María de los Ángeles Graterol 11 de septiembre de 2022
Es necesario empezar a llevar
un registro a nivel regional para alimentar estadísticas oficiales sobre
suicidios y padecimientos mentales en desplazados y migrantes de nacionalidad
venezolana. La data contribuirá en el desarrollo de programas gubernamentales
de atención y políticas públicas preventivas en esta materia. De esta forma se
puede ampliar la capacidad de unidades de asistencia psicológica para la
diáspora, pues de por sí no se dan abasto para atender a sus propios grupos
nacionales
En las
Américas, un promedio de 100.000 personas se quitan la vida anualmente.
Venezuela, hasta 2019, afirmó la Organización Panamericana de la Salud (OPS),
se mantenía como uno de los países de la región con menores registros de
suicidios, al tener una tasa que no superaba los 2,5 casos por cada 100.000
habitantes. Sin embargo, en 2021 esa cifra aumentó a 4,3, tras documentarse al
menos 1.164 muertes de este tipo, de acuerdo con el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV).
Los venezolanos engrosan el número global de 703.000 personas que se suicidan tras numerosos intentos —una cada 40 segundos— . Y cuando hablamos de venezolanos nos referimos no solo a aquellos que están dentro del país —afectado por una crisis humanitaria desde al menos 2015 y la debacle económica iniciada en 2013— sino también a los entre 6,8 y 7,2 millones de migrantes y refugiados que han sido víctimas de un desplazamiento forzoso a causa de la pobreza extrema que arropa al 70% de la población, la violencia, inseguridad personal y la persecución política.
En
Colombia, el territorio de la región que más venezolanos alberga (2,4 millones
según Migración), en los últimos cinco años se han suicidado 244 venezolanos,
siendo 2020 y 2021 los períodos de mayores picos, con 76 y 38 suicidios,
respectivamente.
El
agravamiento de la precariedad económica de aquellos más vulnerables debido a
la pérdida de empleo por el confinamiento por la pandemia de covid-19, que se
tradujo en una baja en el acceso a los alimentos, es uno de los factores
que intensificaron las conductas suicidas dentro de la población
migrante venezolana en el país vecino, dijo Luz
Ángela Rojas, miembro del Grupo de Investigación en Salud Mental de la
Universidad CES de Medellín, en entrevista con TalCual.
El Instituto Legal de Medicina Forense de Colombia ubicó
a Antoquia, el Norte de Santander, Valle del Cauca y Atlántico como los
departamentos con mayor cantidad de suicidios ocurridos en la comunidad
venezolana, medido en cifras absolutas.
A
juicio de la psiquiatra Rojas, esto no se debe necesariamente a que en esas
localidades las condiciones sean peores, sino a que son las que mayor población
migrante venezolana han acogido, por ende, el registro es mayor. Cree que,
además, la mayoría de ellas, por ser entidades limítrofes, son utilizadas como
camino de tránsito en ruta hacia Panamá.
En ese sentido, consideró que prestar asistencia psicológica al migrante venezolano —más vulnerable de sufrir deterioro de la salud mental por el duelo migratorio, la discriminación, separación familiar y adaptación a nuevos contextos, de acuerdo con un estudio de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) — no es lo único que debe hacerse para reducir, además de los niveles de depresión o ansiedad que presenta la mayoría de ellos, los riesgos de suicidio.
«A una
persona con depresión tú le puedes dar un medicamento, pero no le va a resolver
la vida porque esa persona no viene sola. Trae encima los problemas económicos,
el haber dejado su país, el estrés de todas las veces que ha tenido que poner
su vida en riesgo en las rutas migratorias donde, por ejemplo, ha podido sufrir
abuso sexual, o que ha tenido que llegar a la prostitución porque no tiene de
qué más vivir. La asistencia no debe ser únicamente psicológica, tiene
que ser multidimensional (…) porque en el desarrollo de los trastornos mentales
y el riesgo de suicidio, que son enfermedades multifactoriales, inciden
las dificultades socioeconómicas, a tal punto que creas que vale la pena
tanto sufrimiento de atravesar el Darién».
¿Cuáles
son las principales afecciones mentales en migrantes venezolanos?
Un informe de
la Pontificia Universidad Javeriana en alianza con la Organización
Internacional de las Migraciones (OIM) determinó que la ansiedad, depresión y
el consumo de sustancias psicoactivas son los trastornos mentales más comunes
en la población migrante venezolana, además de manifestaciones del estado de
ánimo, estrés y llanto.
En
Perú, por ejemplo, la prevalencia de signos depresivos aumentó entre la
diáspora venezolana en 2020, durante los meses más estrictos de confinamiento,
y volvieron a bajar a medida de que se normalizó la cuarentena.
