Ismael Pérez Vigil 23 de noviembre de 2024
La
semana pasada inicié una reflexión sobre la resistencia u oposición al
franquismo, resumiendo los aspectos relativos a los primeros años del régimen y
la actividad partidista, los maquis, los obreros y el renacimiento de la
actividad obrera (ver aquí). Concluiré en esta entrega con el movimiento
estudiantil, la Iglesia y los movimientos católicos, el fin del franquismo y
las conclusiones generales, recordando que no es un examen exhaustivo, sino
apenas un resumen de las cosas que me impactaron de manera personal y cómo yo
las he asimilado o dejado de asimilar. Siendo hijo de republicanos españoles
que emigraron huyendo de la miseria y la represión del “régimen franquista”, no
pretendo ser objetivo en mi descripción y análisis de lo ocurrido. El objetivo
de estas líneas es extraer lecciones sobre lo ocurrido y estimular a quien lo
lea a investigar más a fondo sobre este tema.
Los estudiantes.
Durante
los 17 años transcurridos al finalizar la guerra civil, prácticamente una
generación que no conoció directamente esa guerra fue ingresando a las
universidades. En 1956, en la Universidad de Madrid, más allá de algunas
escaramuzas previas, se produjo el primer enfrentamiento significativo entre
estudiantes que pedían elecciones libres y grupos de la “falange”. Esto desató
la idea de que el régimen había perdido el control de la juventud
universitaria, sometida desde los años 50 −especialmente a partir de ese 1956−
a una cruda represión: expulsiones, detenciones, cierres de facultades y
universidades, etcétera. Este episodio concluyó en un Manifiesto Estudiantil,
en el que se denunciaba la falta de libertades y derechos en España, se
criticaba la represión del régimen franquista y se llamaba a los estudiantes a
unirse en la lucha por la democracia y la justicia social.
Entre
varias manifestaciones y enfrentamientos, después de esa fecha, destaco las
siguientes: diez años más tarde, la llamada “capuchinada”, una asamblea en un
monasterio capuchino, en la cual se constituyó el Sindicato Democrático de Estudiantes
de la Universidad de Barcelona (SDEUB). En 1968, probablemente bajo la
inspiración del Mayo Francés, los estudiantes españoles realizaron encierros y
tomas de facultades en Santiago de Compostela y diversas manifestaciones y
protestas en la Universidad Complutense en Madrid, en demanda de libertades y
derechos democráticos, produciéndose fuertes encontronazos con la policía. Eso
marcó, de allí en adelante, un resurgimiento del movimiento estudiantil, a
pesar de la represión y el hostigamiento.
La Iglesia
y movimientos católicos
La
Iglesia Católica, como institución, mantuvo una relación favorable con el
régimen de Franco, quien se presentaba como el defensor de la fe católica y un
adalid contra el comunismo y el laicismo, y justificaban esta posición por los
excesos, hostigamiento y abusos contra la Iglesia católica ocurridos durante la
Segunda República. Lo que desde luego no justifica la tolerancia de la Iglesia
con la represión, los abusos, el ajusticiamiento sin juicios, los
fusilamientos, las delaciones, la persecución contra dirigentes y la población
general que se oponían al régimen. Sin embargo, a partir especialmente del
Concilio Vaticano II, las tensiones y divisiones dentro de la propia Iglesia
llevaron a que algunos sectores comenzaran a sumarse a las demandas por
libertades y las críticas por la represión del régimen. Haciendo valer aquello
de que la concreción última de las cosas no puede extraerse del Evangelio −y
menos el apoyo a una dictadura− muchos sacerdotes y laicos católicos se involucraron
en movimientos de oposición al franquismo y en actos de desobediencia civil y
manifestaciones por la justicia social, los derechos humanos y la
democratización de España.
Ya en
1950 el obispo de Solsona, en Cataluña, Vicente Enrique y Tarancón, que años
más tarde sería Cardenal, escribió una pastoral −“El Pan Nuestro de cada Día”−
criticando muy duramente la represión y el hambre que se padecía en España;
años más tarde como Cardenal, pronunció una homilía −después de entronizado rey
Juan Carlos I, tras la muerte de Franco− haciendo un llamado a la
reconciliación y el pluralismo y a la libertad, como apertura a la democracia,
y que la Iglesia debía estar al servicio del pueblo y no de ningún régimen
político. Para muchos, estos dos mensajes de Vicente Enrique y Tarancón,
marcaron un antes y un después en la relación Iglesia y Estado. Para otros fue
un mensaje algo tardío. Pero iba siendo claro que ya se había producido una
fractura entre la Iglesia, como Pueblo de Dios, y la dictadura franquista, más
allá de que continuaran las vinculaciones entre la Iglesia y el Estado, que
también se comenzaron a resquebrajar.
