Agencia ANDES 05 de abril de 2018
Un equipo de Andes visitó el albergue San
Juan de Dios en el centro de Quito, donde hasta 10 venezolanos migrantes llegan
diariamente para solventar necesidades y continuar su lucha diaria en búsqueda
de una mejor vida.
A las
cinco de la tarde la temperatura desciende en Quito y con la lluvia se
acrecienta el frío, condiciones duras para las personas de bajos recursos
económicos que buscan un sitio donde refugiarse del cambiante clima de la
capital ecuatoriana.
El
albergue San Juan de Dios, ubicado en el sector San Diego del centro de la
ciudad, es un remanso para quienes han perdido la brújula o llegan de otros
parajes de la geografía suramericana.
Andes
visitó esta casa-hogar en pleno apogeo de la larga fila que hacen en para su
entrada ciudadanos tanto nacionales como de diferentes países, que arriban por
las buenas referencias que reciben de este sitio en cuanto al trato, cuidado y
atención para ayudarles a afrontar su realidad.
Al
entrar al recinto, el visitante se encuentra con una enorme sala común, que
tiene como centro la figura de Juan de Dios, un santo portugués quien fuera
enfermero y fundador de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios en 1572.
En la
planta baja, se encuentran varias salas de espera, sitios de atención social y
un gran comedor, donde prevalece la higiene, el orden y un comportamiento
adecuado de sus inquilinos.
Un
piso más arriba, se encuentran las habitaciones, unas reservadas para los
hombres y otra para mujeres, separados por un gran pasillo y varias puertas. En
un solo gran cuarto, se hallan varias decenas de camas, cada una con una cobija delgada y un edredón,
correctamente tendidos.
Unos
llegan a San Juan de Dios en medio del abandono por parte de sus familias,
otros que viven en la calle y buscan una solución temporal a su situación y
también están los migrantes, mayoritariamente de nacionalidad venezolana,
seguidos de los colombianos.
A los
venezolanos, fundamentalmente hombres, se les identifica porque casi siempre
llevan gorras y camisetas con la insignia de su equipo de fútbol y también por
su tono al hablar.
Según
estimados, actualmente reciben atención allí entre 300 a 320 ciudadanos
venezolanos, a quienes se les ofrece alojamiento, alimentación, vestimenta,
rehabilitación, trabajos sociales e incluso capacitaciones para que puedan
reinsertarse nuevamente al mercado laboral informal.
En una
de las salas de espera, estaba Rodman Pedrosa, un joven venezolano de apenas 21
años de edad, que había llegado al país hacía apenas cinco días luego de una
travesía por varias ciudades colombianas como Cúcuta, Bogotá, Bucaramanga,
Cali, Ipialies hasta llegar a la localidad ecuatoriana de Tulcán, fronteriza
con Colombia.
Pedrosa
proviene del estado Táchira de Venezuela, donde fue miembro del cuerpo policial
Politáchira; ahora, tras dos meses de estar desempleado en Colombia, decidió
viajar a Ecuador en la búsqueda de una mejor oportunidad, a la vez que va
descubriendo en él habilidades para lograr su sustento económico y salir
adelante hasta lograr una estabilidad en sus ingresos.
“Verá,
descubrí que era bueno en jardinería, criando pollos, también como en
albañilería, o sea, fueron cosas que nunca había trabajado y que, de la noche a
la mañana, las aprendí rápido. Solamente prestando atención, teniendo
constancia y disciplina, logré aprender las cosas rápidamente y las personas
quedaron maravilladas conmigo”, indicó el joven.
Con
solo pocas pertenencias encima, la meta final de Rodman es llegar a Chile,
donde afirmó que tiene varias amistades que le asistirán con hospedaje en su
acoplamiento en ese país.
Luchar el día a día y ayudar a la familia
Entre
las principales razones por las cuales cientos de ciudadanos de nacionalidad
venezolana llegan a Ecuador son económicas, en búsqueda de formas de enviar
dinero a sus familiares que se quedaron en su país, según sus testimonios.
En el
albergue San Juan De Dios reciben por las tardes ayuda material como cobijas,
colchones y enseres, mientras que por el día la mayoría de ellos ejerce el
comercio informal.