Ese
dato, precisado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), coincidió con
que los entrevistados volvieron a conseguir trabajo y mejoraron sus condiciones
o pudieron tener mayor estabilidad. En esta etapa, según David Sucre,
un psicólogo en Quito (Ecuador) que trabaja atendiendo a migrantes venezolanos,
que pueden comenzar a prestarles los primeros auxilios sociales.
«Hacer
rutas como el Darién o caminar por el Cono Sur representa importantes riesgos
para el psiquismo y el componente emocional que forma parte de nuestra
composición afectiva. Pero cuando se cubren las necesidades tan básicas de
alimentación, resguardo, cobijo, atención en salud física —porque hay personas
que llegan con cuadros de hipertensión o que hacen el trayecto con discapacidad
física—es que se puede hacer una intervención dentro del campo emocional y
psicológico», explicó.
Agregó
que hay dos formas de atender a los afectados: una es prestándoles los primeros
auxilios psicológicos, que implica dar psicoterapia para ayudar a las personas
a salir de la perturbación por haber hecho viajes tan peligrosos; otra es hacer
intervenciones de crisis, que son más puntualizadas, como ayudarlos a sobrepasar
ataques de pánico, ansiedad o frustración muy grande, los cuales son una
muestra de un posible cuadro de estrés postraumático o agudo.
A
juicio de Sucre, que forma parte de la red de terapeutas de Psicodiáspora —una
asociación de psicólogos para asistir a migrantes—, es importante
desarrollar la resiliencia para hacerle frente a las conductas suicidas,
pues «muchas personas terminan acabando con su vida en la selva del Darién ( o
luego) no por las circunstancias del camino en sí, sino porque, a veces, por
ejemplo, pierden familiares», comentó.
Mientras,
Luz Ángela Rojas, doctora colombiana en Ciencias de la Salud, aconsejó a los
familiares de migrantes no tener miedo a preguntarle a una persona si ha
pensado en morirse, tras identificar que tenga comportamientos suicidas o pueda
estar en riesgo de ello.
«Si
eres un migrante venezolano y consideras que la vida no vale la pena, busca
ayuda, con un amigo que te sientas cercano o pide ayuda en un servicio de
salud. Las urgencias las tienen que atender así no tengas una afiliación al
sistema», señaló.
¿A qué
barreras se enfrenta la diáspora al buscar atención psicológica?
Uno de
los problemas a los que se enfrenta la migración venezolana en términos de
salud mental es a la falta de acceso a servicios públicos por la condición
migratoria irregular en la que viven muchos.
También
«las personas migrantes y refugiadas están llegando a comunidades de acogida
donde ya existe un alto número de personas buscando servicios de atención por
problemas asociados a la ansiedad y la depresión; un deterioro de la salud
mental en general e insuficientes respuestas locales para la prevención del
suicidio; y ausencia de una oferta de atención psicosocial combinado con un
fuerte trabajo social», reseñó el estudio Desigualdades en salud de la población migrante y refugiada
venezolana en Colombia.
La
organización Médicos Sin Fronteras en Panamá (MSF) ha asegurado
estar «desbordada» en los puntos de atención migratoria cercanos a la salida
del peligroso paso fronterizo que conecta a Colombia con territorio panameño,
que es por donde cruzan nueve venezolanos cada hora, con un total de 44.943
personas que hicieron ese tránsito en el primer semestre de 2022, según el
comisionado de la Organización de Estados Americanos (OEA) para la Crisis de
Refugiados Venezolanos, David Smolansky.
La
Organización Internacional para las Migraciones (OIM), para hacerle frente a
esa problemática, ha recomendado, en su informe Situación de la población migrante venezolana en Panamá,
además de habilitar y adecuar más albergues, ampliar el «acceso a una
atención en salud mental y apoyo psicológico sostenido y gratuito o a precio
accesible». Pero esto no será suficiente para mejorar el bienestar
mental del éxodo venezolano.
Para
Sucre, también profesor de evaluación psicológica en la Escuela de Psicología
de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), debe empezarse a llevar un
registro a nivel regional para que se publiquen estadísticas oficiales sobre
suicidios y padecimientos mentales en desplazados de nacionalidad venezolana,
las cuales contribuirán al desarrollo de programas y políticas públicas
por parte de los gobiernos de acogida.
«En
2019 atendía a una paciente, una mujer que vivía un proceso depresivo en la
ciudad de Quito y traía problemas familiares y laborales. Ella decidió parar el
tratamiento. A los seis meses de haber tenido esa pausa, su esposo me llama y
me dice que ella decidió quitarse la vida. Eso fue un solo caso, pero ese mismo
año supe que en Chile, unas tres o cuatro personas que eran migrantes
decidieron acabar con sus vidas. Después, aquí en Quito, un migrante venezolano
se ahorcó y amaneció guindado en un parque público. Sí hay contabilidad
de casos, pero no estadísticas oficiales. Yo no soy de los que cree que las
personas somos números, pero para las políticas públicas hay que hablar de
cifras«, puntualizó el experto en psicología.
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