El Espectador 31 de agosto de 2018
La ola
de refugiados venezolanos que están buscando alivio en Brasil, Perú y Colombia
no va a perder fuerza pronto. El régimen dictatorial de Nicolás Maduro continúa
sin poder solucionar la crisis económica y, mientras tanto, parece delirar cada
vez más al no querer aceptar la tragedia humanitaria que están sufriendo los
ciudadanos de su país. Ante eso, la respuesta de toda América Latina y del
mundo entero no pueden ser la xenofobia y el desinterés. Es momento de hacer un
esfuerzo coordinado para evitar que la violencia contra los venezolanos en
nuestros territorios siga creciendo.
Lo
hemos visto en Colombia, cuando líderes políticos aprovechan la presencia de
refugiados venezolanos para culparlos de la criminalidad en aumento. También lo
hemos visto en las quejas de los colombianos, que sienten que están enfrentando
una competencia injusta por la abundancia de mano de obra barata. En Perú
ocurre algo similar, y en Brasil hace poco sucedió una tragedia: vecinos del
municipio de Pacaraima, en el estado de Roraima, del norte de Brasil, le
prendieron fuego a un campamento que albergaba a unos 2.000 inmigrantes
venezolanos. Esa no puede ser nuestra respuesta a la crisis.
Si
permitimos que estas situaciones sigan empeorando, sin un esfuerzo coordinado
de los países de la región por hacer frente común y ofrecer ayuda humanitaria,
la violencia va a crecer. Cada vez que hay un influjo inesperado de migrantes,
que además huyen de situaciones de extrema pobreza y hambruna, los locales
tienen muchos incentivos para despreciarlos y ser recelosos. Pero la solución
no es obligarlos a regresar.
Pedro
Sánchez, presidente del gobierno español, de visita en Colombia, le dijo a
Noticias Caracol y Blu Radio que el “éxodo masivo (de venezolanos) es una
crisis migratoria regional. Lo que se necesita es una respuesta regional. Se
necesita del concurso, también a mi juicio, de Naciones Unidas, de organismos
multilaterales, de la comunidad internacional, y desde luego España no va a ser
ajena a ello. El reparto de cuotas puede ser una buena solución”. Hay que
tomarle la palabra a él y al mundo.
El
presidente Iván Duque no ha sido ajeno a la idea de liderar una estrategia
regional. Es momento de darle prioridad a ese objetivo. Mientras en Venezuela
líderes como Diosdado Cabello dicen que la migración es un montaje y “una
campaña” contra ese país, los pasos fronterizos de Colombia y Brasil están
saturados. Y la situación va a seguir empeorando. Es momento de actuar de
manera contundente.
Antes
de terminar su mandato, la administración de Juan Manuel Santos expidió un
decreto que les otorga a los migrantes venezolanos inscritos en el Registro
Administrativo de Migrantes Venezolanos acceso a servicios básicos de salud,
educación y trabajo, como también dicta medidas sobre el retorno de
colombianos. Cerca de 442.462 inmigrantes venezolanos en Colombia se han
beneficiado con esa medida. Es una buena estrategia, pero no es suficiente.
Queda una pregunta esencial: ¿cómo desactivamos la bomba de tiempo que causa el
resentimiento de los locales contra los migrantes por culpa del desempleo, la
criminalidad y otros factores negativos? ¿Cómo, además, demostramos que el
problema no son los venezolanos?
Hay
que hacer un llamado a todos los países de la región para entender que este
problema es de todos, que no podemos abandonar a los más necesitados, que no
podemos ceder ante la xenofobia que tanto ha triunfado en Norteamérica y
Estados Unidos, y que es necesario actuar cuanto antes. La idea de las cuotas
es un buen inicio.
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