuestro pan” de cada proceso electoral. Hoy en día, no habría mayor
problema en votar electrónicamente, en una pantalla táctil, desde Los Teques o
desde Madrid, Bogotá, Lima, Santiago de Chile o Miami; o como los egresados
universitarios, desde EEUU, España, Colombia, Argentina, México, etc. siempre y
cuando se cumpla una condición previa fundamental: Que se confié en el proceso
y sobre todo en el ente electoral que lo regula. Nadie en esas universidades va
a cuestionar el proceso por desconfiar en sus comisiones electorales; pero ese
no es el caso, al menos en Venezuela, con respecto al CNE. De manera que, la
clave es confianza. Y confianza es precisamente lo que nos falta en Venezuela,
donde una buena parte del país, probablemente con sobradas razones, desconfía
de la eficacia y, sobre todo, de la neutralidad del ente electoral.
Espero
haber puesto en claro el tema de las dificultades reales del voto en el
exterior, pues da la impresión que algunas personas no las ven y piensan que es
fácil y basta solo con declarar que es un derecho político o con desearlo.
Conclusión
y Estrategia.
Como
quiera que no estoy en un concurso de popularidad y no compito para ningún
cargo ni puesto de elección, me siento en libertad de decir sin ambages cual
creo que debe ser la estrategia del voto en el exterior −o mejor dicho, la de
los votantes en el exterior−, que no se puede basar en alcanzar la utópica
participación de tres y medio millones de votantes; para empezar porque
probablemente, por datos estadísticos, se abstendría la mitad. Por lo tanto, la
estrategia de los venezolanos en el exterior se debe basar en metas posibles,
alcanzables:
1. Luchar,
cómo no, hasta el último aliento por el restablecimiento del derecho al voto de
los venezolanos en el exterior −pues a los derechos no se renuncia−, exigiendo
la modificación de la LOPRE y denunciando la conculcación del derecho en todas
las instancias internacionales posibles. Por cierto, un primer paso en esa
lucha es exigir, con más fuerza que la desplegada hasta ahora, que se abra el
registro electoral en el exterior. Pero,
2. Trazarse
metas realistas, posibles de alcanzar; por ejemplo, lograr que, cuando menos,
se triplique, tanto el registro −de los 107 mil actuales−, como la votación en
el exterior, que no ha pasado de los 62 mil votos.
Esas
dos metas son alcanzables, con plena consciencia de la limitación de nuestras
fuerzas actuales; y sobre todo sin demagogia, sin plantearnos metas imposibles
con el voto y los votantes en el exterior y sin utilizarlos como excusa para
nuestros objetivos políticos en Venezuela.
Ismael
Pérez Vigil
@Ismael_Perez
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