VALERIA PACHECO
Agence
France Presse
27 DE JULIO DE 2017 3:54 PM
CÚCUTA, COLOMBIA
José lleva una semana durmiendo en la calle y Rafael a veces se queda en
un refugio donde le dan de comer. Como otros venezolanos que migran a Colombia
padecen un rosario de penurias buscando empleo y un futuro mejor para sus
familias.
Es casi la media noche y tanto José Flores como Rafael Mendoza deberán
dormir a las puertas del albergue Centro de Migraciones de la Diócesis de
Cúcuta, la ciudad fronteriza por donde llegaron desde Venezuela tratando de
dejar atrás la severa crisis en su país y buscar oportunidades.
Flores, un pastelero de 50 años, agarró unos 10 dólares, una mochila con
pocas cosas y dejó en su oriunda Maracay (norte venezolano) a su esposa y dos
hijos para buscar empleo en Cúcuta, ciudad de unos 600,000 habitantes. Ya lleva
una semana de búsqueda y nada.
“Como no tenemos plata para una pieza tenemos que dormir en la calle.
Prácticamente somos como unos indigentes. A veces no nos bañamos, no comemos”,
dice a la AFP este hombre, quien hace unos meses pesaba 80 kilos y hoy luce
delgado y demacrado por la escasez de alimentos que padeció en Venezuela.
Con el empeoramiento de la crisis en el vecino país, cada vez hay
más venezolanos en Cúcuta, la segunda ciudad con mayor desempleo de Colombia
(16.6 por ciento) y la de mayor trabajo informal (70.4 por ciento), según
cifras oficiales del periodo marzo-mayo.
“Uno
se siente con las manos atadas, pensando en no tener (dinero) para mandarle a
nuestra esposa, a nuestros hijos. Lo que pido es un trabajo, nada más. Es
fuerte, ¿verdad?”, apunta el hombre recostado en el suelo junto a la puerta del
Centro de Migraciones, que es dirigido por una misión scalabriniana.
Flores
nunca antes había dormido en la calle y se ve abatido por las dificultades para
conseguir empleo y comer bien. “A veces nosotros venimos con sueños, pero los
sueños se acaban. Es fuerte”, dice con la voz ahogada en llanto.
En
el último mes, ha habido unas 65 personas en promedio en el refugio, poco más
de la mitad son venezolanos, 22 solicitando refugio y 12 de paso, y muchos se
quedan solo un par de días, cuenta a la AFP el padre Francesco Bortignon,
director de la misión.
“Llegué
aquí (al Centro) sin ropa ni nada. Me recibieron y me dieron una ayuda, una
muda de ropa y comida”, afirma Mendoza, de 32 años y oriundo de Ciudad Bolívar,
en el lejano este venezolano.
Desde
que llegó hace un mes, reparte las horas entre buscar empleo y buscar comida.
“No hay trabajo para los cucuteños menos para el venezolano”, dice este
exsargento del Ejército.
“Me
gustaría quedarme en Cúcuta (…) porque sería más fácil traer a mi pareja y mi
niña. Y que se queden aquí un tiempo hasta que la situación en mi país se
acomode”, afirma Mendoza, quien se tapa con una vieja sábana durante las noches
de esta ciudad de clima cálido.
Consciente
de la situación de desempleo, Mendoza quisiera irse a Bogotá, Cali o Medellín,
con mejores índices de ocupación. Según las autoridades, hay entre 300,000 y
350,000 venezolanos en Colombia.
Unos
25,000 venezolanos entran a diario a Colombia y un número igual sale, en un
tránsito circular para comprar alimentos y para ganar dinero en trabajos
informales, como es el caso de Ernesto Toro (35), quien calcula pasar una
semana en Cúcuta vendiendo pulseras que hace él mismo.
“El
objetivo mío es buscar un poquito de dinero y llevarme algo de comida para mis
hijos”, dice el artesano. Su mochila decorada con un parche del mapa de
Venezuela está llena de material para hacer brazaletes.
Es
optimista, pese a que pasó la noche en el peligroso terminal de buses de Cúcuta
junto a su pequeño hijo de 6 años. “Tengo que hacerlo por mi familia”, dice en
la puerta del refugio.
Según
el padre Bortignon, en la diócesis “están súper preocupados hace meses por una
posible estampida desde Venezuela”.
Señala
que el albergue podría recibir hasta 300 personas y ya se habla en la ciudad de
que las “autoridades tienen vistos tres lugares donde se instalarían carpas”.
El
director de Migración Colombia, Christian Krüger, explicó a AFP que las
autoridades tienen un “plan de contingencia” para varios escenarios, incluso un
éxodo masivo.
Mientras
tanto, con la constante migración la atención “se está volviendo imposible y
traumática”, reconoce Bortignon, porque cada vez se requieren más alimentos y
recursos de salud para los migrantes, entre ellos “muchos niños bebés,
embarazadas”.
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