Otro
caso emblemático fue la manifestación de más de 300 sacerdotes en el País
Vasco, en abril de 1967, que criticaron a sus obispos por colaborar con el
régimen franquista, que reprimía las manifestaciones étnicas, lingüísticas y
sociales de los vascos. Un último ejemplo de la reacción de los católicos
frente a la dictadura fue la actividad de la «Hermandad Obrera de Acción
Católica» (HOAC), creada en 1942, y la de la «Juventud Obrera Cristiana» (JOC),
en España desde 1932, que se centraron en la defensa de los derechos de los
trabajadores y en la denuncia de las injusticias sociales, y se sumaron
militantemente a las llamadas “comisiones obreras”. Toda esta actividad
condujo, por ejemplo, a que casi un centenar de sacerdotes fueran a la cárcel
de Zamora a cumplir diversas penas por actividades políticas y sindicales.
La
oposición en el exilio
Los
republicanos españoles que marcharon al exilio como consecuencia del triunfo
del levantamiento de Francisco Franco en España, organizaron diversas
alternativas para oponerse al régimen franquista. Estas iniciativas incluyeron
desde el apoyo a la actividad guerrillera en España y a los grupos políticos que
se mantuvieron y surgieron allí, hasta el intento de constituir un gobierno
republicano en el exilio. A continuación, destaco varias de estas iniciativas:
- Acción Republicana Española:
La primera, y quizás la más exitosa entre las que se organizaron en México,
fue la que logró aglutinar varias organizaciones de la izquierda, como la
Unión Republicana, la Izquierda Republicana y el Partido Republicano
Federal. Estas formaron la Acción Republicana Española el 14 de abril de
1941, aniversario de la creación de la Segunda República Española,
presentándose como una alternativa al gobierno de Franco. La iniciativa
confrontó obstáculos importantes, uno de ellos fue la posición de
Indalecio Prieto, líder del PSOE y la UGT, que proponía la realización de
un referéndum para formar un frente común contra el franquismo, que
agrupara a los monárquicos.
- Movimiento Libertario:
El segundo grupo, los anarquistas, crearon en Francia el Movimiento
Libertario, con militantes de la CNT, la Federación Anarquista Ibérica
(FAI) y la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (FIJL). Sin
embargo, se desarticuló rápidamente por las divisiones internas, dando
origen a otros dos movimientos: los “colaboracionistas”, que se
establecieron en México, y “los apolíticos”, que permanecieron en Francia.
- Unión Democrática Española (UDE):
El tercer grupo lo formaron los comunistas adscritos al PCE, que se
diferenciaron de los otros grupos, siguiendo la política del movimiento
comunista internacional y sus embates durante la Segunda Guerra Mundial y
luego durante la Guerra Fría. El PCE propuso la Unión Democrática Española
(UDE), que se formó igualmente en México, con las organizaciones ya
mencionadas, más el sector del PSOE y la UGT que apoyaba a Juan Negrín,
los “negrinistas”, en contra de Indalecio Prieto, y que proponían
una elección democrática para constituir una asamblea constituyente. Las
disputas internas entre el PCE y Juan Negrín hicieron que la alianza de la
UDE se disolviera rápidamente.
- Junta Española de Liberación:
El cuarto grupo que vale la pena mencionar es el de la Junta Española de
Liberación, que agrupó a la mayoría de los grupos republicanos en el
exterior, sin el PCE, los socialistas y los llamados “negrinistas”.
Todas
estas disputas dieron origen a diferentes iniciativas, desde intentos de
invasión a España, que llegaron a darse y fracasaron, hasta el intento de
formar gobiernos en el exterior, con poco éxito, pues apenas lograron ser
reconocidos por los gobiernos de México y la Unión Soviética, y muy
indirectamente por algunos otros gobiernos. Por ejemplo, uno de sus logros
tempranos fue ser invitados a la conferencia de San Francisco donde se
constituyó la ONU, y que se excluyera de esa convocatoria al régimen de Franco.
Sin embargo, ese reconocimiento no tuvo un desarrollo significativo ulterior.
Mucho
se ha discutido acerca del impacto del gobierno republicano en el exterior,
pues su influencia directa en España estuvo limitada por la represión y censura
del régimen franquista. Aunque mantuvo cierta legitimidad de la Segunda
República y fue un símbolo de la resistencia contra el franquismo, no logró un
reconocimiento amplio ni el apoyo de muchos gobiernos. Muchos intelectuales,
artistas y juristas españoles que lograron exiliarse en el exterior,
mantuvieron vivos los valores democráticos y republicanos de la Segunda
República, pero su apoyo efectivo a la resistencia interna española fue muy
limitado. Probablemente su aporte más significativo ha tenido que ver con lo
que se ha llamado la Memoria Histórica y mantener vivos los crímenes del
franquismo, que ha sido crucial para los procesos de reconciliación y justicia
que se han desarrollado después de la muerte de Franco.
Los
monárquicos.
