Omareliz Pineda Araujo 18 de noviembre de 2017
@OmarelizPA
Joropo Jam es una agrupación conformada por cuatro jóvenes
venezolanos que deleitó a catalanes y latinoamericanos en un memorable
concierto en el Centre Artesá Tradicionàrius de Barcelona. Público y músicos
concluyeron que no hay nada que discutir: “El joropo pega con todo”.
La
noche del 27 de abril, Barcelona vibró al ritmo de un baile que conjuga lo
mejor del folclor musical venezolano. La fiesta la puso Joropo Jam, agrupación
que lucha por difundir lo que cantan y bailan en los llanos de un país que se
extiende en el centro de su territorio como un horizonte sin fin.
“Nos
sentimos muy orgullosos de tocar la música venezolana. Creemos que es la mejor
del mundo”, señaló el cuatrista Leo Rondón al inicio de su concierto. Dos horas
después demostró la verdad irrefutable de sus palabras.
Es que
Joropo Jam se ha impuesto una misión hermosa pero difícil de cumplir: recorrer
el mundo con su estilo particular de hacer escuchar y bailar el joropo.
Conformada por Leo Rondón (cuatro), Edwin Arellano (bajo), Manuel Rangel (maracas)
y Fernando Álvarez (bandola y oboe), la agrupación deleitó al público que
asistió, entre la curiosidad y el asombro, al Centre Artesá Tradicionàrius
(CAT) de Barcelona.
Con un
repertorio de canciones que incluía “Sabana”, de Simón Díaz; “El gavilán”, de
Ignacio Figueredo; el vals venezolano “Creo que te quiero", compuesto por
el maestro Luís Laguna y hasta un aversión muy criolla del vals tradicional
francés “Flambee Montalbanaise” entre otras piezas, Joropo Jam enarboló uno de
los símbolos patrios de una Venezuela que protesta, pero que también canta y
baila.
Y es
que al decir de estos jóvenes talentos musicales, el joropo pega con todo, no
solo es el acompañamiento perfecto para relatar la faena del llanero en los
campos venezolanos.
“El
joropo es más que un ritmo musical local y puede llegar a ser más universal de
lo que creemos”, insisten los integrantes de Joropo Jam.
Y es
que el joropo pega con todo. No solo es el acompañamiento perfecto para relatar
la faena del llanero en los campos venezolanos. El joropo es más que eso y
puede llegar a ser más universal de lo que creemos y una muestra de ellos es
Joropo Jam. Estos grandes músicos se presentaron con pantalones de vestir y
chalecos elegantes de “Versace”, como comentó entre risas Edwin Arellano,
haciendo cantar a sus instrumentos mientras bailaban pasos de salsa, de
merengue y poseían la risa universal del que hace buena música.
El
concierto se paseó por los distintos joropos venezolanos acompañados de una
breve explicación de los mismos, que trasladaba a sus espectadores (había
muchos catalanes entre el público) a conocer una Venezuela de adentro; de esas
que pocos ni siquiera hemos llegado a ver.
Leo,
Edwin, Manuel y Fernando son el vivo ejemplo de virtuosismo y seriedad en el
trabajo. Fernando y Leo residen en Bélgica y Francia respectivamente desde hace
años, y en Paris han logrado fundar una escuela de música venezolana donde
asisten alumnos de todas partes de Europa e inclusive cuenta con alumnos
japoneses. “Y curiosamente muy pocos venezolanos” agrega Leo Rondón demostrando
que la música venezolana es para todos los gustos y que el joropo en particular
puede llegar a tocar fibras importantes en el ser humano.
“Creo
que el joropo logra conectar al hombre por medio de su pasado, recuerda que
todo esto viene de una herencia ancestral, tal vez en algún momento los moros y
los gitanos le transmitieron esa musicalidad a España, y España no las
transmitió a nosotros con la colonización: basta con ver la gran cantidad
elementos que se parecen. Recuerda que nosotros tenemos influencias de todas
partes del mundo, pero también tenemos nuestra marca personal que es lo que
caracteriza mucho a Venezuela” resaltó Leo Rondón.
Joropo
Jam seguirá su gira por Europa donde después de tocar en varias ciudades
españolas como Valladolid, Madrid y Valencia se presentarán en Estocolmo,
Ginebra y Francia demostrando por medio de una maraca, cuatro, oboe y bajo que
la buena música no necesita traducción, porque se aprecia con el alma del que
le gusta las cosas sublimes.
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