María Ayzaguer 27 de noviembre de 2017
"Esto
es invivible", pensó Félix, harto de ver gente comiendo de la basura en
San Antonio de los Altos, la ciudad montañosa de las afueras de Caracas en la
que nació. Y tomó un vuelo con destino a la Argentina, hacia un país que
desconocía pero del que había oído hablar mucho. Era en noviembre de 2016 y se
dijo: "Ojalá que me guste porque si no me gusta ¿pa donde me voy?"
Atrás
quedó toda su familia, salvo por Carolina, su esposa, que había viajado un mes
antes, para ir buscando alojamiento. Ella al principio se hospedó en la casa de
unos amigos. Al poco tiempo consiguió trabajo como administradora en una
empresa y pudo alquilar un departamento.
Cuenta
Félix que le hicieron más preguntas para salir de Venezuela que para entrar en
la Argentina: "Querían saber cuantos dólares llevaba, cuántos traía, qué
iba a hacer acá. Tenía que tener el ticket de regreso como si viniera por
turismo. De hecho, el pasaje lo saqué como si fuera a volver antes del 24 de
diciembre. Creo que me ayudó decir que volvía a Venezuela para las fiestas".
Y rápidamente aclara: "salir de allá es legal. Pero ahí, en el aeropuerto
se ponen medio ridículos para sacarte dinero. Acá fueron super rápidos y
atentos. Entré solo y con mis dos maletas".
"Es
difícil armar una maleta cuando te vas indefinidamente de tu país. Ahí te das
cuenta de que lo material no es nada", reflexiona. Se trajo apenas dos
pantalones y dos remeras, todo el resto del equipaje eran objetos que le
encargaron para que le acerque a otros venezolanos en la Argentina. Entre
ellos, algunos budares, las planchas típicamente utilizadas para cocinar
arepas.
Le
habían advertido que los argentinos eran "malllevados", rasgo que
desmitificó una vez que se instaló acá. "En Venezuela al argentino lo ven
mal, pero a la Argentina la ven bien", cuenta sincero."Somos muy
parecidos, el sanantoñero es muy amable, muy servicial, como el porteño".
¿Qué
fue lo primero que le llamó la atención al llegar a Ezeiza? La limpieza.
"En el aeropuerto de Maiquetía -el principal de Venezuela- cuando yo me
vine no andaba el aire acondicionado, hacía muchísimo calor. Los pisos estaban
sucios, los baños imposibles. Llegué acá y me impresionó ver todo limpio, los
baños bien atendidos, el aire acondicionado", cuenta.
Otra
cosa que lo impactó y todavía le produce nervios es la policía. "Cuando
llegué vi un montón de policías y me hice toda la película. Sin ser culpable de
nada, ¡imaginate si hubiera traido droga! Ya sólo de verlos. Allá te paran por
cualquier estupidez y te quieren quitar dinero por todo". Es un reflejo
del que todavía no se puede deshacer.
EL
BARBERO
La
primera vez que cortó pelo fue a los 11 años, a pedido de su tío: estaban en
medio del campo y tenían que ir a una fiesta. Desde entonces comenzó a hacerlo
para toda su familia y amigos. Casi sin quererlo, encontró un oficio. Hoy se
dedica a embellecer barbas y cabellos en Barbería NyA, el barrio de Belgrano,
lugar al que llegó tocando puertas, buscando trabajo. Antes había probado
suerte como cocinero en dos restaurantes distintos.
¿Qué
diferencias de estilo hay entre venezolanos y argentinos?: "Con respecto a
la barba, allá no se usa tan larga, más bien corta y muy delineada. Acá se usa
más larga y no tan marcada ni prolija. Los argentinos prefieren el pelo más
largo, los venezolanos tienen una onda más caribeña.
¿Y
cómo clientes? "Te soy sincero, atendiendo me di cuenta que nosotros somos
más fastidios que ustedes. El venezolano te dice: mira, este pelito me
quedó afuera. Aunque le hagas un corte perfecto va a estar buscando la
falla. Al argentino le cortaste el pelo, le gustó, y chau, se va. Le gusta que
le quede prolijo, pero no fastidia tanto".
El
venezolano es más coqueto, dice, si puede va todas las semanas a la peluquería.
"Acá tal vez te viene un cliente que no se corta el pelo hace 4 meses. Y
te miente con que le creció rápido".
Algo
que le pedían los clientes y le costó comprender es el "corte
desmechado". Al respecto, dice: "para nosotros en Venezuela eso está
mal hecho, te cortan desprolijo a propósito. Al principio me impactó, ahora ya
lo hago".
VOLVER
A SU TIERRA
Cuenta
Félix que cuando salió de su país lo hizo con intenciones de nunca más volver.
Pero estando acá se dio cuenta de que no es completamente feliz si no está en
su tierra. Quiere tener hijos pronto y se encuentra frente a un dilema, porque
le gustaría que nacieran en Venezuela, algo que discute con Carolina.
Le
gustaría regresar cuando, según él, se den las condiciones de trabajo básicas.
Volver a un lugar donde con el propio esfuerzo se pueda salir adelante. Y suma:
" y por supuesto no tener que hacer una cola para comprar comida, no tener
que hacer de todo para poder comer. Y que haya seguridad. Con nada más que eso,
ya me regreso".
Pasó
hambre, por no conseguir comida o por no tener plata para comprarla. Pero dice
que eso no es nada al lado de ver chicos desnutridos: "Ver chicos
desnutridos en Siria es tristísimo, pero resulta algo lejano. Vivirlo en carne
propia, o con un familiar tuyo es un sentimiento muy fuerte". Y agrega:
"Hoy día peso 75 kilos. Cuando llegué acá pesaba 60. En Venezuela había
llegado a pesar 80. Estaba comiendo tan mal allá que cuando llegué y comí bien,
me enfermé 2 o 3 días". Recuerda el sandwich de jamón y queso crema que le
convidaron el día que llegó: "Yo nada más de ver los ingredientes me daba
pena comerlo. Me parecía que me estaban dando un lujo".
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