Un
quinto grupo que se puede incluir en la resistencia al Franquismo en el exilio
fue el de los monárquicos, pues buena parte de su acción se dio en el exterior
y con algunas características específicas. Los monárquicos intentaron por
diversas vías, con poco éxito, que el régimen de Franco diera paso a la
monarquía y restableciera como monarca a Juan de Borbón, el hijo de Alfonso
XIII, depuesto por la Segunda República Española. Juan de Borbón y varios de
sus seguidores, entre ellos algunos altos generales del régimen franquista,
intentaron infructuosamente que se restableciera la monarquía. Lo más que
lograron fue que su hijo, Juan Carlos de Borbón, que después fue Rey de España,
se educara en España bajo la tutela de Franco, y que fuera designado sucesor de
Franco, con el título de Rey el 22 de julio de 1969 por las Cortes Españolas y
proclamado Rey de España por esas mismas Cortes franquistas el 22 de noviembre
de 1975, dos días después de la muerte de Francisco Franco. El desempeño
posterior de la monarquía española no fue un resultado directo de la oposición
monárquica al franquismo, pero sin duda el papel de la monarquía fue un factor
importante para lo que después sería la transición española y lo es aún hoy en
día.
La ETA
y Carrero Blanco
El
movimiento político de oposición más conocido internacionalmente fue sin duda
la ETA (Euskadi Ta Askatasuna – Patria Vasca y Libertad), surgida en 1959, que
en 1962 se definió como “movimiento revolucionario de liberación nacional” y
optó por la lucha armada contra el franquismo. Inspirada en movimientos
africanos de lucha contra el colonialismo y movimientos guerrilleros
latinoamericanos, la ETA buscaba establecer un Estado socialista vasco. En un
principio, atrajo la simpatía nacional e internacional de los opositores al
franquismo, por sus acciones audaces y llamativas, como el asesinato del
mariscal Carrero Blanco, cuando era presidente del Gobierno de España, mediante
un explosivo de alta potencia contra su vehículo. Su actividad se contrajo a
realizar atentados, sabotajes, secuestros, extorsión, atracos y asesinatos –o
“ajusticiamientos”– de policías, constituyéndose en un verdadero dolor de
cabeza para el franquismo. El régimen respondió con una muy cruda represión
contra el País Vasco, llevando a la cárcel a más de dos mil nacionalistas
vascos solo en 1969.
Posteriormente,
especialmente durante el Periodo de Transición, después de la muerte de Franco,
y debido a lo que ellos denominaron “accidentes” o “daños colaterales”, que
condujeron a la muerte de innumerables civiles, jueces, políticos, empresarios,
periodistas y docentes universitarios, casi todos después de la desaparición
del franquismo, su aceptación y popularidad descendió considerablemente. El 20
de octubre de 2011, anunció el cese definitivo de su actividad armada y el 3 de
mayo de 2018 anunciaron su disolución.
Fin
del franquismo.
Consciente
de haber dejado por fuera cientos de nombres de personas, movimientos y grupos
que sería imposible reseñar en el corto espacio de un artículo, paso a
describir brevemente el fin del franquismo.
La
represión del franquismo, que fue muy intensa durante los años 40 y 50, se fue
aminorando con el paso de los años. Sin embargo, hasta el final del régimen se
mantuvo la represión, detenciones, torturas, juicios y ejecuciones, algunas muy
notorias y con gran repercusión internacional, como la del dirigente comunista
Julián Grimau, fusilado en abril de 1963; el ajusticiamiento a garrote vil de
dos anarquistas ese mismo año en la cárcel de Carabanchel; y, por ese mismo
método, la ejecución del anarquista Salvador Puig Antich el 2 de marzo de 1974,
siendo ya presidente del Estado Carlos Arias Navarro. Incluso pocas semanas
antes de la muerte del dictador en 1975, se produjo el fusilamiento de dos
militantes de ETA y tres del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota
(FRAP). Pero, tras la muerte de Carrero Blanco, todos estos movimientos por la
libertad y la democracia fueron tomando forma y a la muerte de Francisco
Franco, el 20 de noviembre de 1975, se dio fin al régimen franquista y se abrió
el espacio a la Transición Española hacia la democracia que, con altos y bajos,
perdura hasta el día de hoy.
Conclusión.
Muchas
son las conclusiones y enseñanzas que podemos derivar de la resistencia al
franquismo; pero las más importantes son:
1. Toda
dictadura, sea de derecha o de izquierda, debe ser rechazada y resistida. La
historia nos demuestra que esto es posible para la sociedad civil y las
organizaciones políticas, a pesar de la represión y las dificultades.
2. Aun
contra los regímenes más duros y sanguinarios, es posible organizar a la
población civil y a los grupos políticos y movimientos sociales para
luchar por el restablecimiento de la democracia y la libertad.
3. La
unidad de las fuerzas, grupos y personas que se oponen a las dictaduras se
convierte, a la larga, en el factor clave de éxito.
4. Lograr
el apoyo de la sociedad civil es crucial para mantener la lucha y apoyar la
clandestinidad de los dirigentes y los movimientos como
forma de asegurar y reducir el riesgo de quienes se oponen a las dictaduras.
5. Los
objetivos se logran, incluso ante la falta de unidad organizativa concreta y a
pesar de la diversidad, si cada uno de los sectores, partidos
políticos, organizaciones civiles, estudiantes, sindicatos, grupos católicos,
exiliados, etcétera, con un mismo objetivo −alcanzar la libertad y la
democracia−, se mantienen activos y cada quien actúa en su propia esfera de
acción, pues al final confluirán en una misma causa y resultado.
Ismael
Pérez Vigil
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