“Me
tocó vender jugo de coco con los haitianos, después fui reuniendo y reuniendo
(dinero), después compré fundas (de caramelos) e inciensos, todos los días yo
camino para vender y poder mandar para allá (Venezuela), pero no tengo
oportunidad para juntar los reales y pagar una habitación, que son 60, 80 o 100
dólares”, aseveró Carlos Prieto, un venezolano de 55 años de edad.
Prieto,
procedente de la ciudad de Coro donde trabajaba en un almacén, explicó que
partió de su país los primeros días de enero de este año, luego en Cúcuta vivió
bajo un puente por 20 días y trabajó en un mercado mayorista durante las noches
cargando sacos de comida. Relata que el trabajo era muy duro y no le alcanzaba
el dinero que ganaba en pesos colombianos.
“Llegué
a Rumichacha el 20 de febrero, solo (…) una señora me dijo ‘váyase para el
albergue’, me vine para acá, preguntando llegué aquí (…) me han brindado el
apoyo y estoy agradecido”, agregó este ciudadano venezolano, quien tiene como
plan futuro quedarse un tiempo más en Quito para seguir enviando remesas a su
familia, que tanto lo necesita.
Una joven mochilera con destino a Perú
Kimberly
Gutiérrez, también venezolana de 25 años de edad, había llegado a Quito hacía
apenas cuatro días cuando esta agencia de noticias la contactó.
Relató
que partió de su ciudad natal La Victoria, en el estado venezolano de
Aragua, junto con un grupo de amigos, y
precisó que “vinieron prácticamente caminando desde Venezuela” hasta
Ecuador. Afrontó dificultad de conseguir
trabajo en ciudades colombianas como Bogotá, donde “ya hay muchos venezolanos y
la xenofobia es algo complicado allá”.
Desde
que llegó a la urbe ecuatoriana, Kimberly no ha sentido ningún tipo de
discordia social en el país. En Venezuela estudiaba Psicología y está dispuesta
a ejercer el comercio informal hasta ahorrar al menos 50 dólares, que le
ayudarán a llegar hasta Perú, donde espera asentarse definitivamente con el
apoyo de varias amistades.
En
este sitio, el hermano Francisco Manzano, quien se encarga de la oficina de
donaciones del albergue San Juan de Dios, señaló que este hogar está cumpliendo
30 años de servicio. Antes estaba ubicado en el sector El Tejar de Quito y
luego se trasladó al sitio actual.
Manzano,
un adulto mayor de 72 años y de origen español, enfatizó que en el año 2017 se
recibieron a unos 36 venezolanos, pero entre enero y marzo de 2018 llegaron más
de 300.
“No
solamente los atendemos, sino procuramos darles cursos para que la persona se
forme (…) hemos hecho cursos de panadería, de peluquería, de corte y
confección, de limpieza, allí se preparan y pueden tener más acceso a la
sociedad”, dijo Manzano.
Señaló
que el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) ayuda al albergue con
un total de 50 personas y consigue donaciones de personas particulares a través
de débitos bancarios.
Como
parte de sus actividades internacionales, el Hermano Manzano informó que la
primera semana de abril partirá a Venezuela en apoyo de sus hermanos, ubicados
en un hospital de niños en Caracas y en el hogar clínica San Rafael en
Maracaibo.
Un refugio para todos
Inicialmente,
cualquier persona que llegue a este centro de ayuda puede obtener hospedaje y
alimentación en el transcurso de 10 a 15 días continuos, dependiendo de su
situación, donde muchos llegan con pocos recursos económicos, pertenencias e
incluso, sin documentos de identificación.
“Nosotros
recibimos a toda la población venezolana, colombiana, peruana, tenemos a dos
personas de República del Congo, una francesa, es el mismo trabajo con todos”,
dijo la trabajadora social del albergue San Juan de Dios, Vanessa Andrade.
Esta
institución, que consta de varias salas de espera, un total de 307 camas, un
gran comedor y confortables áreas comunes, también está vinculado con
instituciones como la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), el
Ministerio de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana y el Gobierno Autónomo
Descentralizado (GAD) de Pichincha.
