ALONSO MOLEIRO 07 de enero de 2018
Venezuela acumula cuatro
años de una recesión económica que ya trae consigo los elementos de una
auténtica depresión. Una bancarrota comparable a la vivida hace poco por
Grecia, aunque con otros componentes y varios añadidos. Las autoridades se
niegan a ofrecer los datos formales de las cuentas del país, pero algunas
firmas especializadas calculan que, en 2017, el
desplome alcanzó cotas de economía de guerra, con una contracción del PIB
del 14%. Todo parece indicar que será el mismo escenario de 2018.
Cuatro
años de nefasta gestión económica han reducido el tamaño de la economía
venezolana un 35%. Algunos observadores, como Asdrúbal Oliveros, de la firma
Ecoanalítica, cifran el déficit fiscal en el 17% del PIB y la
inflación en el 2.700% el año pasado. La actual crisis, inédita en la
historia venezolana, es toda una rareza en un petroestado e inscribe su nombre
en la historia de los grandes naufragios sociales de América Latina en los
últimos 50 años.
El
hundimiento de la economía no ha estado exactamente propiciado por un desplome
de los precios petroleros. A la fecha, la cesta de crudos venezolanos ronda los
60 dólares el barril, una cifra que en cualquier otro momento habría sido
considerada óptima por cualquier ministro de Economía.
Oliveros
opina que ni siquiera una nación en guerra como Siria puede mostrar tales
cifras de deterioro. “Esta es la primera vez que el sector externo no influye
en los vaivenes de la economía del país. La depresión nacional va a tener,
sobre todo, graves consecuencias sociales, que probablemente no hemos visto del
todo. Los empresarios están golpeados, pero pueden resistir la tormenta. Muchos
tienen ahorrados dólares en el exterior para protegerse”.
Petróleos
de Venezuela (PDVSA), el recurso natural del país ante cualquier
contingencia y ahora casi única fuente de ingresos, atraviesa un grave desorden
funcional y monetario que se traslada milimétricamente a la economía. El año
pasado, según Ecoanalítica, la petrolera redujo su producción en 300.000
barriles diarios, cifra que puede sobrepasar los 700.000 barriles durante los
cinco años de Gobierno
de Nicolás Maduro.
Es uno
de los muchos desatinos que han dado pie al torbellino venezolano. Las fuentes
consultadas no dudan en señalar que son consecuencia de la profundización del
sesgo ideológico en la economía. El modelo de desarrollo chavista está diseñado
para colocar un hermético grillete sobre todas las variables de la producción y
la formación de los precios, mientras el Estado ha asumido la toma de los
sectores productivos y destina un importante esfuerzo organizativo y político a
crear circuitos comunales y organizaciones colectivizadas absolutamente
disfuncionales.
Dólar
negro
El
sector privado vive constreñido entre la total intervención del Estado en la
economía y las sanciones impuestas por la comunidad internacional. Los
aumentos de sueldos son compulsivos, y frecuentes los operativos
unilaterales para intentar, sin éxito, bajar los precios.
A ello
se suma un panorama cambiario anárquico, dominado por los intereses creados y
la corrupción. En el país existe una tasa de cambio oficial, calculada en 10
bolívares por dólar, y un dólar negro, que el Gobierno no reconoce
oficialmente, pero que alimenta todo el circuito económico nacional, y que
ronda los 120.000 bolívares por dólar.
Aunque
los responsables del Gobierno consideran al dólar paralelo como enemigo, no son
pocos los miembros del régimen manchados por la especulación. Muy
especialmente, los funcionarios oficiales y miembros de las Fuerzas Armadas
facultados para otorgar licencias de importación y administrar divisas de
acuerdo a la paridad oficial, se supone que para atender las demandas de
desarrollo nacional. Muchos de ellos obtienen luego jugosas ganancias con la
reventa de productos y con negocios ilícitos usando la enorme brecha del
diferencial cambiario.
El Gobierno
de Maduro ha decidido asumir el control total de las importaciones y los
puertos, y se han vuelto comunes los casos de sobrefacturación en las aduanas.
En varias ocasiones, cargamentos de comida y medicamentos se han echado a
perder en los puertos, producto del retardo burocrático y el apuro ante el pago
de coimas (sobornos). El
índice de desabastecimiento rara vez ha bajado del 50% durante el lustro de
Maduro.
Venezuela
registró, desde 1940 hasta 1980, las tasas de crecimiento económico más altas
del mundo. Sus ingresos petroleros la mantenían a salvo de los huracanes
inflacionarios y el desabastecimiento fue apenas puntual.
“Las
primeras grietas comenzaron a verse hacia 2009, cuando el chavismo se decidió a
profundizar su modelo, año en el que comenzó un proceso selectivo de control en
las divisas, se eliminaron las fórmulas alternativas para comercializar con el
dólar y se hizo crónico el desabastecimiento. Se hicieron inocultables luego de
2012, cuando Hugo Chávez gana por tercera las elecciones presidenciales y se
concreta un boom importador gigantesco, con fines
electorales”, afirma Oliveros.
Orlando
Ochoa, economista y académico especializado en finanzas y petróleo, ubica el
origen del maremoto actual en 2007, año de la segunda victoria electoral de
Chávez, cuando comienza la agresiva toma de activos del sector privado, la
hostilidad hacia los inversores y los gastos sociales ingentes para controlar
electoralmente a las masas. “La crisis venezolana tiene dos grandes causas: el
dogmatismo ideológico, que se niega a interpretar la economía, y el gasto
público desbordado para soportar programas sociales con el objeto de ganar
votos”, señala.
Ochoa
afirma que las distorsiones logran afianzarse gracias a la naturaleza del
propio Maduro, un dirigente con un desconocimiento de la economía y que se ha
ido rodeando de los cuadros más radicales del chavismo. En parte para conseguir
un nicho político que le otorgue fortaleza en las pugnas internas. Luis Salas y
Pascualina Curcio, y el economista español Alfredo Serrano Mancilla son sus
principales asideros.
“Lo
peor de todo es que, con un programa económico sensato y responsable, que por
supuesto requerirá ayuda internacional, algunos de los males venezolanos
podrían desaparecer en apenas meses”, afirma Ochoa. La
llegada del año electoral y la situación límite que vive Maduro podrían
agravar las cosas: para 2018, la inflación en el país podría alcanzar, según
Oliveros, la estratosférica cota del 7.000%. Una cifra que podría incluso
duplicarse, en opinión de Ochoa, si no se toman decisiones urgentes.
CINCO
AÑOS DE MANDATO EN CIFRAS
PIB
menguante. En 2014, el primer año de la crisis política
venezolana, la economía cayó un 5%; en 2015, el PIB se volvió a contraer un 8%
y en 2016, otro 16%. En 2017, la economía se redujo un 14%, según calculan los
analistas.
Inflación
al alza. Los expertos estiman que los precios crecieron en
2016 un 525%. A esa cifra, no oficial, se suma una tasa de inflación del
2.700% en 2017, que puede dispararse este año hasta niveles del 7.000%.
Producción
de petróleo. Como miembro de la Organización de Países
Exportadores de Petróleo (OPEP), Venezuela tiene asignada una cuota de
producción de crudo que viene incumpliendo de forma sistemática en los últimos
años. En octubre, el país sudamericano extraía 1,86 millones de barriles de
petróleo diarios, 110.000 barriles menos de lo asignado por la organización.
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