Egleth
Noda, lideresa y fundadora de la organización denominada ‘Chamos venezolanos en
Ecuador’, que funciona como un colectivo, señaló a Andes que mantiene
actualmente un estrecho trabajo de colaboración con el San Juan de Dios, donde
tienen permisos para atender especialmente a sus paisanos.
“La
gente del albergue San Juan de Dios está haciendo un trabajo extraordinario,
con nuestros pocos recursos hemos ofrecido llevar una donación de ropa por la
cantidad de mujeres y hombres que entran ahí”, indicó Noda, quien es doctora de
profesión.
La
joven, profesional en Medicina, enfatizó que, sin embargo, no apoya la
migración no planificada o con bajos recursos, aunque “hay muchas historias de
ellos”, donde priman asuntos delicados económicos y de salud.
La
próxima meta de esta organización venezolana en Ecuador consiste en registrarse
como una Organización No gubernamental (ONG) para otorgarle una personalidad
jurídica. Por ahora ya tienen en reserva el nombre que le darán a este
colectivo y cuentan con reconocimientos en Ministerios. Próximamente esperan
hacer un recorrido por medios de comunicación para llegar a más venezolanos y
ecuatorianos.
En
búsqueda de un análisis sobre las causas de esta migración con muy escasos
recursos que está utilizando a Ecuador como tránsito, fundamentalmente, y
también como destino final, el politólogo Johnny Castro, de origen venezolano
radicado en Ecuador, manifestó que este tipo de migración es “multicausal”, ya
sea de carácter geopolítico y económico, que se ha realizado en fases y en la
que en los últimos dos años ha registrado un alto porcentaje de jóvenes que no
pudo culminar sus estudios profesionales.
“Esto
hace que su inserción en otro país se dificulte, ya que no tienen un título
universitario, pocas experiencias laborales, esto los pone en una doble vulnerabilidad”,
dijo Castro a este medio de comunicación de Ecuador.
Aseveró
que en diversos grupos venezolanos se ejerce la migración no planificada que
desconocen el país a donde se dirigen, ni cuentan inicialmente con los papeles
necesarios u ahorros suficientes para subsistir por un tiempo. Vio como
positivo que en países como Ecuador se han creado muchos círculos de
solidaridad de venezolanos para ofrecer información, asesorar y apoyar en
asuntos alimentarios, medicinales y materiales.
Según
cifras del Ministerio del Interior de Ecuador, unos 227. 810 venezolanos
entraron a través del puente internacional Rumichaca sólo en el año 2017. De ese total, unos 156.622 salieron por la
frontera sur ecuatoriana para seguir su camino a Perú y otros destinos latinoamericanos,
con lo cual se estima que alrededor de 71.188 se quedaron en Ecuador, pero la
cifra exacta varía cada día.
La
embajadora de Venezuela en Ecuador, Carol Delgado, reconoció la víspera que en
su país existen problemas no resueltos como en cualquier sociedad, pero aseguró
que afronta una agresión constante en los últimos 20 años, con un boicot
económico y financiero por parte de EE.UU. y aliados, que ha depauperado las
condiciones de vida, causando sufrimiento y penuria en su pueblo. A ello se
suma lo que calificó como una guerra mediática.
"Venezuela
es un país que está lejos de ser perfecto, tenemos muchos problemas, somos un
país en vías de desarrollo con todo lo que eso significa, con una economía
primarizada, como son la mayoría de las economías en América Latina y todavía
con muchas falencias", dijo, e instó a la prensa ecuatoriana "a
buscar la verdad" sobre Venezuela.
Llamó
la atención respecto a que su nación posee reservas certificadas de petróleo
por 298.500 millones de barriles, aunque datos oficiales a noviembre de 2017
serían de 300.878.033 millones de reservas probadas y certificadas,
provenientes de la faja petrolífera del Orinoco. La diplomática citó que el
Servicio Geológico estadounidense ha estimado que las sus reservas estarían
sobre los 500.000 millones.
En
tanto, el gobierno de Venezuela atribuye el asedio al interés de EE.UU. de
controlar ese recurso natural y alega que ello ha llevado a su gobierno a
incursionar en otras latitudes.
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